Una chispa de la fogata salió disparada hacia arriba para luego desaparecer rápidamente en el aire. El fuego era grande y calentaba todo a su alrededor. Violeta se sentía muy bien por recibir ese caliente, ya que había tenido mucho frío desde que se bañó y la poca ropa que tenía puesta no le ayudaba.
Ray estaba mirando hacia otra dirección para evitar malos pensamientos, pues estaba despejando su mente para hacerle un conjunto de preguntas a la princesa, así que no tardó en comenzar a hablar.
—¿Qué vas a hacer a partir de ahora?
—¿Eh? —Reaccionó Violeta y miró a Ray, puesto que tenía su atención centrada en el fuego—. Pues... —comenzó a decir, subió las rodillas y se las abrazó con los brazos, bajó la cabeza y se perdió en sus pensamientos nuevamente.
—Bien, que tal si comienzas diciéndome, ¿por qué huíste de la nación Nuria? —lanzó la pregunta que Violeta quisiese evitar que le hagan.
—Esclavos —susurró, luego alzó más la voz y habló firmemente—. Huí tras conocer la verdad, de que mi familia y todos los demás dirigentes de la nación atacan y esclavizan a mucha gente. No soporté al saber eso, discutí con mi papá... ataqué a mi primo, agarré mi carroza y huí lo más rápido que pude. ¡Ellos me lo ocultaron toda mi vida! —se desahogó con lágrimas cayendo de sus ojos. Respiró profundamente y miró a Ray con la tristeza reflejada en su cara, buscando consuelo, aunque este la miraba fríamente. —¿Todos los reyes son esclavistas? —preguntó, ya desconsolada y sin querer oír la respuesta.
—Si, en todos los reinos hay esclavistas... —contestó Ray sin titubear, vio como Violeta cerraba los ojos tras oír la respuesta, y continuó—: Menos en uno.
Violeta abrió denuevo los ojos y le vio confundida.
—¿En cuál?
—En el Reino de los Mercenarios —respondió con una sonrisa—. En ese reino hay cierta libertad, pero como su nombre lo indica, todos somos mercenarios.
Al escuchar esto Violeta quiso saber más, pues ella había vivido toda su vida en una burbuja y no se había interesado en conocer el mundo exterior hasta esos momentos. Se encontraba perdida y sin rumbo, pero mientras más le hacía preguntas a Ray más iba entendiendo las cosas.
El Reino de los Mercenarios era el epicentro de toda la región. Desde que se fundó hacía trescientos años, fue realizando un conjunto de movimientos revolucionarios, pues todos sus habitantes siempre han sido poderosos guerreros que manipulan la magia. Fue con la fuerza y el poder que tenían que lograron hacerse de temer por los reinos vecinos. Así que muchos quisieron estar de su lado, mientras que otros lucharon en su contra.
Tras unos años de lucha entre distintos bandos el poder se fue consolidando y los reinos sobrevivientes quedaron con territorios claros. Las grandes guerras se dejaron de librar con el tiempo y lo que se había apoderado de todo era una relativa paz por el respeto entre poderíos.
En los últimos tiempos el Reino de los Mercenarios se concentró solo en ayudar a sus aliados cuando estos tenían alguna disputa o cuando le solicitaban. Las demás naciones que antes habían luchado en contra de estos aliados, ahora se habían aíslado de toda actividad económica y diplomática. Y eran considerados reinos independientes.
Nadie quería enfrentarse a los mercenarios y sus aliados, pero así mismo, ninguno de los aliados se enfrentaban a los reinos independientes, por miedo a desatar otra gran guerra.
La nación de Nuria era considerada un reino independiente, pues justo los aliados iban en contra de los esclavistas y dicha nación era muy conocida por ello, así que los mercenarios no se acercaban a sus tierras... hasta que apareció Ray.
Violeta fue encajando sus ideales con los del reino al que pertenecía su salvador y se le comenzó a notar unos ojos de decisión.
—¿Qué debo hacer para ser una mercenaria?
Tras haber realizado esa pregunta, los ojos de Ray brillaron y sonrió con satisfacción.
—Debes dominar la magia, además de estar dispuesta a abandonar la nación de la que provienes por completo —se paró y la miró seriamente—. ¿Estás dispuesta a convertirte en mercenaria?
Violeta reaccionó de una manera similar a él, se paró y también lo miró, directamente a los ojos, y contestó:
—¡Sí, Lo estoy!
—Bien.
Seguidamente Ray alzó la mano derecha con la palma hacia arriba, se concentró y una pequeña esfera, casi imperceptible, se creó en el medio. Ese minúsculo punto fue creciendo y así mismo la luz blanca y resplandeciente fue opacando al mismo fuego de la fogata, hasta que dicha esfera cubrió la mano completa e iluminó toda la zona. El caballo, que estaba recostado a unos metros debajo de un árbol, vio hacia la dirección de Ray, ya que el mercenario desprendía un aura hacia su alrededor que podía ser sentida por todo ser viviente.
Violeta también fue arropada con esa energía, se le erizaron los vellos y sintió un cosquilleo recorrer todo su cuerpo.
Luego de unos instantes, la esfera de luz se esfumó y todo el ambiente se calmó. Se escuchaban los chirridos de los grillos y el caballo volvió a recostar su cabeza.
—Para ser mercenaria, debes aprender a manipu... —comenzó a decir Ray, pero luego abrió la boca muy sorprendido.
Violeta había juntado sus dos palmas, también hacia arriba, pero haciendo una especie de óvalo. Y así como pasó con Ray, del centro de sus manos inició la formación de otra esfera de luz, aunque esta era de un color violeta claro y así mismo brillante, también creció lo suficiente como para rellenar sus manos y un aura similar, pero más suave en su sentir, se desprendía desde ahí. Violeta se veía resplandeciente y angelical mientras miraba a Ray con una sonrisa. Luego separó sus manos y se hechó hacia atrás, la bola de energía se quedó suspendida en el aire por unos segundos, luego perdió su esferidad y se esfumó también como si de humo se tratase.
Solo quedaron Ray y Violeta mirándose entre sí, con el fuego de la fogata en el medio, que había perdido su protagonismo como fuente de luz y se estaba apagando. También el caballo, que los estaba viendo mientras relinchaba por haber sentido ambas auras una detrás de la otra.