Llegó la mañana.
Después de un baño temprano en la piscina, Kimberly volvió a su habitación y llamó a su mejor amiga Bonnie Ray, invitándola a su casa.
Kim y Bonnie eran amigas desde el instituto. A pesar de ser completamente diferentes tanto en apariencia como en temperamento, mantenían un estrecho vínculo y compartían sus secretos más profundos. Bonnie Ray era una atractiva joven de veinticinco años con curvas en todos los lugares adecuados, piel oscura y rasgos faciales suaves y redondeados. Evitaba las relaciones serias y solía bromear: "Hay dos hombres en el mundo por los que lo daría todo. Uno murió ayer y el otro aún no ha nacido". Su ropa tendía a ser llamativa y reveladora, en marcado contraste con el estilo más refinado de Kimberly. A Bonnie le encantaban las discusiones interminables sobre moda, hombres y coches de lujo. Como hija de ricos empresarios, nunca se le había negado nada durante su infancia, lo que la hacía tan mimada como Kim. Mientras la mayoría de su círculo social había encontrado empleo, Bonnie seguía viviendo del dinero de sus padres sin prisa aparente por asumir responsabilidades de adulta.
Bonnie llegó a la mansión Hall en un llamativo deportivo rojo. Después de saludar a todos, se dirigió directamente al dormitorio de Kim, encontrando a su amiga sentada abatida en la cama. Se tumbó junto a Kim tras un rápido abrazo.
— ¿Por qué esa cara tan larga? ¿Qué ha pasado? Parecías totalmente estresada al teléfono—, preguntó Bonnie ansiosa, impaciente por conocer los detalles.
—Oh, Bonnie, mi vida ha dado un giro horrible—, se lamentó Kim.
Bonnie frunció sus cejas perfectamente perfiladas.
— ¡Tendremos que posponer todos nuestros planes y fiestas! Desde el ataque, Steven me contrató un guardaespaldas, y este completo bárbaro me sigue a todas partes. Ayer Cole, Sam y Kit intentaron tratar con él, pero los trató como si fueran niños. Fue humillante...
—Qué duro, amiga. Y acabo de enterarme de que Cole planeaba proponerte matrimonio en uno de los próximos eventos—, dijo Bonnie emocionada, dando palmas.
— ¿Qué? ¿Cole? ¿Quién te ha dicho eso?— preguntó Kimberly, realmente sorprendida.
—Mmm, digamos que a uno de sus amigos se le escapó cuando estuvimos en su villa. Por cierto, ¿habéis Cole y tú...?
— ¡No, Bonnie! Basta", la cortó bruscamente Kim.
Su amiga esbozó una sonrisa falsa.
—Sólo preguntaba.
Llamaron a la puerta.
—¡Adelante!— llamó Kimberly. John apareció en la puerta, provocando que ella se pusiera visiblemente rígida y le lanzara una mirada hostil. John, mientras tanto, se mantuvo perfectamente sereno y profesional.
—Srta. Hall, su hermano solicita su presencia abajo para almorzar.
—Bien, cierra la puerta. Dile que bajaré enseguida—, espetó Kim.
Cuando John cerró la puerta, Bonnie se quedó mirando a Kimberly con la boca abierta.
—¿Es tu guardaespaldas?—, preguntó con indisimulada admiración en la voz.
—Sí, ese es el salvaje...
—Mmm, está muy bueno, ¿no crees? Qué... hombre. Se nota inmediatamente que es un macho alfa—, soltó Bonnie de su manera característica.
—¡Dios mío, Bonnie! ¿De qué estás hablando?— Kim protestó con vehemencia.
—¿Qué? Con mucho gusto...
—¡Silencio! No quiero ni oírlo—, gritó Kim tapándose los oídos.
—Vale, cariño, relájate, sólo estaba bromeando—, mintió Bonnie, ya que realmente encontraba a John extremadamente atractivo.
Las amigas acordaron que Kimberly intentaría idear un plan de escape para la próxima fiesta y se pondría en contacto con Bonnie una vez que hubiera concretado los detalles.
Durante los días siguientes, Kimberly se vio obligada a tolerar la presencia de John, al igual que él soportaba la suya. Desde que John empezó a desempeñar sus funciones, no hubo más intentos de atacar a Kim. A pesar de este resultado positivo, cada noche durante la cena Kimberly exigía a su hermano que buscara otro guardaespaldas, pero Steven se negaba sistemáticamente a cambiar de decisión. La investigación policial seguía estancada sin novedades.
Mientras tanto, Martha continuaba su implacable persecución de John, que esquivaba hábilmente sus avances a cada paso.
Casey seguía reuniéndose con Jasper todas las tardes, y sus sentimientos no dejaban de profundizarse.
El viernes por la noche, Steven anunció que él, Amanda y los niños volarían a Francia durante tres días, combinando los negocios con el placer.
Una semana después.
Llegó el sábado por la mañana. John, vestido con camiseta y pantalón corto, bajó a la cocina, atraído por el tentador aroma de la repostería. Dentro, encontró a Aurora de espaldas a él, ocupada en los fogones como de costumbre.
—¡Buenos días, Donna Aurora!— saludó alegremente John.
Aurora se dio la vuelta, ofreciéndole una cálida sonrisa.
—Buenos días, muchacho. Estoy preparando mi tarta estrella para ti. Steven y la familia se fueron antes del amanecer. Los vi partir y decidí no volver a dormir. Imagino que Kimberly dormirá hasta tarde hoy.