El Reino de los Mercenarios: La princesa Violeta

Capítulo 7

Violeta y Ángel se encontraban parados e ilesos, uno al frente del otro, no se habían hecho daño alguno y tenían expresiones de sorpresa. Todo el público estaba en silencio, pues no sabían qué había pasado.

Violeta movió la mano e intentó tocar a Ángel, pero sintió una barrera mágica que lo separaba de él, las esferas de energía habían chocado contra eso.

—¿¡Ya dejarán de jugar!? —preguntó una fuerte voz desde la gran puerta de hierro que se había abierto del lado contrario.

Ángel, Violeta, Alan y todos los demás se voltearon y divisaron a un señor moreno, calvo, con una barba blanca y los brazos cruzados. El señor estaba desprendiendo un aura de energía de color azul, mismo color que tenía la barrera.

—Bueno, como ahora tengo la atención de todos, me presento. Mi nombre es Theobald, alto mando de este reino y para ustedes seré su perdición. Seré yo quien dirija estas pruebas y al parecer ya hay dos que comenzarán en la cuerda floja.

Violeta tragó seco, estaba asustada, no creía que sus acciones la llevarían a tal situación apenas comenzando ese día. Ángel, por su parte, medio sonrió y en su compañía su grupo de secuaces rieron a carcajadas.

—¿Les causa gracia? —preguntó Theobald—, espero que continúen sonriendo al final del día.

El alto mando movió un pie al frente y alzó sus brazos haciendo una postura de batalla, luego hizo como si estuviera jalando algo y saltó hacia atrás. Tanto Ángel como Violeta sintieron una barrera a sus espaldas que los empujó fuertemente, los arrastró por todo el salón y luego pararon súbitamente. Ambos cayeron al suelo y cuando miraron al frente, Theobald se encontraba a un pie de ellos, era inmenso ante los ojos de Violeta.

Ángel se paró de inmediato con cara de seriedad y se quedó mirando a la princesa, que continuaba en el suelo, sudando frío y atemorizada.

—¿Ya lo sientes, niña? La ley del más fuerte —comentó Ángel.

Theobald creó una esfera de energía azul y en un movimiento amenazó al rebelde.

—Si vuelves a decir una palabra te quedas sin cara.

El muchacho bajó la cabeza a modo de disculpa y se apartó, luego el alto mando se dirigió hacia Violeta nuevamente, que se encontraba agarrándose la cabeza en esa ocasión.

—Este no es un lugar para jugar, chiquilla. Si crees que no puedes aguantar la presión, lo mejor será que abandones y te vayas.

La muchacha se calmó un poco y susurró algo que solo el alto mando pudo escuchar.

—No lo haré.

—Entonces morirás —sentenció Theobald.

El aura azul comenzó a rodear completamente a Violeta, ella aún se encontraba arrodillada y con un miedo que aumentaba a cada segundo. Y peor se sintió cuando sus brazos fueron envueltos con la energía de Theobald, así como sus piernas y seguidamente todo su cuerpo. Ella no podía hacer nada, la energía en la que se encontraba era demasiado densa y poderosa, tanto que su cuerpo comenzó a levantarse en contra de su voluntad.

Violeta se alzó al aire y comenzó a hacer muecas de dolor, pues el aura le apretaba en todas partes del cuerpo. La princesa estaba a merced del alto mando.

—Abandona —repitió.

—No... no lo haré —volvió a decir la muchacha, esta vez apretando los dientes y dejando escapar algunas quejas.

—Bien, que sea como tú quieras.

—¡Ahhhhh! —gritó la princesa con todo su ser, pues el dolor en sus extremidades se había vuelto insoportable.

Alan estaba atónito en su lugar desde varios minutos atrás, había comenzado a admirar a Violeta gracias a sus actos imprudentes y no quería dejarla morir así, aún si eso significaba enfrentarse a un alto mando de los mercenarios.

El joven desenvainó su espada con decisión y corrió hacia ese lugar, pero divisó una luz púrpura bastante fuerte proviniendo de Violeta. El muchacho se detuvo y luego un estallido lumínico muy grande recorrió todo el interior del edificio, haciendo que tanto el espadachín como Ángel y muchos de los presentes cayeran al suelo.

Los ojos de Alan vieron borroso por unos segundos y después se le aclaró la vista: Violeta se encontraba de pie, parecía exhausta, pero aún intentando defenderse. Theobald estaba sorprendido y el aura azul se había esfumado.

—¡Yo me convertiré en mercenaria! —gritó la princesa... y cayó de rodillas.

—¡Violeta! —gritó Alan y fue en su ayuda, volvió a envainar la espada y sostuvo a la señorita de brazos.

Ángel se dirigió hacia su grupo, disgustado.

Theobald, el alto mando, por su parte sonrió de alegría, como si hubiese encontrado oro.

—Al parecer pequeñas promesas se encuentran hoy en este lugar —susurró para sí mismo y después llamó a otros hombres que estaban fuera.

Cinco mercenarios estaban aguardando para entrar a la fortaleza, presenciaron todo el evento hasta que Theobald los llamó, entonces entraron. Dos fueron a atender a Violeta, mientras que los demás posaron a los lados del alto mando. El conjunto completo daba la sensación de ser unos veteranos de guerra. Entre estos estaba la mercenaria llamada Rubí, quien el día anterior se había encontrado con Ray y Mauro en el castillo.

—Para quien aún no lo sepa —dijo Theobald—, las pruebas de los iniciantes ya comenzó. Les presento al escuadrón de instructores, cada uno de ellos les pondrán duras pruebas que deberán superar.

Tras decir eso la mayoría de los instructores se apartaron y quedó Rubí a su lado.

—En primer lugar está Rubí, esta pelirroja les explicará un poco sobre la magia y al final de este día todos deben dominarla, sino, serán descalificados.

—¿Qué? —cuestionó uno de los participantes—, yo vine aquí sin nunca antes haber visto magia, ¿y ahora quieres que la aprenda a usar en un día?

—Esa pregunta te la contestará la instructora del día de hoy —aclaró Theobald, le dio unas palmadas en el hombro a Rubí y se marchó junto a los demás instructores.

—Así es —contestó Rubí sin perder el tiempo—, este es el Reino de los Mercenarios. No hay cabida para personas que no sepan usar magia. Si crees que es demasiado para ti desde ya, es bueno que te largues.



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En el texto hay: accion, amor, fantasia aventura reinos

Editado: 31.01.2023

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