Yaroslav
Un tono. Dos. Tres... Cada segundo que pasa aumenta mi frustración. ¡Qué tontería! Todo iba tan bien, y ahora resulta que Viktoria está llena de dudas… y para colmo, desconfía. Estoy furioso, y eso es quedarme corto. ¿Por qué Lilia tuvo que meterse donde no le llaman? ¿Cuándo fue eso siquiera? Hace siglos. No tengo ni idea de cómo se enteró.
— ¿Aló? — responde mi hermana con voz apagada, y de fondo suena música a todo volumen.
— ¿Dónde estás?
— En el club — responde, arrastrando las palabras.
— ¿Otra vez? ¿Acaso existe algo más en tu vida aparte de los clubes?
— Ay, ¿qué te pasa? Déjame relajarme — resopla, molesta.
— ¿Qué le dijiste a Vika?
— Dios mío… Ya me había olvidado de ella.
— Tú misma me dijiste que la habías visto, ¿y ahora dices que ni te acuerdas? — Siento cómo la rabia se me sube a la cabeza. — ¿Quieres que vaya por ti y te refresque la memoria? ¿Que te lleve a casa?
— No le dije nada. Si estás jugando con tu Vika, es asunto tuyo, pero no me metas.
— No estoy jugando. Estamos saliendo. Grábatelo bien y compórtate con un mínimo de respeto.
— ¿Y yo qué? ¿Soy una loca o qué?
— Viendo tus actos, bastante. Y por cierto, deja ya los clubes. Te veo más ebria que sobria últimamente — cuelgo de inmediato y marco a Zhenya. Aparco frente a casa, pero no salgo. Espero.
— ¡Qué onda, hermano! — Su voz alegre solo me crispa más.
— Zhenya, ¿hay algo entre nosotros que no sé?
— ¿Qué dices? ¿De qué hablas?
— ¿Cómo sabe Lilia lo del reto?
— ¿Qué reto? — tartamudea un poco.
— ¿Cuántos tuvimos?
— ¡Fue hace mil años! — suelta una risa nerviosa.
— Justamente. Pero Lilia le contó a Vika algo que jamás debió saber.
— ¿A Vika? ¿Ustedes van en serio?
— Más de lo que crees.
— ¿Hablas en serio? Pensé que…
— Pensaste mal. Estamos juntos.
— Pero ella estudia en Kiev, ¿no?
— Eso no me detiene.
— ¿Entonces apareció la indicada?
— Apareció — no quiero seguir hablando del tema.
No quiero contarle nada sobre Vika. Es mía. Personal. Me nace protegerla, esconderla del mundo. Vika me provoca cosas raras... Cuando la tengo en brazos, siento unas ganas locas de no soltarla jamás. De oler su aroma, sentir su respiración en mi cuello, sus caricias tímidas que me encienden la piel.
— Entonces… ¿no vamos a salir este fin de semana a echar relajo?
— No vamos.
— Ay, hermano… te estoy perdiendo — ríe.
— No exageres. ¿De qué hablaste con Vika en tu fiesta?
— ¿Cuándo? — finge sorpresa, pero todos recordamos la escena del chapuzón en la piscina.
— En la fiesta donde tiraron a Vika al agua.
— Ah, sí, nada importante — dice como si nada. — Ya ni me acuerdo, que si la universidad, el clima, vacaciones…
— ¿Eso es todo?
— Bueno, también me dijo que no toma, que no le gusta perder el control — su risa suena incómoda. — Típica charla, hasta que esos imbéciles arruinaron todo.
— Espero que entre nosotros no haya malentendidos.
— ¿Me estás marcando límites? ¿Ni acercarme puedo? Tranquilo, ya entendí.
— Adiós — me molesta su tono de seguridad.
¿Tiene miedo de perder el control? Eso no fue lo que dijo. Recuerdo perfectamente que mencionó que no le veía el sentido al alcohol. Esa historia no me cuadra. Debí preguntarle esa misma noche… pero no quise parecer celoso. Aunque sí lo estaba.
Es normal fijarse en una chica linda, querer pasar tiempo con ella, incluso una noche. Antes, todo se daba así: coqueteo, cama, sin compromisos. Pero Vika es diferente. La quiero para mí. No sé explicarlo. No estoy jugando. Nunca aposté por ella. Eso fue en otra vida. Después de una mala experiencia, dejamos esas "diversiones". Ni me habría acordado si no fuera por Lilia.
— Viktoria… — murmuro entre dientes. Después de nuestra charla me queda un sabor amargo.
No confía en mí, pero sí en lo que dice Lilia, que apenas sabe nada. ¿Y si Zhenya le dijo algo también? Demasiadas preguntas. Pero no quiero presionarla. Ella está confundida. Yo también. Así que decido esperar. Darle espacio. Me voy con mi padre, no la llamo. Ni al volver.
Hoy se va. No sabemos cuándo nos veremos otra vez. Y todo el día… ni una llamada, ni un mensaje. Duele. Me deja una sensación fea en el pecho. ¿Se va sin decir nada? ¿Está molesta? ¿Ya no quiere estar conmigo?
No lo creo. La vi reaccionar. Ella vibra cuando me mira. Es... dulce, apasionada, irresistible. Una chica que se me metió en el alma. Suena cursi, pero es la verdad. Me he convertido en un romántico empedernido. ¡Yo! Flores, bailes, cenas… ¡Y me gustaba! ¿Y ya se acabó? No lo creo.
Cuando el reloj marca las cinco, no aguanto más. Quiero verla. Orgullo, al diablo. Me visto y voy directo a la estación. No la llamo. Quiero ver su reacción. Sé la hora exacta del tren, no será difícil encontrarla. ¿Cómo no verla?
Y sí. La veo enseguida. Está con una pelirroja. Se ve triste, perdida. Me da un vuelco el corazón. Quiero abrazarla. Van a abordar. Me acerco.
La pelirroja pelea con la maleta. Vika intenta ayudarla. Luego me ve. Y se queda paralizada. Me sonríe. Esa sonrisa... me hacía tanta falta. Sus grandes ojos marrones me miran incrédulos. Como si no pudiera creer que estoy allí.
— Hola — digo, mirándola a los ojos.
— E-e-em… Vika — murmura la pelirroja —, te espero en el tren.
La maleta sigue sin ceder. La ayudo. Por fin nos dejan solos.
— ¿Cómo estás? — me acerco.
— No sé — suspira. No quiero que se vaya. Si me dijera que no se va, me la llevo. No la suelto.
— ¿Lista para empezar la universidad?
— Sí, no hay de otra — se encoge de hombros. — ¿Y tú?
— Mal sin ti — digo sin filtros.
— No tuve valor de llamarte — baja la mirada. El tren silba. Ella se sobresalta. — Tengo que irme — sus ojos se llenan de lágrimas. Duelen. Estúpido de mí. ¿Por qué no la llamé?