El ruido en el patio

¿Qué le está pasando a Juan?

Ya paso la euforia y la buena vibra, Juan está en su mundo cada vez mas encerrado en su taller con la música clásica, ¿será realmente así, o como era antes? Creo que algo le preocupa, tal vez este sea el verdadero Juan.

 

-¿Corazón queréis que veamos una peli esta noche, estás mucho tiempo en ese taller...?

-Perdón Sandra, un cliente me dio muchísimos trabajos, si veamos la peli, linda.

 

Miramos la peli, llena de chistes y escenas graciosas, parece que Juan se está recuperando. Se lo que le preocupa... casi todas las noches, va a ver por qué hay ruidos en el patio, el dice que se le olvida apagar la luz del local.

 

Esta noche, Juan se durmió profundamente... los ruidos en el patio están ahí, sin duda, cada vez son más extraños...Voy aprovechar e ir a ver si dejo la luz prendida del local, como él siempre dice.

 

Una sensación rara me agarra en el pecho, pero tengo que saber que hay en ese local, a la noche, se bien que él apaga la luz antes de irse de ahí, pero por alguna razón se prende... La casa de Juan es una casa muy antigua, llena de objetos de arte de otra época, posiblemente esté cargada de algún espíritu o algo, eso decían la páginas de internet. Me conto muchas veces las épocas de los objetos y los cuadros, y algunos son realmente antiguos, y dan un poquito de miedo.

 

Entro al local, tengo que saber que hay ahí...

 

Miro el local y se ven las estampillas de Juan en el suelo, cuando las voy a recoger para verlas. Escucho una vocecita de un niño, o creo oírla. "¿El gato malo está? ¿Puedo salir?"

 

La vocecita no me asusta, y me resulta familiar... Al cabo de unos minutos se escucha un ruido fuertísimo en el patio, y como que algo salto al techo del local, se me va el corazón a la boca, escucho un ruido estruendoso,  miro por dónde viene el ruido... el ventiluz se abre de golpe, y un monstruo quiere entrar por ahí, veo sus ojos rojos llenos de furia.

 

¡Me paralizo!

 

Se abre la puerta del local, y veo a Juan.

 

-¡Sandra, rápido ven! me agarra de la mano y nos vamos corriendo al comedor, estoy completamente aturdida del shock.

 

-Tranquila Sandra, nunca entra a la casa.

 

-Juan, ahora contadme realmente ¿Qué es eso?

 

-No quería contarte, creí que me estaba volviendo loco, y eran alucinaciones mías, pero vos lo viste también, ¿lo viste no?

 

Sin duda había visto eso, y ahora los dos sabíamos realmente que había algo afuera, un monstruo de otra forma no se me ocurre como llamarlo. Me habla de las estampillas y del niño, que todas las noches el niño se aparece jugando con las estampillas, y pregunta del gato malo, que evidentemente se refiere a esa cosa del patio. Sin duda son espíritus o entidades del más allá.

 

Terminamos deduciendo que el niño está atrapado en la casa y ese monstruo o gato negro como lo llama, hace que no pueda ir al plano que le corresponde, ósea ir al cielo digamos, eso es lo que terminamos concluyendo.

 

Sabíamos que dentro de la casa esa cosa no entraba, estaba afuera en el patio, a la noche la escuchábamos, ¿tendríamos que ignorarla y seguir nuestras vidas?, o ¿ver si podíamos hacer que esa cosa se valla? Ese niño que yo escuche y Juan logro ver nos necesitaba. ¿Que debía hacer?, ¿Volver a mi antigua vida sin Juan o tratar de salvar nuestra vida juntos?

 

Estaba llena de dudas, pero mi vida con Juan valía la pena, iba a seguir con él, no podía dejarlo a la deriva solo con esa cosa, y el niño de alguna forma también me importaba, Juan era el que lo veía, el era distinto, mas sensible de otros hombres que había conocido, eso me atraía de él, era distinto, tal vez muy distinto...

 

Decidimos pedir ayuda a un templo, por lo que estaba pasando en la casa de Juan.

 

El incienso empieza impregnar la casa y el local, el sacerdote, también se dirige al patio, con un objeto empieza a tirar agua bendita.

 

-¡Vuelve a tu mundo, espíritu, Dios te lo ordena!- dijo el sacerdote después de muchas otras palabras y ordenes.

 

-¡Niñito criaturita del señor, Dios te recibe ve con él...no temas!- Fueron las últimas palabras del sacerdote.

 

Nos explico que todo dependía del niño, que tenía miedo, no sabía bien quién era el niño, ni esa entidad, pero el temor del niño la mantenía activa. Que nosotros realmente no corríamos peligro de forma directa, sino el niño.

 

Lo saludamos al sacerdote y lo vemos irse.

 

-¿Juan que hacemos? tenemos que hacer algo por ese niño.




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