Las aves comenzaron a cantar con emoción tras salir los primeros rayos del sol. Algunos guardias que habían patrullado en los jardines toda la noche hicieron el cambio de turno y al fin se fueron para sus casas a descansar. Las distintas flores que adornaban los jardines y los arbustos que estaban cuidados y recortados lucían con colores vivos.
Violeta despertó suavemente. Notó que estaba abrazando la almohada y sonrió debido a la comodidad que sentía. Estiró sus brazos para despertar mejor y tras quedarse un rato más recostada y sintiendo el calor de las sábanas, al fin se levantó.
«Hora de comenzar el día», pensó mientras se quitaba la túnica para entrar al baño.
Tras darse una ducha fría, se aseguró de arreglarse muy bien, debido a que debía estar lista para asistir a la ceremonia de iniciación lo más temprano posible. Se secó todo el cuerpo con la toalla, se hizo un peinado en el que lucía su largo cabello y aprovechó para ver las distintas vestimentas que habían en su habitación a disposición para su uso de forma gratuita.
Entre la búsqueda encontró un vestido de color violeta con negro, con corsé, de hombros descubiertos y falda amplia.
—Este será —dijo sonrojándose—. Si hoy es mi último día usando esta habitación y siendo tratada como una princesa, entonces lo aprovecharé al máximo. Después de la ceremonia seré tratada como una mercenaria y entonces viviré de una forma distinta. Así que no debo arrepentirme.
Sacó el vestido y lo colgó en un lugar aparte, se vistió con otra de sus ropas normales que había usado antes y abrió una puerta para encontrar una mesa con muchos platos servidos para el desayuno.
Cada mañana y cada noche llegaba una de esas mesas rodantes a su habitación y ella, al haber estado pasando por una situación problemática anteriormente, apenas había probado algunos de esos alimentos, pero ese día era diferente.
Se sentó en la mesa y saboreó la comida con alegría, y a pesar de que comió poco, porque ya se había acostumbrado, igual lo disfrutó.
Luego de un rato más, se continuó arreglando y por fin se puso el vestido, se abrochó el corsé como pudo hasta que lo ajustó a su cuerpo, y se sentó a reflexionar durante unos minutos más al lado de una ventana con vista hacia las flores mientras esperaba que la busquen.
Ray llegó a los jardines temprano. Casi siempre vestía de negro y ese día no fue la excepción. La capa que llevaba puesta ocultaba un traje de cuero resistente que muchas veces ha usado para batallar. En ese reino la mayoría de las personas vestían ropas y armaduras para batallar, debido a que todos son mercenarios, guardias e hijos de mercenarios.
Ray habló con uno de los guardias que recién había comenzado el turno y este lo saludó amablemente. Era Amice, el guardia que había estado con él cuando luchó contra Mauro. Lo dejó pasar con alegría y él entró a los pasillos. Vio como las distintas flores estaban abiertas liberando el olor característico que siempre se hacía presente en esos jardines e inmediatamente pensó en Violeta, puesto que había asociado esos olores a ella misma.
Entró al pasillo en donde estaban las habitaciones y llegó a la puerta donde ella dormía, dio dos toques a la puerta y escuchó la voz de la muchacha dentro:
—puedes pasar.
Ray giró la manilla y abrió la puerta, entonces divisó a Violeta sentada al otro lado con el vestido negro con líneas violetas puesto, ella tenía una pierna estirada, una mano apoyada en su barbilla y con el cabello largo siendo movido por el viento que entraba por la ventana, se veía...
—Hermosa —se le escaparon las palabras.
—¿Qué dijiste? —preguntó ella, que al parecer estaba despistada pensando en varias cosas.
—¿Eh? Humm, nada —contestó él, algo nervioso.
Entonces ella lo vio con atención. La capa negra que él llevaba lo hacía ver genial, y aunque con esta se ocultaban sus brazos, su cabello y la ropa que llevaba, igual se notaba el cuerpo prominente de tenía. Los músculos que ella antes había visto estaban ahí, en algún lugar detrás de su ropaje. Además sus ojos marrones la miraban fijamente en esa ocasión, y aunque se le notaba algo nervioso ante su presencia, Violeta sabía que Ray era un hombre que confiaba mucho en sí mismo.
Después de que ella lo ojeó, se dio cuenta de que se estaban mirando mucho entre sí, por lo que se puso algo nerviosa también y se levantó de la silla. La falda se onduló siguiendo el rápido movimiento que ella hizo y seguidamente ella se acercó a él de forma coqueta.
Ray tuvo un temblor casi imperceptible al ver como ella se acercó a él, pero inmediatamente se calmó.
—¿Nos vamos? —preguntó Violeta, con una voz suave.
—Si, acompáñame, dijo él con su voz grave.
Ambos salieron de la habitación, cerraron la puerta, caminaron uno al lado del otro y hablaron entre sí mientras se dirigieron al castillo.
Se dirigieron por un camino que atravesaba los jardines y llegaron a la parte de atrás del castillo, ahí había una entrada que se usaba sólo en ocasiones especiales como esa.
La puerta era de metal y no llamaba la atención. Para la ocasión habían dos guardias custodiando y al ver que Ray y Violeta llegaron, abrieron la puerta.
Ambos entraron y pasaron por un pasillo oscuro. «En realidad es una ceremonia secreta», pensó Violeta al comenzar a subir unos escalones en espiral para subir a la cima de una de las torres. «No hay adornos, alfombras ni personas, es como si me fueran a llevar a una prisión», miró a Ray por un momento, que estaba subiendo los escalones delante de ella, y vio lo serio que estaba.
Al llegar a la cima de la torre, entraron a un salón que tenía una alfombra redonda en el centro, ahí estaban el rey Mauro, Xandros, Bors y Rubí.
—Buenos días —saludó Ray.
—Buenos días —repitió Violeta sonriendo.
Todos los miraron y pusieron caras alegres.
—Te ves bien, Violeta —dijo Mauro con una sonrisa al verla con el vestido puesto.