El secreto de tu sonrisa

9. La promesa

“Eras demasiado pequeña

como para ver la realidad profundamente

y darte cuenta de tu entorno.

O eso pensaban.

Sorpréndenos, enana.

Rompe los esquemas, monstruito.”

 

Estuve riéndome de su cara todo lo que quedaba de tarde.

Luego se lo expliqué. Le conté mientras cenábamos lo que pasó el sábado de lluvia encerrados en el restaurante y el día que coincidí con las dos en la plaza. No di muchos detalles, tampoco los necesitaba. Me dijo varias veces que sabía que algo había pasado y que no le había contado.

De nuevo, me volví a reír al ver su expresión.

Ya en casa, vimos varios capítulos de una serie de misterio y asesinatos y nos fuimos cada uno a nuestra habitación cuando ya era la una o dos de la mañana. Al no tener sueño, leí un poco de un libro y apunté lo más importante para hacer el trabajo. Al día siguiente, tendría que empezar seriamente.

—No, mamá, estamos bien... Mira, que te lo diga Kyle —dijo entrando en mi habitación y poniendo el móvil cerca de la cama—. Dile lo bien que nos estamos portando.

—Genial —murmuré medio dormido.

—¿Lo ves? No hay nada de qué preocuparse —oí que su madre le hablaba y me miró—. Estaba dormido, me has hecho despertarlo. Pues porque tiene que hacer un trabajo que no se le da bien y se ha quedado leyendo hasta tarde para sacar su sobresaliente.

—Largo de aquí, plasta.

—Ahora me odiará todo el día.

Salió de mi habitación, cerrando la puerta tras de él. Escondí el rostro en la almohada y me preparé unos minutos después ya que no pude dormir más. Fui a la cocina y me encontré con una taza de café en la encimera.

—¿Vas a ir a desayunar allí o te vas a quedar con tu amigo?

—Haré una excepción —respondí cogiendo la taza—. ¿Qué te ha dicho tu madre? ¿Lo de siempre?

—¿Y qué va a ser si no? Pide que vaya a verles algún día de estos... O en Semana Santa que es el siguiente mes. ¿Qué piensas hacer?

—Supongo que iré con mis padres. No tengo nada que hacer aquí... —levantó una ceja divertido y puse los ojos en blanco—. No, no voy a quedarme para ir aún más veces a su restaurante. Mi familia también necesita atención de mi parte.

—Vaya, creía que solo tenías tiempo para las dos princesitas que ahora ocupan tu cabeza —dijo convencido tomando el café, refiriéndose a Roxanne y Lilly—. O tres si contamos a la que estaba con Lilly. ¿Era su madre? —asentí.

—No, en eso no soy como tú —le devolví haciendo que fuera él el que rodara los ojos—. Te la debía. Pero claro, como ahora es tu novia... ¿Tengo que acostumbrarme a que venga más a menudo?

—Aún no he terminado el café y te estás ganando que acabe en tu cara. Eres un rencoroso.

Eso no era del todo cierto... Bueno, quizás un poco... Dejémoslo en que intentaba no volver a tener de amigos a personas que no valen la pena.

Yo lo llamo protección de sentimientos.

—Lo siento por no dejarme pisar por... —esa niñata—. Naira. Siendo sincero, se cree la mejor por tener buen tipo y seducir a los demás para sacar buena nota. Ahora seguro que presumirá de su novio que es igual que ella.

—¿Perdón?

—En cuanto al físico me refería —y no mentía. Steve es moreno y tiene unos ojos azules muy bonitos. Sin mencionar que antes aprovechaba su tiempo libre para ir al gimnasio. A veces yo le acompañaba.

Naira también es morena y sus ojos son más verdes que marrones pero oscilan entre esos dos colores. No puedo mentir, son hermosos. Pero ya no me fijaba en ellos, Roxanne y su mirada iban primero.

—Ah, ya... Sigo diciendo que ha cambiado.

—Ojalá. Cuando lo demuestre, me lo creeré. Hasta entonces, seguiré con la misma descripción.

—Sabiendo cómo es, creo que va a pasar. ¿Por qué no se lo haces más fácil?

—Porque las cosas no se consiguen con tanta facilidad como os creéis. El esfuerzo es muy importante y yo lo valoro. Además, desde que se enteró que le dije al profesor lo poco que hizo, me va a intentar hacer la vida imposible.

—Aunque me sorprende que lo hicieras pero bueno, si así te sentiste mejor...

—Sí, tengo la conciencia tranquila, eso te lo aseguro.

Tomé el café y limpié la taza cuando terminé. Él había quedado por la tarde con Naira, cosa que me pareció totalmente normal. Después de jugar a algunos videojuegos, comimos juntos lo primero que cogí y sabía hacer y pusimos una serie de comedia que hizo que casi tirara mi bebida de la risa.

Cogí el portátil y las cosas necesarias para la tarde y le despedí con un abrazo. Abrí la puerta para salir y me asusté al ver a Naira a punto de tocar el timbre. Gracias, destino, por casi hacer que me chocara con ella. Me di un lado para que entrara y, cuando lo hizo, me fui.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.