Alan se llenó de júbilo y gritó de alegría, pues había sido el primero de todos en crear una esfera de luz y estaba un paso más cerca de ser mercenario.
Pronto muchas personas lo rodearon y comenzaron a hacerle preguntas, pero él se mostró antipático y los evadió, se dirigió hacia Rubí y le preguntó si podía pasar a la habitación donde estaba Violeta y los demás.
—Oh, ¿no sabes caminar bien y ya quieres correr? —cuestionó la instructora—. No tan rápido mi querido espadachín. Recuerda que la condición para pasar esta prueba es que hagas una esfera del tamaño de tu puño, no del de una nuez.
Al decir eso, Alan se sorprendió, pero inmediatamente puso la cara seria y se volteó diciendo:
—En solo un momento lo haré, muchas gracias por el consejo.
—Es un placer.
Alan duraría el resto del día intentando crear una esfera de luz tan grande como su puño y, además de él, algunas personas más lo lograrían.
Mientras eso pasaba, en la habitación en donde estaba el grupito de Violeta, algo más estaba aconteciendo.
Dicha habitación era cuadrada, amplia y con todas las paredes metálicas. Estaba vacía, a excepción de un hombre muy alto y flaco que había en el centro, el cual era otro de los instructores. Tenía un traje de cuero apretado que cubría todo su cuerpo y su cabello era puntiagudo.
—Bienvenidos, magos primerizos, soy el instructor Kúgel. Si piensan que por saber algo de magia lo tendrán fácil para ser mercenarios, están muy equivocados.
Al decir eso, hizo una extraña pose, levantó la pierna izquierda formando un cuatro, el brazo derecho lo extendió hacia arriba y el otro lo puso en su pecho.
—Por lo que veo son 6 en esta ocasión, pónganse uno del lado del otro mirando hacia mí.
Violeta se inquietó de repente, pues el instructor Kúgel había comenzado a emitir aura, así que se preparó para cualquier cosa que puediera pasar. Sin embargo sintió como alguien le agarró de la mano y al voltear a ver, era la otra muchacha del grupo, que se veía asustada.
—H-hola Violeta, soy Clara, ¿podemos formar un equipo? Así nos defenderemos... de esos hombres.
Violeta asintió con cautela, pero la muchacha se emocionó y la arrastró de brazos hacia el lado derecho, quedando Ángel, el muchacho de la bufanda naranja y los demás apartados de la princesa.
Luego de que los seis concursantes se pusieran uno al lado del otro, el instructor Kúgel hizo un movimiento con sus manos y alrededor de él aparecieron seis esferas de color blancas, las cuales se ordenaron de la misma forma en como estaban ellos.
—¡Piensen rápido! —dictó Kúgel.
Inmediatamente las seis esferas salieron disparadas en línea recta, una por cada uno de los principiantes.
Ángel y el muchacho de la bufanda naranja crearon barreras de energía al frente con las cuales se protegieron del impacto.
Los dos secuaces de Ángel intentaron evadir las esferas, pero uno no lo logró a tiempo y fue golpeado en el hombro.
Violeta, por su parte, creó una esfera de luz con su mano derecha con la intención de chocarla, pero sintió como Clara la jaló hacia un lado, pues aún la estaba sujetando de la mano. La princesa se enojó bastante y forcejeó para librarse de la muchacha en el tiempo justo para cubrirse de la esfera que iba dirigida hacia su compañera.
El choque entre la esfera de Violeta contra la de Kúgel creó un estruendo que llenó de presión el lugar y desvió la restante hacia una pared.
—¡Muchas gracias! —gritó Clara y abrazó a Violeta por la espalda—, eres la mejor.
—¡Deja de abrazarme! —dijo la princesa enojada y se le despegó—, no volveré a ayudarte, así que defiéndete tu misma.
—Está bien, lo intentaré.
Violeta se puso en su posición nuevamente y vio como Kúgel se dirigió hacia el secuaz de Ángel que estaba quejándose de dolor en el suelo.
—Estás fuera —sentenció el instructor, seguidamente lo agarró por un brazo, abrió la puerta y lo lanzó fuera de la habitación como si de un muñeco de trapo se tratase. Volvió y cerró la puerta, entonces dijo—: ¿Continuamos?
Inmediatamente todos se tensaron, pues comprendieron que un simple descuido podría costarles la expulsión de la prueba y, por lo tanto, el impedimento de pertenecer al Reino de los Mercenarios.
—Veo que ya dos de ustedes saben hacer barreras de energía —mencionó Kúgel mientras caminaba rodeándolos—. ¿Sabrán también hacer disparos? Si es así, dispárenme. Si alguno me da un golpe con una esfera de luz, pasará la prueba.
Ángel sonrió con su risa loca y creó una esfera blanca. Alzó el brazo y se la lanzó como si de una pelota se tratase, pero Kúgel reaccionó y evadió la esfera de energía formando una extraña pose como la del inicio.
El muchacho le lanzó varios disparos de energía más, pero Kúgel continuó evadiéndolos como si fuese un juego. Entonces comenzó a saltar y se mezcló con el grupo, haciendo que todos se muevan para defenderse de las esferas de luz que Ángel lanzaba.
Violeta agarró a Clara, la muchacha que había defendido, y corrieron de un lado a otro. El hombre de la bufanda naranja creaba barreras de energía para defenderse de las esferas. Mientras que el secuaz de Ángel que había quedado se le había unido a él y estaban lanzando esferas en conjunto, pero Kúgel las evadía todas saltando y moviéndose como si estuviera bailando.
—¿Cómo es que es tan rápido? —se quejó Ángel, que ya comenzaba a cansarse. Sus esferas de luz eran cada vez más pequeñas y más lentas.
En una ocasión el hombre de la bufanda vio una oportunidad y actuó rápido. Creó una esfera de luz naranja, se puso a la espalda de Ángel y al ver que Kúgel dio uno de sus saltos, hizo el movimiento: puso la palma de su mano en dirección al instructor y liberó una gran cantidad de energía, dicha energía impulsó a la esfera y esta salió disparada a mucha velocidad y en línea recta.