Perdonada

Ella sentía muchos nervios de hablar con Él temía por su reacción no esperaba nada dramático, pero si temía ver dolor en sus ojos. Aunque ella sabía que no hacía nada “malo” en su corazón si lo sentía como alta traición. Ojala pudiera dejar de sentirse así.

Ese día veían un par de clases juntos, después de eso, salieron al frente de la carrera, donde solían sentarse en el suelo alfombrado, se sentaron en el mismo sitio donde mantuvieron su primera conversación. Una cosa que apreciaba de él, era la tranquilidad que mostraba ante ese tipo de conversaciones, no se veía expectante, ni preocupado, solo sereno. Ojala, ella pudiera sentirse así.

Estaba hecho un manojo de nervios, no sabía por dónde empezar, afortunadamente la mayoría de los compañeros, se habían marchado y estaban “solos” en ese espacio, como solía ocurrir, cuando estaba muy nerviosa, habló demasiado rápido y planteo las cosas, sin su sutileza habitual. Tanto así que él le dijo:

—Ya va… no te estoy entendiendo, habla un poco más despacio.

Ella se echó a reír nerviosamente. Volvió a comenzar un poco más serena. Al final Él asintió. Y ella con infantilismo le pregunto:

—¿Estas molesto? ¿Me perdonas? —extendió la mano para reafirmar su petición.

Él la miro y con gesto de cariño, le sonrió y le apretó la mano.

—No, no estoy molesto, entiendo lo que me dices, me hubiera molestado si no me lo decís, si no que me entero por otro lado.

Ella lo miro con gratitud y ganas no le faltaron de darle un abrazo.

Él se volvió a reír y se rasco detrás de la oreja, mientras decía:

—Pensé que me ibas a decir otra cosa.

A ella le dio risa y pensó responder: ¿Qué esperabas? ¡La declaración de mi amor eterno e inmortal!

Él la miro como siempre la miraba cuando ella reía. Con un gesto de concentración y seriedad, pero al final también se echó a reír.

—¿Y cuando le darás la buena nueva a Cortez?

—En unos días… quizás.

Y así con absoluta normalidad siguiera una conversación cómoda y normal.