El Que No Pude Tener

Capítulo Treinta y Nueve

LA MEJOR PALABRA PARA DESCRIBIR A Kamal Yogananda era macabro. Los sonidos De Dhama Veda acomodándose para la noche parecían a la vez repetitivos y alentadores.

Todos los miembros de la familia Yogananda que habían construido este lugar estaban muertos. A excepción de ellos, porque ellos sólo habían renovado o hecho alguna que otra ampliación en los jardines.

Todos los que habían colocado la piedra y mezclado el mortero y pensado en la trayectoria de las flechas y las espadas con cada nueva capa en su lugar, miles de décadas atrás: muertos.

Todos los que habían amado, también. Excepto ellos.

Pudieron hacer todos los túneles secretos del mundo, pero la Muerte era el Gran Cazador y acabaría encontrándolos.

Kamal estaba perplejo, incapaz de entender lo que sucedía bajo su techo. Esta era su casa y nunca había tenido reparos en irrumpir en cualquier habitación de la casa sin ser invitado.

Apretando contra su costado el mosquete que llevaba colgado de su hombro, tomó el camino por dónde había visto venir a su cuñada. La expresión de ella lo dejo en un estado de tensión.

Era como si ella hubiera visto algo terrible. Cono si hubiera visto un fantasma. He incluso como sí hubiera visto a misma bruja Kumari.

Cuando llegó a la zona donde ellos vivían, Kamal, al principio no escuchó ningún movimiento o persona deambulando por los alrededores. La casa estaba en completa oscuridad a excepción del candelabro de pie de metal junto a la puerta.

En varias zancadas Kamal se detuvo frente a la puerta y prestó atención a cualquier ruido, pero no escuchó nada. Agarró el pomo de la puerta, la abrió lentamente y entró. Una lampara de color acre con una vela, iluminaba la habitación con una débil luz.

Luego decidió revisar el resto de las habitaciones. Y fue cuando escucho algo, era más como un gemido. Kamal avanzó seguro, pero con precaución. Aun así, jamás hubiera imaginado lo que estaba sucediendo detrás de esa puerta.

De hecho, ni siquiera tuvo que abrirla, la puerta se encontraba un poco entreabierta. La imagen de lo que sus ojos presenciaron estaba más allá de su imaginación. Más allá de cualquier pesadilla que pudiera haber tenido en cualquier etapa de su vida.

Kamal reconoció la figura de su hermano abrasado a ella, entre las bambalinas de las velas. Miles de emociones recorrieron su cuerpo. Deseaba de buena gana matarlos allí mismo. Pero él siempre fue menos impulsivo que su hermano. Mas bien un oportunista en las mejores ocasiones y esta, era quizás la esperada…

Le llevó unos largos segundos darse cuenta de lo que estaba sucediendo.

—Joder hermano, —se dijo a sí mismo—. Y joder a Arudhita también. Pero eso preferiría decírselos a la cara.

Luego abrió la puerta.

—Bradma—dijo, sin convertirlo en una pregunta.

Arudhita giró la cabeza hacia la puerta, cubrió su cuerpo desnudo. Avergonzada de verse descubierta en tan esta situación, se volvió cubriéndose con la sábana de lino hasta la barbilla. Mirando hacia el suelo.

Arudhita apretó los ojos. No podía mirar a su marido. Sabía que no había nada que decir... excepto aceptar sin protestar el castigo que recibiría.

Kamal apretó su arma. Miró alrededor de la habitación, los muebles que no combinaban, la luz extrañamente firme.

—¿Por qué? —preguntó mirándolos a ambos. —Dime querido hermano... ¿Qué debo hacer ahora?

—No lo sé—respondió Bradma. Sabía muy bien que no había excusa para decirlo.

—Kamal. —Dijo por fin Arudhita cuando encontró fuerzas para enfrentar a su marido. Sus ojos se encontraron con los de ella. —Déjame ir, Me iré de De Dhama Veda si es tu deseo. Haré lo que tu quieras.

Kamal la miró por un largo segundo, convenciéndose a sí mismo de que eso no estaba sucediendo... debía estar en su cama y teniendo una maldita pesadilla. Esa idea le hizo sonreír. Pero lo que más deseaba hacer era montar su mosquete y rociarlos a balazos.

Él le devolvió la sonrisa mientras ella se ataba el pelo detrás de la nuca.

—Creo que necesito darles una lección a ambos. —Dijo Kamal. Su sonrisa se amplió, sin una pizca de humor en ella. —Vuelve a tu verdadera cama, mujer. — dijo.

Arudhita envolvió su sari alrededor de su cuerpo y cubriéndose el cabello con la dupatta, abandonó el lugar al que nunca regresaría. Se detuvo antes de pasar junto a su marido con la intención de decir algo, pero él pudo leerle la mente.

—No te molestes en decir ni una sola palabra...solo vete. —Dijo Kamal. Su esposa pasó junto a él, sabiendo que nunca volverá a ver a Bradma... lágrimas de miedo y anhelo se deslizaban por sus mejillas cuando se adentró en la oscuridad.

—Pensé que dijiste que estabas descansando esta noche. —preguntó Kamal conla mirada fija en su hermano.

—Sí. Así era. Pero entonces se me ocurrió que este lugar y esa cama no eran tan cómodos sin...

Kamal cruzó los brazos sobre su pecho y miró directamente a los ojos de su hermano. No podía ver miedo en ellos, sabía que lo había traicionado con Arudhita y estaba dispuesto a admitirlo.




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