Andrew terminaba su ensayo con la banda cuando Héctor, su manager, entró a la habitación a toda velocidad y con una expresión de haber visto a su difunta tía abuela bailando el chachachá frente a él.
—¿Por qué parece como si hubieras visto un fantasma? —preguntó Andrew dejando la guitarra sobre una mesa.
—Juniper Julliard—soltó Héctor sin previo aviso.
Andrew se quedó inmóvil. Desconcertado. Barajó la situación y preguntó: —¿De dónde has sacado ese nombre?
Héctor se dio cuenta por la expresión de Andrew que reconocía este nombre y no precisamente por las páginas de sociales del periódico. Ahogó una exclamación y alzó ambas manos para agarrarse la cabeza tratando de que esta no explotara en un futuro muy cercano. —¡Fabuloso! Entonces es verdad. ¿Por qué carajos no habías dicho que estabas casado? ¿Y cuándo diablos fue que lo hiciste? Mejor aún, ¿Cuándo ibas a decirme con quién estabas casado?
Andrew apretó los dientes, maldiciendo en un susurro casi imperceptible. —Es una larga historia.
—Si. Una larga historia que sería comidilla para los medios —le reprochó Héctor. —¿Ya lo sabe Yelena?
—Yelena no tiene por qué saber nada de mi vida privada. Bien sabes que el asunto del compromiso es completamente falso.
—Inténtaselo decir y terminar luego en una sola pieza. Hasta donde sé, ya contrató la iglesia y a la modista.
—Pues lo siento por ella, pero fui claro cuando le dije que únicamente podíamos ser amigos y nada más.
—Y yo te recuerdo que un año de relación estable es sinónimo de matrimonio para algunas personas.
Andrew frunció el ceño. —No estábamos saliendo.
—Eso díselo a ella.
—Lo hice. Siempre lo he hecho. ¿Ahora me dirás cómo te has enterado? Por qué de algo estoy seguro y es que no ha sido por ayuda de internet.
Héctor vaciló, luego soltó un profundo suspiro antes de responder. —Hace unos minutos han llamado tú prima…al inicio creí que era una broma, pero…
—Vamos, Héctor. ¿Cuál broma? ¿Qué sucede con Lucy? —le urgió Andrew con impaciencia.
—Dijo que tu esposa había sufrido un accidente de auto hace un par de días y que está en el hospital.
Andrew echó un vistazo nervioso al rostro de su manager en busca de un atisbo de sonrisa que indicara que le estaba haciendo una mala jugada, pero al no hallarla tragó saliva y se apoyó en la mesa en donde había colocado la guitarra. La incredulidad lo estaba golpeando con la fuerza de un rayo. ¿Juniper en un accidente? ¿Juniper tenía días en un hospital y él no lo sabía?
—¿Te ha dicho cómo está? ——consiguió decir con esfuerzo. Aunque lo que realmente quería saber era si aún estaba con vida, pero no se atrevía a formular la pregunta.
—Lo único que sé es que sufrió algunos golpes que no son tan graves. La verdad es que no puse atención en esa parte. Estaba algo ocupado tratando de procesar el dato en mi cerebro mientras hablaba del otro lado de la línea.
—Tengo que ir al hospital. Inventa algo por mí, pero hagas lo que hagas mantén esto en secreto. Por favor.
—Ni más faltaba—exclamó Héctor. —¿Ya te expliqué lo de los medios? Ahora, apresúrate y ve. Ya me encargo yo de los chicos.
Minutos después, Andrew tomó su auto y se puso en marcha en donde daría fin a ocho años de anonimato.
Ocho años en los que no había dejado de contar los días con ábaco.
Desde que era pequeño, el mundo artístico siempre llamó la atención del pequeño Andrew, sin embargo, aunque sus padres lo dejaron en libertad de practicar sus hobbies el único plan era que él se ocupara de la compañía llegada la hora del retiro de su padre. El chico resignado estaba a punto de guardar el instrumento en el ático de no ser por el padre de un amigo que lo recomendó a un cazatalentos y allí fue donde empezó su secreta carrera hacia el éxito en los reflectores.
Y todo hubiese ido en camino derecho de no haber sido por la invitación de su prima a comer con los amigos de esta. Al principio no pensaba aceptar, pero recordó a la misteriosa amiga de ojos dorados que siempre robaba su atención desde el día en que la vio por primera vez. Entonces aceptó en un impulso sin imaginar siquiera que esa noche le cambiaría por completo la vida.
Una típica reunión con sus amigos un viernes por la noche era el plan inicial, sin embargo, alguien tuvo la brillante idea de llevar más alcohol que el permitido legalmente y dado que era el único que no había probado gota fue decisión unánime nombrarlo el canguro de Juniper para devolverla a casa. Todo el trayecto lo consideró una verdadera molestia debido a que la chica de la que estaba profundamente colado estaba a su entera disposición a solo centímetros de él.
En cuanto llegó al hospital fue directamente a recepción a preguntar por el doctor a cargo de Juniper, en cuanto la secretaría dio el aviso de que el señor Rosemberg había llegado el médico llegó a su encuentro, sin embargo, al ver este al joven de cabello alborotado y vestimenta relajada, no pudo ocultar su sorpresa.
Editado: 14.11.2021