Violeta estaba recostada en una camilla, siendo atormentada por una pesadilla denuevo. Movía los ojos de un lado a otro e incluso se quejaba a veces.
En un momento sintió como alguien le puso la mano en la frente y despertó de golpe. Apartó la mano y se incorporó, entonces notó a la persona en cuestión: era Clara.
La muchacha era blanca, con el cabello rubio pero corto, y tenía una cara de sorpresa debido al rápido levantamiento de Violeta.
Luego de tranquilizarse, la princesa notó a su alrededor. Aún se encontraba en el salón de las paredes metálicas y los demás estaban parados a su alrededor, viéndola.
—Al fin despiertas —señaló el instructor Kúgel, quien estaba apoyado en la pared y tenía un pie cruzado con el otro —, puedes tranquilizarte, pues gracias a tus hazañas todos pasaron la prueba.
—¡Oh! —se sorprendió Violeta y sonrió—. ¡Cuánto me alegro!
Clara también sonrió, aliviada de que su salvadora se encontrara bien, mientras que Ángel miró hacia otro lado, resoplando.
—Bien —Kúgel se separó de la pared y se dirigió a la puerta—, descansen un rato más, yo iré al salón principal a ver si la otra prueba ya terminó.
Abrió la puerta y tras cruzarla la cerró nuevamente. Quedando los 5 principiantes solos.
Todos se quedaron callados por varios minutos, pues el momento se volvió incómodo. La noche ya había llegado y entraba una luz tenue por la única ventana de la habitación.
Las dos muchachas estaban sentadas en la camilla mientras que los tres hombres miraban a distintos lugares para evitar malentendidos.
—Jaja —se rió Clara rompiendo el silencio y tapó su boca enseguida. Se calmó haciendo una respiración profunda y luego continuó—, humm... ¿Qué tal si nos presentamos más adecuadamente en lo que llega el instructor? —alzó la vista para ver si le prestaban atención y efectivamente todos la estaban mirando.
—Buena idea —agregó el secuaz de Ángel, que era muy enérgico.
—Genial —Clara sonrió y comenzó a presentarse—. Mi nombre es Claridad de Cascada, pero todos me dicen Clara. Provengo de la Ciudad Acuífera, la cual es aliada de este reino y gracias a eso tuve la oportunidad de aprender sobre la magia desde muy temprana edad, aunque nunca he estado en una batalla.
—¡Interesante! —exclamó el secuaz—, entonces has tenido una vida de perlas.
—Así es, jaja.
—Ahora seguiré yo —dijo animado—. Soy Ezio de las Rocas Vivas, que se encuentra en las montañas del norte. Ángel y yo hemos sido amigos desde niños y siempre quisimos ser mercenarios, así que entrenamos duro, luchamos en varias batallas y aquí estamos —dijo sonriendo, pero luego se le quitó la sonrisa—, vinimos con otros compañeros y el que entró con nosotros, por descuidado fue expulsado.
—Yo Soy Ángel —intervino el otro a su compañero—, todo lo demás lo acaba de decir este tipo —se acercó donde Ezio y le dio un pequeño golpe en la cabeza.
Al hacer eso varios rieron y luego miraron hacia el hombre de la bufanda naranja, que era moreno y tenía la cabeza rasurada, este se sorprendió un poco, pero luego comenzó a hablar.
—Mi nombre es Néstor, provengo del Bosque de las Tribus y hasta hace poco pertenecía a la tribu de los Antófilos.
—¡Oh! —expresó Ezio asombrado—, eres el primer antófilo que conozco.
—Yo también estoy sorprendida —añadió Clara—, ¿Cómo hiciste para llegar aquí?
—Es una larga historia, la contaré en otra ocasión.
Violeta estaba muy atenta a la conversación, pero no tenía idea de nada de lo que decían. ¿Ciudad acuífera?, ¿Rocas Vivas?, ¿Bosque de las Tribus?, ¿Antófilos? Todos esos lugares le sonaban a un cuento de hadas. Ella ni siquiera sabía de la existencia del Reino de los Mercenarios hasta hace unos días y ahora sus fronteras se estaban expandiendo más.
—El mundo es muy grande —susurró para sí, pero Clara la escuchó.
—¿Y tú, Violeta, de donde provienes?
Al escuchar esa pregunta Violeta se puso nerviosa. Sabía que no podía revelar su identidad a nadie, pero estaba en esa situación comprometedora y ya todos habían participado.
—Pues... Yo... —dijo con la voz quebrada, «debo decir algo, lo que sea», pensó, pero su falta de información sobre el mundo le estaba jugando en contra.
La muchacha bajó la mirada y levantó las piernas, se mostró muy sombría al hacer eso e incluso dejó liberar un poco de aura que alertó a todos.
—¡Oye! —advirtió Ezio—, no tienes por qué esforzarte. Si no puedes decirnos por cualquier motivo está bien. Puedes conf... ¿Qué?
Ángel agarró a Ezio de los hombros y lo apartó. Se acercó a Violeta y ella lo vio con los ojos aguados.
—Tú, ¿acaso no sabes de donde provienes? —preguntó enojado—, aquí todos nos presentamos y tú, aún siendo quien nos salvó en la prueba, ¿no puedes confiar en nosotros?
Tras decir eso comenzó a liberar su aura blanca y en respuesta Clara se interpuso entre ambos y liberó su aura verde. El choque de auras llenó de presión la habitación y cada uno de ellos estaba preparado para luchar, menos Violeta.
La princesa se levantó y agarró a Clara por el hombro, le dijo que estaba bien e hizo que se calmara. Se limpió la lágrima del ojo y sonrió con algo de nervios hacia Ángel, quien aún estaba liberando energía. Entonces dijo:
—Está bien, les contaré.
Ante esas palabras Ángel dejó de liberar energía y le prestó atención. Mientras que Ezio, Néstor y Clara bajaron la guardia.
—Yo... provengo del desierto, de un pueblo que fue arrasado por la nación Nuria —mintió, pero luego dijo una verdad—. Por eso vine aquí, para volverme más fuerte y... tener un lugar al cual pertenecer.
—Lo siento mucho —Clara la abrazó tiernamente.
Los demás le dieron unas palmadas en los hombros a excepción de Ángel, que se negó a demostrarle alguna debilidad y miró a otro lado.