Victoria
— ¿Te han enviado aquí como castigo? —me susurra en el pelo.
— No —le sonrío, rozando su cuello con la nariz. Su aroma me embriaga—. ¿Cómo estás?
— Te he estado echando de menos —me aprieta contra su pecho y me alza—. No podía esperar a que llegara esta noche.
— ¿Estabas seguro de que nos veríamos?
— Ni por un segundo pensé que no sería así —me sostiene firme antes de bajarme—.
— Vaya confianza —le digo, captando su sonrisa en los labios.
— Sí… y tengo hambre, de tus caricias —acaricia mi oreja con los labios, su aliento ardiendo—. De besarte —descansa sus labios en mi cuello, me besa suavemente, mordisquea la piel delicada.
Siento hormigueo por todo el cuerpo —es rutina cuando él está cerca—. Mi cara se hunde en su camisa, su aroma me vuelve loca, y sus manos arden a través de la tela, calentando mis venas.
— También te he echado de menos —susurro mirando su rostro.
— Qué sexy estás —me aparta el mentón y pasa la mano por mis labios—. Me derrites —me besa con deseo, pero con ternura, girando mi cabeza—. Y no quiero fingir. Es imposible contenerme cuando estás así —la presión de su beso me domina.
— Pues... —titubeo—. ¿Hablamos o salimos a pasear? —miro el paisaje—. Deambular por la calle de noche no es muy romántico.
— Espera —dice Yaroslav y abre la puerta trasera del coche. Ahora veo que es otro coche, negro, con asientos en la parte de atrás—.
Saca un ramo de rosas rojas. Me quedo sin palabras, sin voz.
— Gracias —sus palabras flojas, mientras huelo las flores. Noto su aroma dulce, cierro los ojos.
— Podemos sentarnos aquí. Hablar —le ofrezco.
— Claro —me invita al coche.
Él se sienta junto a mí y deja el ramo en el asiento delantero. Se guarda la mirada cuando empiezo a tartamudear.
— ¿Cómo estás? —lanzo mi pregunta más neutra.
— Bien —dice con satisfacción, apartándome un mechón.
— ¿Y Lili? ——¡Mierda!— me reprendo en silencio—. ¿Qué me importa Lili?
Yaroslav sonríe, notando mi nerviosismo. Su mano me atrae por la cintura, acercándome. Me mira con atención, me acaricia la mejilla, pero no besa… espera.
— ¿Te incomoda? —dice con media sonrisa.
— Bueno, no… —empiezo.
— ¿Ves? Te pierdes —me interrumpe—. Pero no te preocupes por encontrar las palabras adecuadas. Sé tú misma. Quiero saber qué deseas, de verdad, sin fantasías de mi responsabilidad.
— ¿Tu responsabilidad?
— Por ejemplo, besarme. Salir conmigo —susurra.
— No me presionas.
— ¿Cómo? —intenta buscar mis ojos.
— No me presionas —respondo y beso su cuello.
Su cuerpo se tensa; aprieta mi cintura con más fuerza. Un beso en mi mejilla, otro en el comisura de los labios y luego… me abraza, me presiona contra el asiento, sus labios devoran los míos. Un beso largo, con hambre, sin aire, mareándome. Me sumerjo en su pasión.
— Ven acá —se descoloca un segundo, me sujeta y me coloca en su regazo.
Me cubre el rostro con sus manos y me besa con furia, sin límites. El aire en el coche se calienta, nos envuelve en fuego; mis manos recorren su espalda, sintiendo cada músculo bajo la ropa.
No pensamos, solo actuamos por impulso. Él suspira cuando mis manos se deslizan por su torso, y retira la camisa porque el calor nos abrasa. Me coloca las manos en su pecho, provocando una corriente eléctrica por todo el cuerpo.
Su mirada está llena de deseo. Me estremezco ante su tacto, debajo del vestido, entre gemidos. La razón quiere gritar: “no es el momento”, pero mi cuerpo no escucha, ansioso por su calor.
— Tengo que detenerme —dice, devolviendo sus manos a mi cintura—. Estoy agotado y tú mereces algo especial, no esto apresurado.
Me sonrojo, avergonzada, aparto la mirada. Quiero cambiar de posición, pero él no me suelta.
— Me sorprendes, gatita… —murmura—. Queda tan poco para que sea tarde. ¿No queremos algo… más especial?
— ¿Romántico? —le pregunto nerviosa, riendo—. Más nervios que romanticismo.
— Vaya… —suspira y relaja el abrazo—. Voy a salir a fumar. ¿Te importa?
Me quedo sola, miro hacia fuera. Él fuma y observa el cielo estrellado…
— Ro-man-ti-co —extends each syllable, amused—. ¿Y si vamos a cenar pronto?
— Tú y yo.
— Sí, una cita romántica.
— Vale —encogí de hombros—.
No podrá ver mis mejillas rojas. Nunca imaginé mi actitud así, pero… ¿qué nos impide estar juntos? Si ambos lo queremos, ¿por qué no? Quizás sea hora de vencer mis miedos e inseguridades.
— Te invito a mi casa. ¿Vendrás?
— ¿Con qué propósito? —le pregunto en voz baja.
— Que entres en mi vida, en esa parte que guardo solo para mí —responde con seriedad y sin broma alguna.
— Sí —respondo sin pensarlo. Confío en él.
— Me voy ya. ¿Mañana te recojo?
— No, no he dicho nada aún… —vacilo.
— ¿Tienes novio? —sonríe, agradecido por mi sinceridad.
— Sí, pero todavía no se lo he contado.
— Perfecto. Entonces hablamos mañana —me toma de la mano y me ayuda a salir—.
Me abraza por la cintura.
— Vika, me vuelves loco —susurra en mi oído, me besa y me suelta—. Tendrás que ingeniártelas con este ramo —dice, al entregármelo—.
Si supiera que tendré que colarme con estas flores por la ventana….tagext