I gave up on time just like you said you would
There are tiny cracks of light underneath me
And you say I got it wrong
But I try hard to uncover them
Leave a trace/Chvrches
Sebastian Renault…
Ese nombre, inconfundible, impronunciable para mis labios, capaz de detener mi corazón con solo escucharlo, resuena por encima del bullicio de la fiesta, naciendo de los labios de James, viajando por las paredes del pequeño salón en donde está la pista de baile, para morir dentro de mis oídos como un avión kamikaze, y el impacto en mi corazón duele, duele mucho. Ese nombre corta para todos el ambiente alegre y relajado que había en el lugar hasta hace unos minutos, es como si alguien hubiera rasguñado un pizarrón de tiza y el silencio absoluto sobreviene.
Esto no puede ser más vergonzoso.
Todos están mirándome, a la expectativa de este drama de telenovela barata ¡Ni siquiera el Dj continúa tocando! Mañana seré el hazmerreír entre los abogados de mi círculo y mis amigas, quienes de por sí me creen de piedra, incapaz de retener a un hombre a mi lado.
—Mierda... —masculla Sebastian entre dientes, fulminando a James con sus penetrantes y expresivos ojos avellana. Es claro que nuestro recién descubierto amigo en común tampoco tenía idea de que esto pasaría.
Yo, de pie, firme, con la frente en alto, aunque por dentro me sienta derrumbar. Pero no puedo darme ese lujo. No, no puedo darles el gusto de verme caer delante de ellos. Así que enfundo la armadura de frialdad y soberbia, la cual suelo llevar a todas partes por si acaso. Con los pies firmes sobre el piso, mi orgullo en alto, mi dignidad por encima de todo, lo desafío directo a los ojos, obligándolo a agachar la vista. Luego da un par de pasos hacia atrás, huyendo, como es su naturaleza.
─Disculpen... —balbuceo, abriéndome paso hacia el jardín de prisa, soltándome con brusquedad de James, quien puedo leer en sus labios, me ruega que no me vaya.
Ignoro las miradas de todos mientras avanzo, al cabo ya hice el ridículo. Llego hasta el baño en donde estoy sola y puedo darme el lujo de llorar en paz.
No me merece, nunca me mereció…
De repente mi tristeza se transforma en ira contra el responsable de todo este papelón. Necesito una explicación por parte de James y voy a obtenerla ahora mismo.
Camino nuevamente hacia la planta baja para buscarlo, más no sé dónde se ha metido. Le pregunto por él a todos incluyendo a Amanda, su ex novia. Ella me dice que lo vio en el jardín hace unos minutos hablando con alguien.
Desde la ventana lo busco en el jardín con la vista. No está, pero Sebastian sí. No puedo evitar observarlo en secreto, creo que aún conservo esa mala costumbre. Sostiene un vaso de plástico en la mano y un cigarrillo en la otra, con la vista perdida en la nada, absorto en su propio mundo como siempre. Está igual de guapo, de arrogante como un sol y con ese mismo algo sin nombre, pero que conseguiría que cualquier mujer se rindiese a sus pies. No ha cambiado en nada, es una especie de vampiro natural, un traga años. Incluso, de no ser por la barba que ahora tiene, la cual le da un aire mucho más varonil y adulto, bien podría pasar por un universitario en su primer año.
Siento que debería ir y pedirle una disculpa por mi comportamiento de hace algunos unos minutos. Después de todo, ambos somos adultos, y no tenemos por qué volver a hablarnos nunca más después de esta noche. Sin embargo, antes de que logre cruzar el umbral de la puerta, una rubia con un enorme trasero y un vestido que apenas la cubre pasa contoneándose delante de él, ante lo cual, confiado y seguro de sí mismo, no duda en acecharla hasta la acorrala en un rincón del patio, en donde ella le sigue el juego. Solo espero que ella y todas las otras con las que se enrede, resulten ser más inteligentes que yo.
—Matt, ¿estás bien? —pregunta James, tocando mi hombro, haciendo que derrame el poco champán que aún tenía mi copa encima de mi vestido favorito.
Me giro hacia él con una mano en el corazón mientras que con la otra me limpio el rostro, húmedo de tanto llorar y lleno de esa pasta negra que fuera mi delineador.
—Carajo! Maldito delineador barato.
—Matt ¿Estás bien? —repite, veo que está preocupado—. Te he buscado por todas partes. Ya sabes, no quería que te marcharas. No sin haberme disculpado por lo que…
Le enseño la dentadura, hago un esfuerzo por sonreír y así fingir, como muchas veces. Soy solo la fantasía de una mujer fuerte, casi de hielo, con una coraza impenetrable, es lo único que me queda.
—Estoy bien.
—Matt, yo, yo, yo... —balbucea mí pobre amigo apenado.
—No importa, Jimmy. Está bien.
¿Cómo que no importa? Si James supiera. Sebastian es una parte de mi vida que no le cuento a nadie, porque duele y mucho recordarla.
—No, no lo está —sentencia mi amigo, estirando la boca hacia abajo en un gesto de notoria incomodidad—. Metí la pata, ¿cierto?
—¿No tienes que seguir evitando a Amanda? —le suelto mientras aparto su mano de mi brazo, el cual sostiene del mismo modo que los doctores a sus pacientes. Luego doy la vuelta hasta llegar a las escaleras. Quiero mi abrigo y mi bolso para poder largarme de una vez.