El Secretario Del Director

002 Colegas

A la mitad de la primera semana, Laurel había adquirido información sobre la escuela rural. Aparte de dedicarse a reconocer y saludar a los pocos profesores que se encontraban ya sea por los rededores del suelo grisáceo claro del patio o en las entradas de las aulas de madera azul acero en cada cambio de hora; empezó a memorizar los ochenta nombres de los alumnos en las cuatro aulas a los que iba a dictar clases. Los estudiantes de los primeros grados le recordaban su tiempo en la escuela, cuando conoció a su primer y último novio... y descubrió una de sus pasiones. Parecía que todo estaba pasando muy rápido, ir de salón en salón para hacer a los estudiantes una pequeña dinámica y un cuestionario oral introductorio sobre conocimientos básicos. Felizmente causó una buena impresión en varios salones; ella esperó que en la reunión de padres del fin de semana también fuese así.

—Buenas tardes profesora —dijo saludando después de salir de un salón, sus miradas se cruzaron y la señora asintió. Sonó el timbre en ese momento debido a que había empezado la hora del almuerzo del día miércoles. Laurel acertó en pensar que aún no había conocido a esa profesora. Mientras hacía esto, se encaminó a las afueras del colegio, para que en la mesita del puesto de almuerzo pidiera un segundo simple del menú. El sol brillaba como siempre pero el aire frío se sintió cuando cruzó el camino de tierra.

—Buenas tardes —contestó con tono seco una señora de cerca de unos cincuenta años, era la maestra de antes. Había venido a almorzar también, Laurel sonrió por la coincidencia.

—¿El clima no es agradable hoy? —preguntó para intentar romper la tensión.

—Sí —respondió con tono apagado.

—¿Cómo se llama usted?

—Dicto cívica.

—Yo historia, me llamo Laurel —contestó con tono amable mientras intentó extenderle la mano.

No correspondió el saludo, la mujer de cabello negro notó que cada palabra era menos cálida y más cortante que la anterior. Laurel intentó pensar en si había dicho algo mal o quizá era la actitud de la profesora que tuvo algo que ver.

—¿Le he molestado en algo, profesora?

—No —dijo con mirada seria—. Estoy para enseñar, no socializar.

Laurel vio con sospecha y curiosidad esa respuesta después de que la profesora cívica empezara a consumir su comida en silencio. La mujer de ojos grises pensó que era reservada o solo había tenido un mal o estresante día. Desvío su mirada hacia el colegio, sus paredes de azul acero le daban un aire urbano. Quizá por el tono metálico le pareció una institución militar.

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Pronto empezó a darse cuenta de que poco más de la mitad de profesores rondaban los cuarenta años a más, y con los que se topó al intentar hacer alguna conversación como decirle "¿Cómo estás?" no resultaba como Laurel pensaba. La mayoría tenía rostros serios o neutrales, le habían respondido cortante, con tono desinteresado respecto a la conversación o poniendo excusas. Estas actitudes le hacían pensar varias posibilidades, desde las comprensibles hasta las más descaradas; aún así, quiso seguir dándoles el beneficio de la duda.

Por las mañanas, Nassim era el único que se acercaba a saludarla y preguntarle cómo estaba. Ella también le buscaba para desearle un buen día, de todas formas, él parecía estar muy ocupado, así que hablaban poco.

—Usted es profesora de lenguaje, ¿cierto? —afirmó Laurel al acercarse con discreción a una mujer de cabello corto dorado que ordenaba su escritorio. Era hora del primer recreo del último día de clases de la semana primera. Estaba sola en un salón de paredes blancas, de hecho, todos los salones por dentro tenían paredes de ese color. El de ella era llamativo por los colores pastel de sus decoraciones.

—Hola, tu eres la profesora de historia, ¿cierto? —preguntó ella con tono suave al detenerse de su tarea, esto despertó un interés en la mujer de cabello negro, no parecía tan hostil como los otros.

—Sí, ¿cuál es su nombre? —preguntó acercándose más a la mujer de ojos celestes. ¿Quizá tendría ascendencia extranjera?

—Viera —contestó asintiendo—. Te vi dando clases, me gusta que uses ademanes para explicar, aunque no pude escuchar lo que decías.

—Oh —esto sorprendió gratamente a Laurel, el comentario había sido sincero—, le agradezco.

—Espero que tus clases sean buenas, algún día quiero escucharte —dijo esbozando una leve sonrisa—. ¿En qué universidad estudiaste?

—En la Villabeltrán.

—¿De verdad? Me sorprendes, no pensé que vinieras de tan lejos —cuestionó con interés—. Yo me gradué en la Cantuta.

—Sí, más que nada, vine para variar el ambiente y obtener más experiencia —afirmó siguiéndole la corriente, el interés de la mujer de cabello dorado hizo que Laurel retomara sus ganas de conversar, que ese día no habían sido tantas debido a las demostraciones de más de los profesores de que no querían entablar diálogos con ella de ningún tipo—. ¿De qué promoción eres?

—¿Dices sobre en qué año egresé? —la mujer de cabello negro asintió—. En 1963, tenía veintiún años.

—Vaya, hace poco más de una década, ¿llevas trabajando aquí desde hace cuánto?

—Desde esa fecha la verdad —admitió—. Nací en este pueblo y estudié en esta institución, así que quise que mi colegio creciera y fuese reconocido al menos en su distrito. En los años cincuenta estaba abandonado, incluso me atrevería a decir que eran la mitad de los profesores de hoy; ellos hacían lo que querían, la estructura y servicios que ofrecía el lugar eran demasiado inseguros y escasos.

—Ha cambiado mucho desde entonces... —dijo Laurel a modo de reflexión, ella había escuchado un poco del colegio antes de venir. A pesar de tener buena apariencia en estructura y funcionamiento respecto a los demás colegios del distrito; en la enseñanza predominaba la evaluación memorística; además, el interés en la ejecución de actividades extracurriculares en varias disciplinas era escaso, por lo que casi nunca los alumnos llegaban a nivel distrital o provincial—. Y le faltan varias cosas más.



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En el texto hay: peru, sigloxx, drama amistad

Editado: 28.10.2024

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