Él y Ella sentían más “confianza” con el paso del tiempo de vez en cuando hablaban sobre sus relaciones de pareja, no entraban en detalles profundos, pero si lo suficiente personales, para decir que se estaban volviendo amigos íntimos o al menos cercanos. Sobre cosas que le pasaban en sus círculos cercanos o los brolleros y calumniadores en sus respectivas iglesias.
Era muy grato ella sentía que casi que podía hablar de cualquier cosa con él solo que a veces se frenaba no quería avasallarlo con su cacofonía mental. Y a veces sentía que a él le pasaba lo mismo, sentía que quería decir algo más y se frenaba y así pasaban los días, las semanas, los meses. Hasta ya, casi finalizar el primer periodo escolar de ese año. Iban conversando a la salida de la universidad sobre el tema favorito de Ella: el amor. Sobre las diferencias epistémicas de querer, desear y amar, de cómo la mayoría confundía una cosa con la otra y por eso vivían las relaciones de las formas desordenadas en que la mayoría lo hacía. No solo las románticas, si no las familiares y de amistad. Como se destinaba el Te amo, a las relaciones de pareja, cuando el amor debía abarcar cualquier relación o vínculo afectivo y ambos estando de acuerdo, una compañera venia escuchando y en un momento dijo:
—Eso no puede ser así, a mis amigos los quiero y a mi pareja la amo.
Ella respondió:
—No, con cada relación es amor, un amor diferente, pero es amor, al fin y al cabo. Yo por ejemplo, lo amo a él —lo miro y le sonrió con afecto.
La compañera se quedó estupefacta y Él la miro con una sonrisa y una cara de profunda satisfacción.
Sí, lo que sentía por él era amor. Amor de verdad, como le gustaba decir, en los años de verse, hablar y compartir había desarrollado un profundo vínculo con él, lo estimaba y valoraba de manera especial y ahora que su tiempo en la universidad estaba por terminar, esperaba que esa relación perdurara en la distancia.