El sabor astringente del amor

Capítulo 18 «La conversación»

Victoria

Durante todo el camino hasta su casa, me repito una y otra vez que debo mantenerme firme y conseguir la verdad. Si no fuera por el temblor en mis piernas, diría que lo estoy logrando.
Pero apenas veo su auto esperándome, la tranquilidad se esfuma. Yaroslav no baja, no me sonríe como de costumbre. Está molesto. ¿Por qué, si se trata de una historia vieja y sin importancia?

—¿Llevas mucho esperando? —pregunto al subir al coche, lanzándole una mirada fugaz.
—No —responde en seco. No me besa, ni siquiera me toca. Siento el corazón encogerse con una angustia pesada. ¿Se acabó el juego? ¿Ya no le intereso?

—Vika —empieza, y yo me muerdo los labios hasta hacerme daño—. Podemos pasar esta noche juntos, o hablar sobre las tonterías que te dijo Lilia. Tú eliges. ¿Qué es más importante para ti? —su tono es seco, como si no le importara en absoluto mi decisión.

—Quiero hablar —alejo el impulso de olvidarlo todo y lanzarme a sus brazos.
—Bien, hablemos entonces —suspira, girándose hacia mí—. Te escucho.

—No, soy yo quien quiere escuchar —mi voz tiembla, pero no cedo. Lo único que no puedo permitirme es llorar antes de oír la verdad—. ¿Por qué Lilia llama a nuestra relación un juego? ¿Y qué tiene que ver Yevhen?

—¿Y por qué no se lo preguntaste a ella?
—Porque quiero escucharlo de ti.

—Yevhen no tiene nada que ver. Tampoco Lilia —responde con fastidio—. Y sinceramente, me da igual lo que piensen los demás. Esto es entre tú y yo, y nadie tiene derecho a meterse. Hablaré con Lilia.

—¿Para qué? ¿Para que no estorbe en lo que sigue?

—¿Qué es “lo que sigue”, Vika? ¿Estás con el periodo o qué? —gruñe.
—No lo sé. Esperaba que tú me lo dijeras —levanto la voz también.
—¿Quieres escarbar en el pasado? ¿Para qué? Yo no te he preguntado con cuántos has salido antes, ni con quién te acostaste.

—Yo… —sus palabras me dejan sin aire—. Yo quiero confiar en ti. De verdad. Pero no es la primera vez que escucho esto. Algo de cierto debe tener, ¿no?

—Hoy no significa nada. Y sobre todo, no tiene nada que ver con lo que tenemos ahora —me mira unos segundos—. Está bien —suspira, apartando la mirada hacia la ventana—. En la universidad hubo una chica por la que discutimos, aunque ninguno iba en serio. Se nos ocurrió que ella “escogería” a uno… bueno…

No necesita terminar la frase. Ya lo entiendo. Niños grandes, juegos peligrosos.
—Al que terminara en su cama —susurro, sintiendo una punzada en el pecho—. Como si fuera un premio. Lilia usó la palabra correcta. Así que tú ganaste.

—No —responde más alto de lo necesario—. Ya te dije que eso quedó atrás. Todos lo olvidaron, menos Lilia, que sigue con su rabia. Se inventó sentimientos por Yevhen y ahora está frustrada porque él no la ve como algo más.

—¿Por qué? —la cabeza me da vueltas.
—Porque para él, la hermana de su mejor amigo es intocable —dice como si fuera obvio—. Además, lo conozco bien. No habría nada entre ellos. Pero ella… se inventa cosas y repite lo que alguna vez escuchó de pasada.

—¿Desde cuándo se acabó ese “juego”? —pregunto con miedo a la respuesta.
—Tercer año de carrera. Vika, ¿de verdad te estás torturando por eso? —se inclina y acaricia mi mejilla con ternura.

—¿Y no te daba pena? ¿Por esas chicas?

—Tu imaginación vuela —frunce los labios, alejándose un poco—. Nadie obligaba a nadie. Todo era con consentimiento. Eran momentos, nada más. Nunca se repitieron.

—Pero rompiste las reglas —digo, con una sonrisa amarga. Estoy en shock por lo que acabo de saber del hombre que amo.

—Basta —su voz es seria.
—Es difícil de asimilar.
—No, lo difícil es creer. Desde el principio no confías en mí. Y eso no ha cambiado. ¿Por qué? ¿Te doy motivos para que dudes?

Me quedo en silencio. Las ideas me abruman. Lilia parecía tan segura… tan celosa, tan hiriente. Pero Yaroslav habla desde otro lugar. Entonces, ¿por qué su hermana ve algo distinto?

—¿Y qué tipo de relación a distancia podemos tener entonces? —pregunta molesto.
—No lo sé… —las lágrimas me nublan la vista—. Creo que me voy. —Abro la puerta de golpe, pero no llego a bajarme: él me atrapa entre sus brazos.

—Vika… —susurra, abrazándome fuerte—. ¿Por qué te armaste toda esta película? ¿Para qué? Podríamos haber pasado esta noche de otra manera. Te vas en dos días.

—Sí —murmuro contra su pecho—. Necesito pensar. Me va a estallar la cabeza.

—Piensa entonces —no se opone—. Decide si quieres esta relación, si vas a poder confiar en mí, aunque estemos lejos.

—Está bien… —me siento sin fuerzas, como si todo el cuerpo me pesara. Me pasé con los nervios hoy.

—Ve —me suelta, da dos pasos hasta el coche y se sube sin volver la vista atrás.

Arranca enseguida, y en pocos segundos el auto desaparece.
Suspiro. Me muerdo los labios para no volver a llorar y camino lento a casa.
Todo esto, por lo que dijo Lilia. ¿Y si ella simplemente está celosa? ¿De todos? ¿Hasta de las macetas?

Duermo mal. Revivo cada palabra de nuestra conversación. Me despierto con cara de zombi y un dolor de cabeza insoportable. Aun así, empiezo a empacar. Me repito que todo saldrá bien.
Quisiera que la distancia no arruinara lo nuestro. Me gustaría verlo seguido, pero sé que será difícil. Él tiene trabajo. Y yo… yo en mi primer año casi no volví a casa. Aunque, la verdad, ya me imaginé viajando a escondidas a Dnipro, solo para verlo. Fantasías de chica enamorada. Pero nunca se lo propondría primero.

Todo el día estoy nerviosa. Yaroslav no llama. Ni un mensaje. Ni una palabra. Lo peor que me pasa por la cabeza es que haya decidido terminarlo.
Varias veces tengo el teléfono en la mano, lista para llamarlo, pero algo me detiene. El miedo a escuchar que se acabó.

Solo por la noche llega un mensaje. Breve. Y no me tranquiliza.

Yaroslav: Hoy no nos veremos. Salí por trabajo.




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