Una espesa niebla de asombro e incredulidad inundaba la habitación 207 desde el momento en el que había recobrado la conciencia hacia un par de días. El silencio era frío y solo era interrumpido por los latidos de la máquina que leía su ritmo cardiaco. ¿Estoy casada? ¿Cómo es posible? Esto realmente tiene que ser una broma, pensaba Juniper. Viéndolo desde una perspectiva más fría y neutral, todo tenía lógica. Si en verdad tenía veinticinco años en el presente, seguramente estaba casada con algún sujeto conveniente a los intereses de su padre tal y como la tradición familiar lo dictaba. Siendo el caso, no era de extrañar que su mente hubiera decidido olvidarse de la pesadilla en la que se había convertido su vida.
Conociendo a su padre, su esposo debía ser un hombre de estatura y apariencia promedio, provendría de una buena familia tanto de nombre como de riqueza además de profesión dentro de las finanzas. Aquello la deprimió aún más. Su padre no había encontrado un esposo sino un reemplazo para cuando él no pudiera estar al frente de la empresa.
Aunque no todo estaba perdido. Quizás su esposo en el fondo tuviera alguna cualidad de la que ella pudiera aferrarse y si corría con un poco de suerte, este la apoyaría para hacerse de un camino propio en el terreno profesional. Y de no ser así, se aseguraría de convertirse en la peor pesadilla de este para obtener lo que ninguna de sus antecesoras se había atrevido a lograr.
El divorcio.
El solo pensar en esto era motivo digno de migraña. Seguramente la desheredarían y vetarían de por vida. Pero si ese era el precio de su libertad estaba más que dispuesta a pagarlo.
En medio de esta lluvia de pensamientos precipitados, llamaron a la puerta. Un nudo se le formó en el estómago en cuanto escuchó los suaves golpes. Su amiga Lucy le había soltado la bomba de su actual estado civil hacia pocas horas junto con la noticia de que su próxima visita sería él dado que consideraban que se encontraba preparada para conocerlo. Obviamente se había convertido en una muy buena actriz porque no se sentía preparada ni siquiera para encender la tv y afrontar los cambios de programación.
Un segundo juego de golpecitos se escuchó y antes de poder decir palabra alguna, la puerta de la habitación se abrió lentamente.
—Lo siento. Creí que dormías.
Juniper quedó sorprendida en cuanto vio al hombre que atravesaba el umbral de la puerta. Tenía un aura relajada y vestía una camiseta negra con serigrafía de alguna banda de rock, vaqueros oscuros detenidos por un cinturón de púas, el cabello oscuro ya necesitado de un buen corte y con el clásico despeinado mañanero además de un collar al estilo perro bulldog alrededor del cuello.
Para Andrew, ver a Juniper después de ocho años fue como si un tornado gigantesco estuviera haciendo estragos dentro de su mente. Gracias a los periódicos y búsquedas en internet sabía exactamente como se veía con el pasar de los años. Sin embargo, la hermosa cabellera ondulada color chocolate oscuro que le caía en cascada por la espalda se movió con una pequeña ráfaga de viento que se coló por la ventana, le demostró en un segundo que la realidad superaba completamente al papel.
—Creo…creo que te has equivocado de habitación—consiguió decir Juniper. — Si buscas a una enfermera seguramente puede decirte dónde encontrar la habitación que buscas.
—Ninguna equivocación, querida —confesó él esbozando una pequeña sonrisa y cerrando la puerta tras de sí.
—¿Querida? ¿Podría ser que tú…?
Él asintió.
Juniper quedó completamente de piedra al comprender la situación. ¿Hombre promedio y empleado de oficina? ¿Cómo era eso posible? El hombre que tenía delante de ella en ese instante era todo lo contrario a la imagen que se había estado haciendo de quien se suponía sería su esposo. ¿Es que estaban tratando de hacerle una broma?
Desconcertada, Juniper frunció el ceño y miró al actor que estaba interpretando muy bien su papel. Desde luego, alguien estaba intentando tomarle el pelo —¿Esto tiene algo que ver con Laurent?
—¿Laurent? —repitió secamente.
—Si. Es la única persona en el mundo que se atrevería a hacerme semejante broma.
—Entiendo que no soy de tu agrado. Pero por más que te duela yo soy tu esposo y esto no es ninguna broma —le espetó Andrew fríamente.
—¿Qué estás diciendo?
—Lo que has escuchado.
Juniper se quedó mirándolo fijamente tratando de descubrir el engaño. ¿Cuál engaño? La mirada fría, seria y penetrante que le estaba mostrando gracias a semejante idea que se le ocurrió decía claramente que todo era verdad.
Se llevó una mano a su frente tratando de asimilar lo más rápido posible lo que estaba pasando. Lo primero, se había casado con la antítesis de todos los ideales de su padre y al que seguramente lo consideraban un impresentable en su casa. Segundo, su esposo no era absolutamente de su desagrado sino todo lo contrario. Tercero, el primer punto explicaba por si solo porque no había recibido noticias de su familia durante su estadía en el hospital.
Editado: 14.11.2021