El Que No Pude Tener

Capitulo Cuarenta y Dos

LA DESAPARICiÓN DE ARUDHITA YOGANANDA A LA mañana siguiente había inmovilizado De Dhama Veda y todos sus alrededores.

Nadie había visto nada.

Nadie había escuchado gritos de ayuda.

Kamal Yogananda se encontró con un caos, cuando al medio día cruzaba las enormes puertas de madera maciza de su hogar. Encontrando a los sirvientes desconcertados, las gemelas llorando por la desaparecieron inaudita de su madre, Sashi desde muy entrada la mañana, había salido en la búsqueda de su madre, junto con un grupo de sirvientes.

Las dos únicas personas que no se dejaron ver durante todo el ajetreo por la desaparición de la señora de De Dhama Veda, fueron Priya y su hija Rania.

Kamal, tenía el presentimiento de que detrás de la huida de su mujer, ellos dos tendrían quizás algo que ver…y aunque conocía perfectamente los sentimientos de Priya hacia Arudhita, no creía que su cuñada llegase tan lejos como para hacer algo de lo que pudieran arrepentirse.

Conocía del resentimiento que esta albergaba en su corazón, desde la noche en que los vio juntos… Tampoco podía olvidar lo sucedido y lo que hizo. El mismo había apretado el gatillo de su arma. El mismo había matado a su propio hermano. Su sangre, para después dejarlo allí… abandonándolo como un animal. En medio del camino. Moribundo y a su suerte.

***

LA SITUACIÓN POLÍTICA ENTRE India e Inglaterra se hacía más tensa con el paso de los días. Masas de nativos hindúes se quejaban públicamente sobre el régimen inglés. Los británicos habían saqueado lo mejor de ellos por años, y había llegado el momento de echarles del país que nunca les perteneció.

La rebelión era inminente, convirtiendo la sede inglesa in Mumbai el refugio más seguro para los británicos quienes por décadas se habían asentado y reinad sin piedad.

Las milicias no cesarían hasta conseguir su objetivo. Liberar India del yugo británico.

La atmosfera en De Dhama Veda también había cambiado. Parecía que los días de gloria, fiestas y glamour desaparecían. Los ingleses seguían luchando en contra de cualquier enemigo que osara en desafiarlos.

Traidores aparecían cada día. Traicionaban a vecinos y conocidos por el mero hecho de ganarse el favoritismo de los ingleses.

Y Sashi Yogananda, era uno de esos aliados de los ingleses, dispuesto de lleno a jugar con su propia gente.

***

EL LUNES SE PRODUCÍA. La falta de sueño que había estado acumulando durante los últimos cinco días se estaba apoderando de mí. Desde la desaparición de Arudhita, Kamal Yogananda ordenó que De Dhama Veda debía continuar con su día a día. Nada debería afectar la rutina de sus habitantes, y mucho menos de sus gemelas.

Me quedé dormida en mi silla durante nuestra lección de historia, escuchando a Navani luchar por agregar algunos países del norte de Europa al mapa mural.

Pero no la corregí, repitió el mismo error una y otra vez, unas cuantas veces, hasta que lo hizo bien y el mundo a mi alrededor se volvió borroso y mi cabeza se hundió en mi pecho.

Me desperté con las risas de mis alumnas y le pido disculpas, miré por la ventana, donde una mañana soleada me aseguraba un día largo delante.

Miré mis notas; Conjugué verbos, miré el mapa en la pared donde Navani marcaba los países correctos. Me concentro en el cuenco con granada, uvas y dos mangos.

Escuché la llamada de Devdas, la música... que finalmente llegó a mí durante la cena, flotando desde más allá de las ventanas de mi habitación. Sabía que estaría ahí afuera, en la oscuridad. De pie en los jardines a la luz de la luna, y esperando ansiosamente para tomarme en sus brazos.

No teníamos medios de comunicación mejores y confiables. Las pequeñas misivas podrían ser interceptados; Podría ser vista en cualquier momento cada vez que intentara escabullirme a la gruta o salir a ese lado de la propiedad prohibido para las mujeres. Según Sashi, totalmente prohibido para mí.

Pero Devdas siempre se acercaba lo suficiente para que yo pudiera oírlo, podía sentirlo. entenderlo.

Cada parte de la canción de Devdas estaba destinada a mí, un mensaje unidireccional que sólo yo podía recibir.

Esta noche dijo: Descansa mi amor.

Duerme.

Parecía una sugerencia fantástica, pero decidí pasar por la sala de estudio antes de dirigirme a mi habitación.

La verdad era que, a pesar de que realmente quería estar con él, sabía que él prefería que yo estuviera bien despierta cuando estuviera en sus brazos, y no con sueño. Y decidí hacerme con un libro. Los libros siempre habían sido mi salvavidas, especialmente cuando nuestros padres estaban fuera en otro viaje de aventuras.

Intenté encontrar un libro que no fuera muy interesante pero que tampoco me aburriera. Tomé uno, La Perla India, alrededor de 1835; el tomo presentaba letras ornamentadas estampadas en lámina de oro real y lo que parecía un zafiro pegado cerca de la parte superior, era sólo pasta. Pero pensé que tal vez no fuera útil, ya que lo último que necesitaba era leer historias de princesas y maharaníes que se enamoraban y vivían felices o acaban en tragedia.

***

Pasaron otros dos días y Devdas todavía no me avisaba a qué hora nos veríamos.

Como era de esperar, tampoco había escuchado nada de Sashi. Este, había pasado los últimos días retirado en la privacidad de sus aposentos y alejado de De Dhama Veda.

Me asomé a la ventana en mi tercera noche sola y estudié las estrellas llenas de astucia. Era una noche de nubes irregulares y luna. Una noche con un matiz púrpura, pero sin esa saturación de color plena y tan sorprendente que a veces las nubes parecían ser de color malva bordeadas de platino, mientras flotaban contra las estrellas de oropel.

No podía dejar de pensar en nosotros. Sobre lo que nos deparará la situación en el país para nuestro futuro. Y ensimismada en mis pensamientos, Tuve la sensación de que estaba siendo observada. Que no estaba sola, completamente




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