Jackson fue el primero en llegar, traía consigo una mochila con su ropa y una mirada llena de tristeza. Lo abracé adivinando su pensamiento.
_ No quiero que te sientas culpable, le dije, - no quiero que ninguno de mis hijos se sienta culpable o con resentimiento por lo que ha sucedido.
_ Pero Mariella me culpa y tiene razón, ¿Cómo es posible? Yo ni siquiera he sentido los síntomas, vine sin pensar que iba a contagiarla. Papá, si yo lo hubiera sabido, no hubiera venido, créeme...
_ Lo sé hijo. No te preocupes por tu hermana, está sufriendo mucho, al igual que todos y busca una manera de desahogarse.
_ Papá, pero, no quiero problemas con ella, no voy a quedarme...
_ Lo harás, la casa es mía y yo tomo la decisión, además, después de lo que voy a hacer, estoy seguro de que cambiará de opinión. Siéntate junto a tu hermana, hay que esperar a Mariella.
No pasó mucho tiempo para que Mariella apareciera en la puerta, preocupada, pensando en que algo malo me había sucedido. Así era mi hija. Ella y yo, siempre habíamos sido muy unidos, mi conección mayor era con ella, tal vez porque los dos eramos de piel oscura y teníamos el mismo caracter rebelde y agresivo. Su expresión cambió con rapidez al ver a Jackson en la casa.
_ Parece que te dije que...
_ No grites hija, le dije tratando de calmarla, - yo lo llamé, quería que mis tres hijos se quedaran conmigo hoy, no solo porque necesito su compañía, sino también, porque me gustaría mostrarles algo que he guardado por mucho tiempo. En cuanto a Jackson, no deberías culparlo, no te destruyas, nk lo destruyas a él. ¿Acaso no somos una familia?
_ Pues a él se le olvidó que lo éramos cuando andaba en sus salidas.
_ Si tu hermano cometió errores, tú también lo has hecho, no puedes juzgarlo por eso. No estamos aquí para juzgarnos, estamos para apoyarnos como la familia que siempre hemos sido, además, la decisión es mía, y yo he decidido que quiero que mi hijo pase unos meses conmigo, mientras encuentra donde quedarse.
_ Sí, tienes razón papá, tú lo decidiste, está bien, pero que no se te olvide que él mató a la mujer que amabas, tal vez no lo hizo intencionalmente, pero lo provocó. Discúlpame papá, pero no puedo quedarme, lo siento, dijo secando sus lágrimas y caminando hacia la puerta.
No hice nada para detenerla, tal vez era mejor así, necesitaba calmarse. Me dejé caer sobre el viejo sillón, cubriendo mi rostro con las manos. No quería que mi dolor hiciera sentir a Jackson, peor de lo que ya se sentía. Rocío se acercó abrazándome.
_ Papá, no te preocupes, dentro de poco, todo volverá a ser como antes. Seremos una familia unida de nuevo, iré a verla, no te preocupes, estará bien.
Asentí sin decir palabra y la seguí con la mirada, hasta que la puerta cerró. En aquella sala, solo quedamos Jackson y yo.
Él se sentó junto a mí, observando el viejo cuaderno que tenía en mis manos.
_ Eso es...
_ Es un diario, le respondí, - es un diario escrito por tu madre y por mí. Es la historia de nuestra relación, afirmé sonriendo. Quería leerles un poco a ustedes esta noche, pero creo que no se va a poder.
Jackson se levantó del sillón sonriendo.
_ Ven, me dijo tomándome del brazo, - vamos, hay que ir, iré por tu casaca, porque hace frío afuera.
_ Espera, espera hijo, ¿qué estás haciendo? ¿a dónde vamos?
_ Pues a casa de Mariella, vamos a reunirnos con ella. Rocío aún debe estar allí, asi que iremos, nos reuniremos y podrás leernos esa gran historia, papá ese es tu deseo y desde hoy en adelante, estoy dispuesto a ir al fin del mundo por cumplir todos tus deseos.
Abracé con todas mis fuerzas a mi hijo y no pude seguir reprochando, sabía que él no cambiaría de opinión, por lo que unos minutos después, nos encontrábamos sintiendo el viento de la calle en nuestras caras. Aquello me hizo derramar algunas lágrimas, trayendo a la memoria todas aquellas ocasiones en que las calles oscuras y solitarias habían sido mi hogar. LLegamos muy rápido a la casa de mi hija, que estuvo a punto de dar un grito cuando me vio frente a su puerta.
_ Papá, ¡Dios mío!, el virus acaba de llevarse a mamá y tú sales a la calle. Por supuesto, dijo mirando a Jackson, - ¿Te das cuenta de lo que haces? Mamá está muerta por tu culpa, ahora también quieres...
_ Nunca, la interrumpió Jackson levantando la voz, - preferiría morir, antes de hacer eso, pero quería cumplir su deseo...
El abrazo fuerte de mi nieto mayor me sacó de mis pensamientos.
_ Abuelo, ¿Porqué sigues afuera? Preguntó mirando de mala manera a su madre. - ven, entra, te puedes resfriar.
Le devolví a mi nieto el abrazo y lo aparté con suavidad. Tomé de la mano a mi hija e ingresé con ella a la casa.
_ Es por esto que quise venir, dije mostrándole el cuaderno, - Jackson solo obedeció mi pedido, quería reunirme con mis hijos, porque deseaba hablar sobre este pequeño tesoro que tu madre y yo hicimos por mucho tiempo, quería leer un poco de lo que ambos escribimos, para honrar su memoria, después de todo, hay secretos que ustedes no saben, pero que creo, sería bueno revelar, tal vez haciéndolo, podamos entendernos mejor y ser más unidos. ¿Podemos hacerlo hija?
Ella se recostó en mi hombro.
_ Está bien papá, pero solo lo hago por ti.
Rocío, que había estado en la habitación con mi nieta menor, bajó con rapidez hasta donde nos encontrábamos.
_ Papá...
Le mostré sonriendo, el cuaderno que había sacado de la bodega.
_ Lo leeré con ustedes esta noche, lo haremos en memoria de su madre.
_ ¿En serio? Estaba por irme a casa, pero si tú quieres, me quedaré, llamaré para avisar que estaré con Mariella por esta noche. Después de todo, mis niños también están aquí.
Caminamos hacia los muebles para sentarnos. Mis nietos bajaron de las habitaciones y al verme con el cuaderno, se reunieron con nosotros. Mi hijas fueron por algunos bocados y abrigos para disipar el frío. Mis manos temblaron al abrir el cuaderno, mi letra un poco borrosa por el paso del tiempo, me hicieron colocarme los anteojos que tanto detestaba. Miré con nostalgia a mis hijos y me transporté hacia aquel viernes de 1960, cuando yo tenía 10 años y la conocí.
Editado: 21.07.2024