Mientras Ella se acomodaba contra la pared y estiraba las piernas sobre el suelo alfombrado, se preguntaba que emocionantes acontecimientos, sucederían en ese nuevo inicio de semestre, era el segundo día de clases, y estaba siendo más concurrido que el día anterior, donde apenas se habían dejado ver cinco estudiantes y tres profesores; pero por eso hábitos suyos, siempre se emocionaba y no faltaba el primer día.
Era el inicio de su segundo semestre universitario, el primero había estado cargado de tantas cosas y pensar que había reprobado Matemáticas discretas. Por primera vez, en su vida estudiantil debía repetir, eso era casi vergonzoso para ella pero empezaba a superarlo. Varios compañeros del semestre anterior se acercaron a saludarla. Entre ellos estaba Rodríguez, era un veterano en la carrera: Informática. Estaba lejos de ser un camino de rosas, pero ese muchacho estaba curtido como él mismo decía, Ella lo encontraba algo arrogante, pero también interesante, así que lo saludo con gusto. Rodríguez se sentó a su lado y comenzaron a hablar de las vacaciones de mitad de año, Ella se había ido de vacaciones a las montañas con su familia, ido al cine en la ciudad, a Barquisimeto, a la playa, a la granja de su abuela, a decenas de lugares, mientras que Rodríguez se había dedicado a programar y con tono solemne y de barítono la reprendió y dijo que si quería llegar a aprobar Proyecto debía socializar menos y programar más. Ella vio la verdad en sus palabras, pero a la vez le pareció algo vanidoso. O sea hay tiempo para todo, lo decía la Biblia.
Paso de tema con discreción y le comento con risa y casi en reto, como le iría a los de primer semestre. Es decir, cuando uno iniciaba iba con un idea rosa de la Informática y luego se topaba con la dura realidad y las presentaciones de proyecto. Sería interesante ver ese choque desde afuera y no siendo uno la víctima.
—Y hablando de los del primer semestre, ahí vienen —señalo Rodríguez con un gesto de la cabeza.
El área de su programa de formación estaba en el nivel del sótano, así que para acceder debían bajar por unas escaleras y allí venía bajando las nuevas ovejas para el matadero. Un grupo de más o menos veinte personas, más hombres que mujeres, en su veintena. Con diferentes fisonomías y alturas, colores de piel. Todos ellos pasaron por el frente de Ella casi en un borrón, solo después distinguiría sus caras de forma individual. Pero, el penúltimo en bajar se quedó pegado en su mente como un chicle. Ella siempre había pensado que podía ver el tipo de alma de las personas y El en particular, era su tipo de persona. Lo supo en ese instante, su forma de caminar, casi arrastrando los pies; mientras los demás conversaban entre ellos, él parecía ausente, miraba a donde iba, pero, como si fuera en piloto automático, unos auriculares en ambos oídos y un movimiento en la mano derecha como si estuviera tocando un ritmo de forma inconsciente. Ni siquiera miro en su dirección. Pero, Ella supo muchas cosas, cosas importantes con solo verlo. Cosas que con el paso de los años confirmaría.
Supo ese día que era un alma que disfrutaba la soledad, que la música y el arte, la conciencia y los fondos de la inconsciencia eran lo suyo. Era perezoso con las cosas comunes y naturales. Entendió que podrían ser amigos y amarse de verdad. Pero, tardaría años en que ese día llegara. ¿Por qué? Porque ella era como era, rara, introvertida, privada y aunque lo miraría disimuladamente en las clases, escucharía sus palabras como sino las oyera. Y sería una sombra “acechante”. Ese día lo supo, alguien importante acaba de entrar en su vida. Pero, aun sin saberlo, ese día vio por primera vez al Reflejo de su alma.
Él tenía los ojos negros como el mar de medianoche en completa calma.