El Que No Pude Tener

Prólogo

Había transcurrido dos años y seis meses desde que Beverly Yogananda, desembarca en el puerto de Plymouth, junto a su marido; tres baúles llenos de recuerdos y las pertenencias que Devdas conservaba con un valor sentimental, durante su vivencia en De Dhama Veda, entre ellas fotos de familia.

Durante este no tan largo periodo de tiempo habían ocurrido acontecimientos alegres y otros tristes.

Su primer hijo varón había nacido, de ojos verdes como su padre y de piel bronceada, y el segundo estaba en camino. Ella le había dejado la elección de elegir el nombre del pequeño, detalle que Devdas apreció enormemente.

Y no le sorprendió cuando el nombre elegido fue, Bradma. Emociones la llenaron de felicidad y tristeza. Pero el pequeño Bradma Yogananda era parte de su abuelo paterno. Parte de la línea Yogananda.

Su hermana Eleonor, tuvo otra hija, a la que llamó, Marcela.

Navani he Indira, también aportaron su granito en la expansión familiar. Navani tuvo gemelas, a las que llamó Beverly y Parimala Indira tuvo un niño varón al que llamó Devaj.

De Dhama Veda, parecía crecer y avanzar con el paso del tiempo. Un teléfono había sido instalado en el que fuera el estudio de Kamal Yogananda. Cerca pero ausente a la vez. Querían mantener la convivencia en la casa sin tanta modernidad. Pero también reconocían que tener un aparato telefónico en casa, ayudaba en muchos casos de emergencia, especialmente desde que una nueva sede de oficinas de telefonía a larga distancia se instaló en Mumbai.

Las llamadas entre India e Inglaterra se hacían casi semanales, era el recurso mas directo que Devdas tenía para mantener el contacto con sus hermanas y de paso mantenerse informado sobre como sus cuñados manejaban los asuntos y negocios que De Dhama Veda producía.

Devdas supo que su tía Priya murió tres meses atrás. Que se acostó una noche y nunca volvió a despertar.

Rania seguía sin compartir paradero con su escasa familia. Prefería ser ella quien contactara cuando lo necesitara. Por lo que saber de ella, era bastante escueto. Sin saber si seguía soltera o casada. Si sufría alguna necesidad o simplemente quería vivir su vida a su manera.

Tía Gertrudis también se había marchado, una apendicitis pudo con ella, en un día de invierno, lluvioso y frio. La relación entre tía Gertrudis y Devdas fue algo imposible de imaginar. Nuestra tía simplemente quedó encandiladamente impresionada con él.

A su muerte, había dejado varios testamentos. Uno para sus famosas beneficencias de ayuda al más necesitado y menos previlejado y otro, para nosotras.

Nos dejó sus dos propiedades a cada una, sus tres collares de perlas de cuatro vueltas, sus preciosos sombreros y su orgullosa colección de guantes, junto con sus dos abrigos de visón.

Sentimos mucho su perdida. Fue una mujer excepcional y firme a sus creencias he ideologías. Murió soltera y sin hijos, pero vivió una vida plena, ayudando y sintiéndose útil.




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