El rincón de los condenados

1. Este adiós no es para siempre

Ayer fue un día triste y desolado para mí y mis hijos. Sepultamos la pequeña cajita que nos entregaron en el hospital, cajita que contenía una gran parte de mi vida, las cenizas de mi esposa, las cenizas de aquella bella mujer con quien pasé 53 años de mi difícil y loca vida, a la que este Covid maldito, me acaba de arrebatar. 

¿Cómo continuaré sin ti? Escribieron mis temblorosos dedos, - No lo sé, seré paciente y esperaré, tal vez si tengo suerte, dentro de poco, yo también siga tus alegres y gruñones pasos. Por el momento me dedicaré a recordar cada paso que dimos juntos en el loco camino del amor, para mantener viva tu esencia en mi corazón. Salúdame a nuestro Samer, te amo, nos veremos pronto. 

Mi hijo se me acercó mientras enviaba el mensaje en el celular, sabía que ella ya no lo iba a leer, pero hacerlo, calmaba un poco mi tormentoso dolor. 

  _ Papá, no te hagas esto, me dijo sollozando Jackson, aquel hombre al que había tomado a mi cargo desde los dos años y al que amaba con mi alma entera. - te harás mucho daño. 

_ No te preocupes, será el último, aunque yo ya estoy dañado hijo, ya nada podrá reparar mi alma. 

Mi hija mayor me abrazó por la espalda, mientras secaba mis lágrimas con sus manos. 

_ Papá, no te puedes quedar solo en esta casa, me refiero a los días que siguen, mamá ya no está y no quiero que te quedes solo. Si deseas, puedes venir a vivir conmigo, a Mario no va a molestarle y a los chicos les va a encantar tener a su abuelo con ellos.  

_ No hija, no es necesario, estaré bien, sé que ella me acompaña aunque no pueda verla. 

Jackson me abrazó con fuerza. 

_ No te preocupes hermanita, yo me quedaré con él, afirmó tratando de sonreír. 

_ No hijo no es necesario, le respondí...

_ En realidad si lo es papá, suspiró Jackson, - el dueño me volvió a echar. 

_ ¡ Vaya!, no me sorprende, le respondió mi hija un poco enfadada, hasta él se cansa de tus estupideces. 

_ ¿Estupideces? ¿Qué estupideces? yo solo trabajo para vivir, al igual que muchos otros. 

¿De verdad? ¿Con cuántas personas te reunes a diario para divertirte sin ningún cargo de cociencia. ¿Crees que el dueño de esa casa no tiene miedo de que lo contagies, igual como hiciste con mamá? 

_Mariella, ¿Escuchas lo que estás diciendo? gritó Jackson sollozando, - yo no maté a mamá, yo no lo hice. 

Me separé de ellos sin decir nada y me dirigí a la habitación, que hasta hace unos meses atrás, compartía con mi esposa. Me dejé caer sobre la cama y desahogué en mi almohada mi dolor. Sabía que Jackson había ocasionado el contagio de modo no intencional , pero, ¿Cómo podría odiarlo por eso? Era mi hijo y lo amaba sin ninguna diferencia de sus hermanas. Esa era una promesa que le había hecho a mi esposa y no pensaba romperla nunca. Después de todo, así era Jackson, nunca había logrado sentar cabeza, a pesar de que ya teniá 51 años, seguía viviendo la vida a su manera. Pararse en un escenario y cantar era su pasión y eso lo impulsaba a ser como era, despreocupado, responsable con los compromisos económicos, pero no con la sociedad y eso era lo que mis hijas, a diferencia de mí, no le perdonaban. 

No supe en que momento terminaron de discutir, porque me quedé dormido. Me dirigí a la sala y encontré a mi hija menor, Rocío, dormida en el sillón, la observé detenidamente, recordando el momento en el que el guardia de la prisión me la entregó y el dolor de mi esposa cuando le confesé la verdad. 

Ella despertó sobresaltada por mi presencia. 

_ Papá, siéntate. ¿Quieres cenar? Me preguntó con tristeza. 

_ No, no tengo hambre hija, ¿Dónde están tus hermanos?

_ Mariella se enojó tanto, que se fue a su casa, me dijo que vendría con la policía, si Jackson traía sus cosas aquí. 

_ ¡De verdad no puedo creerlo! La decisión debería tenerla yo, después de todo. 

_ Papá, pero Mariella tiene razón. Si Jackson se queda aquí y sigue llevando la vida que lleva, te puede contagiar. Ya perdimos a mamá. 

_ ¿A dónde fue él? 

_ A arreglar su situación supongo, le he dicho que puede quedarse en mi casa hoy, porque yo voy aquedar aquí esta noche. 

_ Me hubiera gustado que hoy todos mis hijos se quedaran conmigo. Aunque los años pasen, esta siempre va a ser su casa. LLama a Jackson, dile que venga, que traiga sus cosas, también a Mariella, dile que quiero cenar con todos. 

_ Papá, yo dudo que...

_ Acabo de recordar algo que tengo guardado en el almacén, es algo que tu madre y yo hicimos. Prometimos que algún día se lo mostrariamos a ustedes y, aunque ella ya no está, creo que este es el momento perfecto. 

Me levanté del sillón y caminé hacia el almacén. Rocío no me siguió, se quedó cumpliendo con mi pedido. Una extraña emoción invadió mi alma. Abrí la puerta del almacén e ingresé, tardé un poco en buscarlo, pero lo encontré. Era el diario que Meribel y yo habíamos escrito juntos, aquellas desgastadas hojas, tenían impregnada nuestra loca, difícil y hermosa historia de amor. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.