Hace unos días Laurel alquiló y se quedó en un cuarto en una casa pequeña a unas cuadras de su trabajo en un lugar dónde el frío era más intenso que la costa y las casas más simples que los edificios. Por el mismo periodo de tiempo sintió una sensación de incomodidad en todo el cuerpo, aunque ya se ha ido pasando. Pensó que quizá fue a causa de estar en un lugar casi desconocido, o quizá fueran los nervios de conocer gente nueva. Laurel se paseo por la habitación ordenando algunas cosas mientras seguía cavilando.
Los anteriores motivos no tendrían mucho sentido debido a que ya estuvo antes en una situación parecida cuando fue a la universidad hace poco más de seis años. Lo único que piensa que podría tener algo que ver es que al pensar en la razón de porque no está más con su ex novio su cuerpo se le adormece como si hubiera pasado algo terrible, aunque no logra saber porqué esa reacción física, sabe que la última discusión que tuvieron estuvo cargada de comentarios cuestionables. Su familia y amigos le dicen que terminaron en aquella discusión fuerte; Laurel supuso que tiene sentido, últimamente habían tenido varios desacuerdos y peleas de intensidad media. Quizá ella estuvo demasiado tensa o su antiguo novio le levantó la mano en algún momento de la discusión y por eso cree que su cuerpo tiene esa reacción. A pesar de no recordar haber oído ni de los labios de él o de ella misma el "rompamos nuestro compromiso", cree que la discusión en mitad de la noche, los comentarios hirientes y de desprecio de ambos, la sensación de perturbación de su cuerpo, la desaparición de su ex novio y la confirmación de sus familiares y amigos es prueba suficiente para pensar que rompieron su relación y su mente quizá la está "protegiendo" de tal recuerdo.
"Aunque no debería ser para tanto", pensó al tener esa idea. Quizá era el cansancio o el ambiente frío de aquella zona rural en la tarde que incentivaron esos pensamientos. Sea como fuera, se quedó dormida en lo que le pareció la cama más comoda que había conocido al alquilar un lugar.
Sus ojos se cerraban, algunos recuerdos venían a su mente. Lo que más lamenta con amargura es que iban a casarse, ya se habían comprometido desde hace casi cuatro años. Cuando recuerda los buenos momentos solo lamenta que su relación no se salvó. A veces piensa que se dijeron cosas tan horribles aquella noche que ya hicieron ver que no sabían manejar sus conflictos, quizá fue ella la que no supo manejar sus comentarios. Solo sabe que tienen que hacer las paces en algún momento aún si ya no son pareja, quiere disculparse. No se enteró nada más de él una vez que cortaron su relación aquella noche, pero espera que la cosas se calmen.
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—¡Ya no te quiero volver a ver más! —gritó una voz masculina en la lejanía de la noche, se vio la figura alta de un hombre y se oyeron unos pasos alejándose.
—Yo tampoco, quédate en tu casa y no te atrevas a cruzarte conmigo —replicó una mujer parando en seco.
Un minuto después, ella escuchó un ruido de un golpe a una pared, no pudo ver bien el panorama delante de ella debido a que la situación que pasaba estaba doblando la esquina. Se acercó al poste que iluminaba la acera pero sintió como todo se desvanecía.
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Laurel se levantó al escuchar que le tocaban la puerta, se sorprendió al ver que se quedó dormida durante casi toda la tarde. Pensó momentáneamente en el recuerdo que había venido a su mente mientras dormía, por ser reciente aquella memoria la estaba acosando, y seguiría por unos días. Sus ojos se humedecieron un poco al pensar en su sonrisa. Se acomodó su cabello negro y fue a abrir la puerta.
—Buenas tardes, ¿usted es la licenciada Laurel Asunción? —mencionó una voz suave. Ella vio a un joven de cabello castaño corto de pie en su puerta, vestía de traje azul y tenía en las manos un folder.
—¿Quién es usted? ¿Le ha mandado el doctor Marín Linares? —preguntó la mujer infiriendo un poco y se acercó a observar al joven. Antes de firmar el contrato de trabajo, ella se reunió de forma breve con el director del colegio. Este le prometió a pesar de la negativa de ella que mandaría a alguien a ver como había llegado.
—Soy el secretario del doctor, es... un placer conocerla —comentó, Laurel notó que él dudó antes de saludarle, su mano tembló levemente al acercarse a ella.
—Un gusto conocerte también —dijo con una leve sonrisa correspondiendo al saludo, parecía alguien particular. No, toda la gente a la que saludaba le parecía particular, no había pasado ni siquiera un minuto y Laurel ya se preguntaba unas cuantas cosas de él—. Dile al doctor Marín que agradezco su preocupación, disculpa la molestia.
—No... no es ninguna molestia, él solo quiere lo mejor para usted —el joven explicó con seriedad y desvió la mirada—. Seguro usted es alguien agradable.
—Interesante que pienses así al apenas conocernos —habló—. ¿Cómo me dices que te llamas?
—Ah... soy Nassim Torres.
—Nassim Torres... —Laurel pronunció aquel nombre mientras lo veía de arriba a abajo; no le recordaba a nadie o a nada en particular; sin embargo, le pareció agradable a sus oídos—. Tienes un nombre muy armónico.
—Gracias —respondió con simpleza, el tiempo de unos segundos que se tomó antes de responder y la duda antes de contestar hicieron notar su impresión ante aquel cumplido—. Yo vine para que usted firme esto, es una confirmación para el doctor de que usted llegó bien a este lugar.
—Comprendo, ahora mismo lo hago —accedió tomando el folder y abriéndolo. El papel contenía pocas oraciones, no era formal, podría considerarse como un mensaje de confirmación. Después de darle una lectura rápida al documento, tomó el lapicero que le dio Nassim y firmó.
—¿Le puedo decir señora? —preguntó rompiendo el silencio.
—¿Eh? —Laurel alzó la cabeza con incredulidad, su mirada se tornó seria—. ¿Me estás diciendo vieja?
La forma en que pronunció la pregunta de forma tranquila y seria hicieron que el joven se sobresaltara y quisiera corregir lo que había dicho.