El Regreso De Luna

El Espejo Roto

El reloj de pared, un exquisito Breguet que había costado más que su primer coche, marcaba las 2:00 a.m. Luna estaba sentada en el borde de su cama king-size, el acolchado de seda fría bajo sus dedos. La vasta habitación de la mansión en Los Hamptons se sentía helada, un reflejo de los últimos cinco años de su matrimonio.

Afuera, la tormenta de verano rugía, pero el verdadero trueno resonaba en su pecho. Esperaba a Damián Ferrer , el implacable CEO de Ferrer Global, su esposo.

Cuando se abrió la pesada puerta de caoba, Damián entró, su traje de tres mil dólares ligeramente arrugado y el inconfundible aroma del perfume barato de jazmín, ese que siempre usaba su secretaria, Vanessa , flotando en el aire junto con el whisky.

"¿Qué haces despierta?", gruñó él, sin molestarse en quitarse la chaqueta. Sus ojos, antes chispeantes de ambición, ahora solo reflejaban un cansancio áspero y un desprecio mal disimulado.

"Te estaba esperando", dijo Luna, su voz apenas un susurro que se quebró.

Damián soltó una risa seca. "Sí, claro. Para darme otra de tus conferencias sobre la fidelidad o sobre cómo debo tratarte 'mejor', ¿verdad? Ya sabes que estoy ocupado, Luna. Los negocios no esperan".

Se acercó a ella, pero no para besarla. Su mano se levantó y le agarró la barbilla con una fuerza innecesaria, obligándola a mirarlo.

"Escúchame bien", siseó, con el aliento a licor golpeándole la cara. "Estás aquí para lucir bien en las galas benéficas, mantener la casa en orden y ser la esposa de Damián Ferrer. No para preguntar, ni para quejarte. Eres mía, y haré lo que quiera."

Esa noche no hubo golpe, pero la presión en su mandíbula y el frío en sus ojos eran la misma violencia de siempre.




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