El Secreto del Jefe

Capítulo 3: Flat White

Londres, Inglaterra

Evelyn

El auto se detiene y, por alguna razón, mis nervios se disparan. Tal vez sea la forma en la que Alex se acomoda la corbata con un gesto relajado pero ensayado. O el destello de su reloj cuando se inclina un poco hacia delante, echando un vistazo a lo que hay afuera.

O, quizás, el simple hecho de que tengo una corazonada de que algo está a punto de suceder. Pero nada me prepara para la escena que me encuentro cuando giro la cabeza hacia la ventana.

Luces. Luces por todas partes. Paparazzi, reporteros y cámaras esperan ansiosos frente a la alfombra roja que se extiende hasta la entrada del majestuoso hotel donde se celebrará la gala.

¡Oh, Dios! Mi estómago se retuerce.

—¿Por qué hay tanta prensa? —mi voz sale más aguda de lo que me gustaría.

Alex ni siquiera me mira cuando responde:

—Porque es un evento importante.

No sé si es el tono indiferente de su voz o el hecho de que parece demasiado cómodo con la idea de que su rostro termine en todos los periódicos al día siguiente, pero su respuesta no me tranquiliza. Yo pensaba que sería una gala normal.

Un poco de vino, conversaciones aburridas, tal vez alguna que otra mirada lasciva de un viejo inversionista con exceso de confianza… Pero esto. Esto es otro nivel. Mis pensamientos se interrumpen cuando siento el roce de su mano en la mía.

—Solo sonríe. —Es lo único que dice antes de abrir la puerta y salir del auto.

Mi cerebro no procesa sus palabras de inmediato. Porque antes de que pueda protestar, Alex ya está rodeando el vehículo y abriendo mi puerta, ofreciéndome su mano con naturalidad. Los flashes me ciegan apenas pongo un pie afuera.

—Mierda —susurro entre dientes mientras entrelazo mis dedos con los de Alex y me incorporo con cuidado.

Si yo estoy incómoda, él parece estar en su elemento. Su postura es impecable, su expresión es relajada pero seria, y su agarre en mi mano es firme. Pero lo que realmente me deja sin aire no es la prensa, ni la alfombra roja, ni la ola de murmullos que se esparce cuando aparecemos juntos.

Es lo que hace Alex justo después.

Sin previo aviso, sin titubeos, sin darme tiempo a reaccionar, se inclina y me besa. ¿Qué? Mi cerebro deja de funcionar. Mi corazón se detiene. El mundo entero parece colapsar en un segundo.

No es un beso superficial. No es un roce ligero de labios como si solo quisiera aparentar. Es un beso de verdad. Suavemente dominante, seguro y deliberado. El tipo de beso que hace que el tiempo se ralentice. El tipo de beso que provoca que un millón de pensamientos se arremolinen en mi cabeza y que, al mismo tiempo, no pueda formular ni una sola oración coherente.

Mis manos, que siguen aferradas a las suyas, se tensan de forma instintiva. No sé qué me sorprende más: el hecho de que lo esté haciendo, o el hecho de que yo no lo haya apartado de inmediato. Cuando se separa, tiene una leve sonrisa en los labios.

Una maldita sonrisa. ¡Como si no acabara de besarme frente a todo el maldito mundo! Como si esto fuera lo más normal del universo. Yo, en cambio, estoy paralizada. Confundida. Intentando recuperar el aliento y, de paso, mi sentido de la realidad.

Las cámaras siguen disparando, los flashes parpadean sin descanso, y las voces de los reporteros se mezclan en un murmullo constante. Pero Alex no les presta atención. Ignorándolos por completo, toma mi mano de nuevo y me guía hacia el interior del hotel.

Mi mente sigue en cortocircuito. ¿Qué demonios acaba de pasar? Cuando por fin cruzamos la gran entrada del salón de eventos, la luz más tenue me permite parpadear y volver a la realidad. Me detengo abruptamente, obligándolo a hacer lo mismo.

Aprovecho el momento para acercarme a él y murmurarle en el oído:

—¿Me quieres explicar qué carajos fue eso?

Alex ni siquiera se inmuta. Se inclina hacia mí, como si estuviera a punto de contarme un secreto, pero su tono es indiferente cuando responde: —Eres mi cita.

—¿Y eso qué tiene que ver?

—Las citas se besan.

Abro la boca, pero ningún sonido sale. ¿Las citas se besan? ¿En qué mundo? ¿En qué maldito universo? Él vuelve a sonreír, esta vez con un toque de diversión en sus ojos. Y, sin darme oportunidad de seguir discutiendo, entrelaza su brazo con el mío y me conduce hacia los invitados.

Yo, por mi parte, sigo sin saber si quiero matarlo o…

No. Solo matarlo. Por ahora.

—Respira, Evie. No muerden.

Las palabras de Alex me sacan de mi ensimismamiento. Oh, claro. Que no muerden. Excepto que sí. Estos hombres y mujeres, con sus trajes impecables, miradas críticas y sonrisas de tiburón, pueden devorar a alguien como yo en cuestión de segundos si detectan el más mínimo atisbo de debilidad.

Pero aquí estoy. Del brazo de Alexander Sterling. Si alguien me hubiera dicho hace unos días que estaría aquí, en una gala de la empresa, posando como la cita de mi jefe, probablemente habría escupido mi café en su cara.




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