El reflejo de mi alma

Senpai

Ella era una obsesiva sentimental, eso en su definición significaba, que se obsesionaba con aquello que le generaba emoción o placer sentimental. De adolescente su gran amor, en el anime fue Naruto, su obsesión no tenía escala. Casi a los 17, cuando comenzó a preocuparse más por su vida espiritual y asistir a una iglesia, le dijeron una gran tontería, que aquello era diabólico y aunque ella no lo pensara así, solo por “encajar” y que era mal visto lo dejó. A sus 22 años se enteró que su largo amor de adolescencia había finalizado y le dolió haber dejado la historia a la mitad y no haber visto en que terminaba. Se sentía deprimida y no sabía a quién contárselo y que no se fuera a burlar de ella.

Una mañana en un receso, sentada con Él, en el tronco de un árbol que asemejaba una banca, por lo ladeado y bajo que había crecido, decidió comentarle, quizás por parecerse no se burlaría de ella, además él solía ser muy amable.

—¿Has visto Naruto? —le preguntó.

Él se enderezo antes de responderle.

—Si, ¿Por qué?

Y con el tono de voz cargado de pesar le conto su “tristeza”. Su respuesta fue más que consoladora.

—Si sentís desde siempre que no está mal, ni afecta tu relación con Dios, ¿Por qué no retomarlo ahora? Si al contrario reafirma lo que sois y tus valores, no veo porque que el “Señor” le vaya a ofender.

A veces las respuestas más obvias son las que más cuesta ver. Y esa era la respuesta que el corazón de Ella necesitaba. Ganas no le faltaron de volverlo a abrazar. Pero, se conformó con sonreírle.

Y con ese nuevo tema de conversación abierto, continuaron hablando de ese anime en particular. Y como era algo que ambos disfrutaban, después de eso ÉL comenzó a llamarla “senpai”.

Un compañero, amigo del cual se aprende.

***

Ella comenzó a acompañar a ÉL a una especie de grupo ambiental, agricultor y “raro” de la universidad del cual este era miembro y llevaba sus actividades al aire libre, tenían cerca de una hectárea de tierra para trabajar. Ella tenía entendido que Él tenía unas horas de trabajo y se las pagaban o algo así, no estaba segura, esos temas económicos nunca salían a colación en sus conversaciones. ¿Y cómo tenía Ella tiempo para eso? pues, ignorando las demás actividades personales que le tocaban en esos días y eso era decir mucho, porque a veces ni tenía suficiente tiempo para dormir. Sino iban al Cumbe, después de clases, iban al comedor de la universidad, que para el gusto de Ella la comida era fatal, pero solo iba para no decir: no, a Él cuando le preguntaba si quería ir. Además pasar tiempo con Él en ese momento de su vida, la despejaba, la tranquilizaba, era como un remanso de paz, en medio del caos que estaba siendo su vida. No llego a decirle sobre eso. Pero, se sentía profundamente agradecida de que Él fuera su amigo, buscara su compañía y estuviera allí para llenar su mente con infinidad de temas y posibilidades.

Además que por ese tiempo parecía que las convicciones existenciales de Él estaban cambiando. Lo notaba por sus temas de conversación, por sus nuevos planteamientos, Ella respondía como mejor podía, de cualquier manera, encontraba interesante todo aquello, aunque estuvieran lejos de sus propias creencias. A razón de eso, comenzó a llamarlo para sus adentros: loco. Y para ella, no era malo, ni raro. Le parecía que ese tipo de locura, era la que le hacía falta en su vida.



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En el texto hay: amor, dolor, diario intimo

Editado: 08.09.2025

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