Estoy aquí en mi patio junto a mi mascota Tiber, una perra de raza desconocida toda negra, ella es bastante torpe por lo grande de tamaño que tiene. Estoy justamente en mi patio porque empezó a ladrar de una forma descontrolada, son alrededor de las dos de la mañana. Prendo la luz del patio y veo como una especie de gato negro esta sobre mi auto, se escucha un ruido de rasguño, y el gato salta al árbol, luego al techo para después desaparecer en la noche. Tiber por su hazaña de avisarme del gato espera mi aprobación. Pero, me hizo despertar por un simple gato... la acaricio, y devuelta a la cama.
-¿Cómo andas corazón?, ¿cómo dormiste?, ¿qué era ese ruido?- me pregunta Sandra, mi novia que se quedo a dormir.
Se había despertado antes que yo, levantado y todo, aunque no estaba todavía cambiada.
-Bien Sandra, era un gato que estaba arriba del auto.
-¡Ladró como si viniera el fin del mundo!- risas.
-Bueno, que se le va hacer, pero cuando volví a la cama ya estabas dormida.
-Mi imagine que era un gato- mi dice con una sonrisa.-Voy a ir a bañarme.
-Dale Sandra, yo voy a ir a revisar unas cosas al local.
Los domingos suelen ser muy tranquilos en éste pueblito. Sandra había venido en su auto ayer desde la ciudad. Qué vio en mí, no sé, tal vez la nostalgia de mi profesión, que es la restauración de antigüedades, ella es maestra de lengua en una escuela primaria, en el centro de la ciudad.
Abro la puerta del local y veo las estampillas tiradas por todo el piso, evidentemente ese gato anduvo por acá, me fijo si había algún otro desorden, pero era solo eso, las estampillas.
El ventiluz está abierto, seguro se metió y salió por ahí. Caso resuelto.
Voy a ir al patio a ver cómo está Tiber. Al salir se me acerca contenta, la acaricio un rato, y voy hacia el auto, donde estaba el gato.
Miro el techo del auto y estaba todo rayado, pero eran rayones de un gran felino, no de un simple gato, tal vez algún puma o algo vino del bosque. Al auto era lo que le faltaba un rayón, porque hacía un mes que no arrancaba, vaya a saber por qué, cosa que mucho no me interesaba porque los clientes me venían a buscar a mí.
-Sandra tené cuidado cuando salgas porque anda dando vuelta un puma, o algún felino similar.
-Hay corazón, ya sé que estamos en un lugar apartado y hay animales salvajes por la zona, a mí no me dan miedo quédate tranquilo, sé que no hay que alejarse mucho, ni ir para el bosque.
-Bueno Sandra, por si las dudas te decía.
-Me voy a corregir la tarea de los chicos, cualquier cosa me llamas.
Voy aprovechar para acomodar las estampillas. Mientras las estoy acomodando y catalogando como estaban, veo el ventiluz, y si... es lo suficientemente grande como para que entre hasta una persona. Busco la escalera y lo cierro.
Después de una cena y película en el sillón me dice Sandra.
-¿Te gustaría que me quede también esta noche?
-¿Y la escuela?
-Mañana no tengo que ir, voy de martes a jueves.
-Si quédate Sandra.
La situación se va poniendo más intensa y acalorada.
Dos de la mañana- ¿Escuchas eso?
-Acá nadie nos escucha, podemos hacer el ruido que queramos, quédate tranquila.
Pasan unos segundos y empieza a ladrar Tiber, luego un ruido como de una maseta que se cae y rompe, un gemido, y Tiber ya no está ladrando.
-Voy a ver qué pasa...
-Tened cuidado.
Mejor paso por el local de antigüedades y agarro el viejo mosquete. Salgo al patio, prendo la luz, y Tiber esta tirada en el suelo mientras al lado tiene rota una maseta, escucho ruido en el árbol, miro y dos ojos rojos me miran, levanto el mosquete para apuntarle y el animal salta al techo y desaparece.
El lunes cambió de tintes, tuvimos que enterrar a Tiber. Y Sandra sería raro que vuelva.
Me he quedado solo otra vez...
Dos de la mañana, me despierto instintivamente. Espero algún ruido o algo, miro el celular y todavía estaba en visto, sin respuesta el último mensaje a Sandra, después de ese lunes, ya habían pasado tres días. Borro el chat.
Despierto una hora antes de lo normal, desayuno con un café negro, pongo un poco de música clásica en la computadora, hago un poco de tiempo y voy local para abrirlo.
El ruido de las campanitas del local empieza a sonar, al fin un cliente... Un coleccionista que me pidió que le restaure un cuadro de su abuelo, lo miro y era de un barco pesquero de un artista no reconocido, se lo comento, pero parece no importarle. Un trabajo es un trabajo. Y me comenta que tiene unos cuadros más de ese mismo artista, que me los va ir trayendo si ve que el trabajo está bien hecho.