Tiempo después…
Natalia se quedó paralizada, con el eco de las palabras de su compañero resonándole en la mente. No podía creer lo que acababa de escuchar.
—¿Embarazada? ¿Estás seguro?
El doctor asintió con una expresión seria, pero comprensiva.
—Sí, Natalia. La prueba es clara. Tienes pocas semanas, pero es un hecho.
Natalia sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. Su mente se llenó de pensamientos caóticos. ¿Cómo podía ser eso posible?
«No... no puede ser», pensó, llevándose una mano al estómago, como si pudiera contener la noticia. «Justo ahora, cuando estaba lista para liberarme de mi marido...».
El doctor la miró con empatía.
—Entiendo que esto es un shock. Pero debes pensar en lo que quieres hacer. Tienes opciones.
Natalia cerró los ojos, tratando de encontrar claridad en medio de la tormenta emocional. La imagen de Leonardo apareció en su mente, su risa burlona, su desprecio.
—¿Qué haré? —preguntó, abriendo los ojos y mirando al doctor. —No puedo traer un hijo a este mundo con él.
—Es una decisión difícil —respondió el doctor. —Pero recuerda, este es tu cuerpo y tu vida. Solo tú puedes decidir lo que es mejor para ti y para el bebé.
Natalia sintió una mezcla de miedo y determinación. La idea de ser madre de manera inesperada la aterrorizaba, pero también la llenaba de un nuevo propósito.
— ¡Oh, por Dios! Necesito tiempo para pensar —dijo finalmente, con más firmeza en su voz.
El doctor asintió, dándole un pequeño gesto de aliento.
—Tómate el tiempo que necesites.
Mientras salía de la consulta, Natalia sintió que, aunque el camino por delante sería complicado, había una chispa de esperanza en su corazón. Este inesperado giro podría ser la oportunidad que necesitaba para tomar las riendas de su vida, por fin.
*****
Natalia salió del consultorio de Iván con la mente aún caótica cuando se topó con Grace, su mejor amiga y enfermera del hospital. Al ver su rostro pálido, Grace frunció el ceño y se acercó rápidamente.
—¿Qué te pasa, Nat? Te ves… diferente —preguntó Grace, preocupada.
Natalia tomó aire y, sin poder contenerse, soltó de golpe:
—Estoy embarazada.
Grace abrió mucho los ojos y su expresión pasó de la preocupación a la emoción.
—¡Oh, Dios! ¡Eso es increíble! —exclamó, pero luego la miró con extrañeza. — ¿No es lo que siempre quisiste?
Natalia, sintiendo que el mundo se le venía abajo, tomó a Grace del brazo y la llevó rápidamente a su consultorio.
—Grace, espera… —dijo, cerrando la puerta detrás de ellas. —Hay algo más. Este hijo… probablemente sea de Sebastián, el desconocido con quien tuve una noche de pasión hace más de un mes. No he vuelto a saber de él.
Grace se quedó en silencio por un momento, procesando la información. Finalmente, sus ojos se llenaron de comprensión.
—Oh, oh… —murmuró, sintiendo la angustia de su amiga. —Eso es complicado, Nat. ¿Y qué pasa con Leonardo?
Natalia se pasó una mano por el pelo, preocupada.
—No estoy segura de que sea de él. La última vez que tuvimos algo fue hace semanas y no sé si realmente puedo confiar en que este bebé sea suyo. Pero hoy mismo voy a averiguarlo —dijo con firmeza.
Grace la miró, preocupada, pero también admiró su valentía.
—Tienes que hacerlo, pero... ¿Estás lista para lo que eso pueda significar?
Natalia asintió con una mezcla de miedo y resolución.
—No tengo otra opción. Necesito saber la verdad.
Grace le dio un apretón en el brazo y la apoyó.
—Estoy aquí para ti, pase lo que pase. No estás sola, amiga.
Natalia sonrió débilmente, agradecida por el apoyo de su amiga. Sabía que el camino que tenía por delante sería difícil, pero al menos no tendría que enfrentarlo sola.
*****
Natalia llegó al laboratorio de fertilidad con el corazón latiéndole fuertemente en el pecho. Sabía que lo que estaba a punto de hacer era arriesgado, pero la necesidad de conocer la verdad la impulsaba. Mientras se acercaba al mostrador, su mente se llenó de recuerdos de las conversaciones con Leonardo y de su negativa a someterse a una inseminación artificial en el pasado. «Si tan solo hubiera estado dispuesto a intentarlo», pensó Natalia, sintiendo una punzada de frustración. Pero ella, como doctora, había tomado la decisión de actuar por su cuenta, asegurándose de que su esposo tuviera la oportunidad de ser parte de este proceso, aunque él no lo supiera.
«Necesito saber si el problema es suyo, porque obviamente no era yo», reflexionó mientras esperaba a que el personal del laboratorio le entregara las muestras. «Este bebé podría ser de Sebastián, y no puedo vivir con esta incertidumbre. Necesito respuestas, y hoy las voy a obtener. No puedo seguir en la sombra de la duda. Sea cual sea el resultado, merezco la verdad». Con esa osadía, Natalia se preparó para enfrentar lo que viniera, sabiendo que al final era la vida de su hijo y su futuro los que estaban en juego.