El Reino de los Mercenarios: La princesa Violeta

Capítulo 8

—Todos tenemos energía mágica en nuestro interior —explicaba la instructora Rubí—, la cual se denomina como energía interna, solo que la mayoría de las personas la tienen semi cerrada.

»Sin embargo, es con esta energía que todos nosotros, incluyendo a los animales, podemos movernos, ya que existe un flujo constante en nuestro interior. Es así como la magia que conocemos no es más que la liberación y manipulación de nuestra energía interna. El trabajo de hoy consiste en crear una esfera de luz, que es la forma más básica y fácil de crear magia.

»Primero debemos estar concentrados, pues, sin la concentración es imposible crear magia. Además, una vez cada quien lo esté, debe focalizarse en un punto en específico del abdomen, que es donde se encuentra el núcleo de nuestra energía interna. Si es necesario, cerrar los ojos y, como si fuera un río, visualizar mentalmente que esta energía recorre todo el cuerpo hasta llegar al lugar donde vamos a expulsarla.

»Es ahí donde utilizar una o ambas manos nos resulta muy útil, pues es más fácil llevar nuestra energía hacia una mano y de ahí liberarla, que llevarla a un punto en el aire. Aunque claro, después de un tiempo el practicante podrá hacerlo sin manos y no solo crear una, sino varias esferas de energía.

Para mostrar su ejemplo Rubí hizo un movimiento suave con su brazo y alrededor de ella aparecieron 5 pequeñas esferas de energía de color rojas. Las cuales comenzaron a dar vueltas formando un especie de círculo y luego salieron disparadas hacia arriba y se esfumaron.

—Antes de comenzar, sin embargo, debo hacer un llamado a todos los que ya puedan crear una esfera de luz, por que sé que aparte de Ángel y Violeta, hay algunos más aquí que saben algo de magia.

Al decir esas palabras, varias personas pasaron al frente, entre ellos habían dos de los secuaces de Ángel, un hombre con una bufanda naranja y una muchacha más. Rubí les dijo a cada uno que crearan una esfera de luz y así lo hicieron, entonces llamó a Ángel, a Violeta y a todo ese grupito los mandó hacia otra habitación para que no interfirieran con el aprendizaje de los que no sabían.

Alan vio como Violeta, su única esperanza para aprender magia, se alejaba de él. Así que comenzó a sudar y a ponerse nervioso.

«¿Lo lograré?», se preguntó.

Luego vio como Violeta se volteó, lo miró fijamente, alzó la mano e hizo una mímica con la boca: "Tú puedes", fue lo que Alan pudo entender.

—¡Lo lograré! —afirmó en voz alta, esta vez con confianza.

Tres horas después, estaban todos los participantes repartidos en el salón. Algunos estaban apoyados en las paredes y en los suelos. Otros sentados en las escaleras e incluso en el segundo nivel. Unos tantos comían en la cocina, pues ya era la hora del almuerzo. Y a pesar de todo ese tiempo transcurrido, nadie había podido crear una esfera de luz.

Rubí se paseaba de lugar en lugar viendo los esfuerzos de cada quien, unos les preguntaban más acerca de algún consejo y ella les explicaba con gusto, otros estaban charlando entre sí y unos pocos habían abandonado. Pero aún así habían quienes nisiquiera la veían ni le preguntaban nada, pues en vez de buscar por algún truco, se habían puesto a meditar.

Alan era uno de esos. Se había sentado en el suelo metálico del segundo nivel y había cerrado los ojos. Intentó visualizar mentalmente la energía interna que se supone se concentraba en su abdomen, pero sonidos de sus tripas fue lo que escuchó, no había comido nada más después del pan de la mañana.

Intentó llevar toda su energía a las manos, imaginando al río que Rubí había explicado. Pero en lugar de eso recordó cuando él nadaba en las aguas del lago que había en su región, así que no logró concentrarse y ninguna esfera de luz salió.

—¡Aahh! —se quejó rascándose la cabeza y jalándose el cabello castaño—. Es muy difícil.

El joven abrió los ojos y divisó a la preciosa instructora al frente de él, mirándolo.

—Ho-hola —la saludó con nervios.

Rubí sonrió como si fuera una serpiente a punto de comerse a su presa. Se posó justo al lado del espadachín, el cual aún se encontraba sentado en el suelo. Acercó sus dulces labios a los oídos de este y le preguntó susurrando:

—¿Vienes del otro lado del mar, verdad?

—¿Eh? Ah, si señora, ¿cómo lo supo?

—No me digas señora —le reprendió, se arregló un mechón de cabello con la mano y puso su cara a solo unos centímetros de la de él—, soy tan joven como tú.

La mirada penetrante que tenía flecharía a cualquiera y Alan no era la excepción.

El espadachín sonrió, aún más nervioso que antes, el corazón le latía a mil por minuto y la respiración que emitía estaba tan caliente como un baño de sauna.

Rubí sonrió también, la delgada nariz que tenía, las pecas en la mejilla y los distintos cabellos que le rodaban por la cara le daban un toque de elegancia sin igual.

—Creo que provenimos del mismo lugar, es por eso que tu vestimenta se me hace tan conocida.

—Oh, ya veo, con razón tu cabello es rojizo.

—Bueno, querido espadachín, ya que venimos del oeste, te daré una pista para que puedas crear tu primera esfera de luz. Pero será un secreto entre nosotros, ¿de acuerdo?

—Claro seño... rita —se corrigió—, doy mi palabra, no se lo contaré a nadie.

—Magnífico.

Seguidamente Rubí puso la mano en el oído de Alan, se acercó de nuevo y le susurró varias palabras. Tras decirle el secreto, le dio un pequeño mordisco a la oreja.

—¡Auch! ¿Por qué hiciste eso? —se quejó el muchacho mientras se agarraba la oreja.

—Es mi recompensa —bromeó la pelirroja con un dedo en sus labios, dio media vuelta y se dirigió hacia el primer nivel.

Tras ese hecho, Alan se quedó en las nubes por un largo rato. No sabía si ese "secreto" era realmente un consejo para manejar la magia o si solo estaba jugando con él. Aunque igualmente, valía la pena intentarlo.



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En el texto hay: accion, amor, fantasia aventura reinos

Editado: 31.01.2023

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