Tras una semana desde el encuentro entre Ray y Violeta, ellos ya estaban llegando al Reino de los Mercenarios. Los eventos vividos en el desierto y en la montaña marcaron a ambos y formaron un vínculo sin que se dieran cuenta. El resto del camino fue muy agradable, por lo que sintieron que llegaron al lugar en poco tiempo.
El caballo andaba trotando en una planicie, las montañas que habían quedado atrás no se notaban, pero en cambio, al frente de ellos se divisaba una alta torre de guardia.
—Es una de las torres del Reino —señaló Ray.
—Interesante, nunca había visto una tan alta. —Admiró Violeta la forma de dicha construcción llena de ladrillos, que medía alrededor de cien metros de altura.
El aire era fresco en ese lugar, el cabello de la princesa ondeaba con la brisa y se sentía el entusiasmo que tenía ella por llegar. La actitud confiada y alegre que estaba mostrando contrastaba con la cara de enojo y tristeza que había expresado días atrás. Era como si una nueva Violeta hubiera emergido desde su decisión de ser mercenaria.
Luego de acercarse más a la torre, se divisó una muralla ancha y circular más alejada, era el Reino de los Mercenarios. Ray hizo que el caballo pare y luego creó una esfera de luz con su mano, Violeta lo miró extrañada y él seguidamente alzó el brazo.
La esfera mágica salió disparada hacia arriba con mucha velocidad y dejó una estela lumínica por donde pasaba, hasta que desapareció.
—¡Wow! —Expresó Violeta asombrada—. ¿Por qué hiciste eso?
—Por nada en particular. —Ray se volteó y sonrió al ver que Violeta continuaba mirando hacia arriba—. Bueno, te cuento, fue para avisarles a todos que traigo a una princesa conmigo.
—¿Qué dijiste? —Violeta dejó de ver la estela y se fijó en la cara burlona de Ray.
—Que fue para avisar a los guardias que soy un mercenario, así no nos persiguen —contestó con algo más de seriedad.
—Oh, entiendo —dijo aliviada.
Ray hizo andar al caballo nuevamente. Pasaron por el lado de la torre y Violeta vio como habían varias personas dentro de esta observándolos. Siguieron el camino hasta acercarse mucho más a las murallas, que fueron ganando una sensación de majestuosidad a medida que avanzaban. Dichas murallas circulares rodeaban a toda la ciudad, su altura se extendía a unos diez metros y aún con la vista tapada, se lograba ver un castillo en el centro de todo.
Se dirigieron hacia el lado este de las murallas y llegaron donde había una gran puerta de metal abierta, en la cual muchos hombres vestidos con armaduras y trajes entraban y salían.
Un guardia desde la cima de la muralla los vio y les saludó:
—¡Ray! —dijo reconociéndolo—. Cuánto tiempo, cada vez sales a misiones más largas y lejanas, ¿eh?
Ray asintió y luego el guardia miró a Violeta.
—¿Es tu mujer? —bromeó.
—Algo así —contestó el mercenario—, la traje para que comience la prueba de los iniciantes, así ambos seremos mercenarios y podremos estar juntos.
Tanto Violeta como el guardia se ruborizaron al oír esas palabras, Ray se despidió y continuó dirigiéndose hacia la puerta.
«¿Y podremos estar juntos?», se cuestionó Violeta. «En verdad, ¿qué soy para Ray?, ¿acaso piensa estar conmigo todo el tiempo?».
Tras bombardearse con esas preguntas que le hacían revolotear sus emociones, la muchacha cayó en cuenta de algo más.
—Hey, ¿Para convertirme en mercenaria tengo que pasar una prueba?
El hombre la miró por unos segundos y luego continuó. El caballo se detuvo al lado de una galera grande donde se estaban montando varias personas.
—¿No te lo había dicho?... desde aquí te irás a una fortaleza y debes superar a todos los aspirantes para lograr ser mercenaria.
—¿¡Qué!? —gritó Violeta, que no comprendía nada. Intentó hacerle más preguntas, pero Ray se había bajado del caballo y estaba hablando con uno de los guardias.
«Superar a todos los apirantes», pensó mientras se fijaba en el conjunto de personas que estaban entrando a la galera, hasta que el movimiento de la mano del mercenario le llamó la atención, pues la estaba llamando.
Se desmontó del caballo, cogió las riendas con los brazos y caminó guiando al animal hacia donde estaban el guardia y Ray. Miró a su compañero muy confundida y este sonrió, tocó su hombro derecho, arrebató de sus manos las riendas del caballo y le dio un empujoncito tocándole por la espalda. Tras dar dos pasos hacia el frente, Violeta se volteó y le echó una mirada furiosa a Ray. Este, para su sorpresa, le dio un beso en la frente y le susurró:
—Solo gánale a todos, estaré apoyándote. Y por favor, sube a la galera.
De inmediato el mercenario se subió al caballo, le miró por última vez y luego de unos segundos señaló al lugar en donde los aspirantes estaban entrando. Para cuando Violeta giró la cabeza y volvió a mirarle, ya Ray se había ido hacia dentro de las murallas.
El guardia que estaba al lado de Violeta le dio un pequeño toque en el hombro y le dijo que entrara a la galera, pues ya se irían.
Violeta subió y se quedó paralizada dentro de la galera por unos instantes, pues todos los hombres le estaban clavando los ojos. Al mirarlos, se fijó en los músculos que estos tenían, en los trajes de cuero y armaduras que poseían, y además en las espadas, hachas y cuchillos que traían consigo. La princesa, con una ropa de tela y sin armas, dio varios pasos, cruzó entre ellos y se sentó en el único espacio que quedaba libre. El hombre que le quedó al lado siguió mirándola fijamente, pero ella intentó ignorarle lo más que pudo.
La galera era bastante amplia dentro, la tela blanca que cubría los lados y el techo se veía muy resistente, los bancos que tenía a cada lado eran suaves. Pero Violeta no estaba para nada cómoda, ya que tapó su nariz debido al olor corporal que desprendían todos ahí dentro.
Para la sorpresa de ellos, justo cuando los cuatro caballos que le transportaban iban a comenzar a andar, entraron seis personas más y se pararon en el medio de todos. La galera estaba más llena de la cuenta, pues eran veinte los que iban apretujados, Violeta no podía aguantar y quería gritar y largarse de ahí... pero los caballos aceleraron el paso y se alejaron de la ciudad, ya no había vuelta atrás.