El regalo que me dejó la navidad.

Capítulo 2.

Al llegar a casa hago como si nada hubiera pasado, conduzco hasta la casa de mi familia para pasar lo que queda de navidad.

 

Aún no puedo sacarme a ese tonto de la cabeza, aún siento sus labios besar mi piel, siento el rose de sus dedos en mi piel, escucho sus jadeos, su voz susurrando mi nombre.

 

—suficiente Arlet para, te uso y te dejo botada como un trapo viejo —me regaño.

 

Platico con mis padres, hermanos, la abuela y algunos otros familiares que están de visita.

 

—Sucede algo mi niña —me susurra la abuela.

 

—Nada abuela, tranquila —le digo sonriéndole.

 

—Te conozco Arlet y conozco ese rostro, tienes mal de amores verdad —frunzo el ceño.

 

—No abue, si conocí a alguien, pero no creo que lo vuelva a ver más, es solo eso.

 

—Lo conociste y te gustó mucho verdad.

 

—No, como me va gustar alguien que apenas conocí.

 

—Bueno te dejo tranquila, si dices que no te gustó cambia esa cara —sonreí falsamente y seguí disfrutando de la tarde navideña.

 

Un mes había pasado y de pronto me puse mal, todo me daba asco, las náuseas no me dejaban en paz y ya me estaba preocupando. Además me sentía irritada y cansada, claro que tampoco Andres me había hecho la visita y mi preocupación aumentaba con los días, intente relajarme por si era eso ya que mi periodo había sido exacto cada mes.

 

Al salir de la universidad fui directo a la farmacia, debía salir de dudas. Pedí cuatro pruebas de embarazo, las pagué y fui directo al apartamento.

 

No esperé más y me encerré en el baño, mi corazón palpitaba al ver cómo pasaban los minutos, no quería que mis sospechas se hicieran realidad, rogaba por qué solo fuera un retraso loco y no un bebé en camino.

 

Al pasar los cinco minutos miré la primera prueba, en la cual marcaba dos rayitas rojas, mis párpados me pesaban, y de pronto todo se puso borroso…

 

Abrí mis ojos al sentir el olor a alcohol, Betsy pasaba una mota de algodón por mi nariz.

 

—¿Qué me pasó? —pregunté.

 

—Te desmayaste tonta.

 

—¿Qué? —grité y fui al baño, tomé las dos pruebas, las dos daban lo mismo. —si logro verlo agun día lo mato —digo con enojo.

 

El mareo me volvió y volví a perder el conocimiento… 

 

Abrí mis ojos y una vez más estaba en la misma situación.

 

—Debemos llevarla al médico —vitupera Steisy.

 

—Estoy bien, lo prometo —digo sentándome. —Necesito aire fresco, el semestre me está pegando fuerte —ambas me miran.

 

Sabía que amabas ya había visto las pruebas y que las dos habían arrojado el gran positivo, pero debía salir sentía que me asfixiaba.

 

—No vas a ningún lado Arlet, mírate cómo estás, te has desmayado dos veces, estás pálida además estás…

 

—No lo menciones.

 

—Es del bombón de la noche navideña.

 

—No hables de él —gruñi.

 

Fui a mi habitación y me encerré, caminé de un lado a otro, como le iba decir a mi familia que estaba embarazada de un desconocido. Estaba segura que papá explotaría y luego le seguiría mamá echándome en cara todo lo que han hecho por mí y lo que han gastado, para darme la oportunidad de estudiar.

 

No sabia que hacer no estaba preparada para tener un hijo y sola menos, por más que lo analizaba la única solución era deshacerme del bebé y seguir con mi vida, pero cómo podía hacerle eso a un ser sin culpa, él no me pidio que me fuera con su padre, tenía que tomar mis responsabilidades como la adulta que fui al decidir acostarme con ese hombre.

 

—Estúpido moreno —me decía una y otra vez que me acordaba como fui burlada.

 

A las semanas empecé mi control prenatal, aunque no estaba lista para ser madre decidí enfrentar mis consecuencias. Para mi suerte el semestre acaba y podría irme lejos de todo.

 

No quería enfrentar a mis padres, ellos no me iban apoyar en nada, estaba cien por ciento segura, así que decidí no contarles nada, y fingir que nada pasaba frente a ellos.

 

A la unía persona que tenía el valor de contarle todo era a mi abuela así que antes de los exámenes finales viaje a su casa.

 

—Dime que te pasa —me dijo ella sentándose a mi lado.

 

—No quiero que me juzgues abu.

 

—Dime que es.

 

—Te acuerdas de nuestra pequeña conversación en navidad.

 

—Del chico que te gustó.

 

—Sí, digo no —suspiré. —si de ese tipo.

 

—¿Qué hay con él? —Esa era la parte que evitaba a toda costa, no quería hablar de mi situación actual, pero debía especialmente a la persona que me brindaba su ayuda siempre.




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