He would never talk but he was not shy
She was a street-smart girl but she could not lie
They were perfect for each other, say it now
'Cause in your heart it's loud
Razorblade/The Strokes
Estaba sentada en una mesita del minibar del hotel en la capital a donde viajé con Lily ese fin de semana para asistir a un congreso del Colegio de Abogados. Mi amiga siempre impuntual, llevaba ya quince minutos de retraso y comenzaba a ponerme impaciente. Josué no dejaba de llamarme insistiendo que le mandara mi ubicación para cuidarme desde lejos, so pretexto, había escuchado en las noticias que habían estado desapareciendo varias mujeres en la zona donde quedaba ese hotel. No me tragué el cuento, Josué siempre fue celoso, pero de un tiempo para el otro, sus celos comenzaron a molestarme; me estaba asfixiando con su obsesión de controlarme siempre.
Mientras la pelirroja venía me puse a observar las pinturas que decoraban las paredes del lugar. Los bocetos en carboncillo me recordaron a los dibujos de la pelirroja. El que más llamó mi atención era el de un gato negro en una canasta. Me produjo algo tan hermoso y a la vez tan triste, la luna siempre ha tenido ese efecto sobre mí.
Lily se acercó por detrás.
—¡Amiga! —exclamó con efusividad—. ¡Te ves como una modelo! Adoro tus zapatos ¿Son nuevos?
Lily invitó a los Cosmopolitan. Siempre dijo que yo era Miranda y ella Charlotte, de Sex and the City.
—¿Ya viste los cuadros? —le comenté. ¿Son lindos, o no?
—He hecho cosas mejores.
—Ajá.
De repente comenzó a jugar con un palillo haciendo figuras dentro de su copa. Solía hacer eso cada vez que estaba incómoda por algo, supuse que otra vez había peleado con su marido.
—Oye, amiga ¿Te has subido a una camioneta Six últimamente?
—No, Lily ¿Por…?
Volteé la vista y noté al grupo de hombres alrededor de la mesa junto al cuadro de la luna, riendo y bebiendo. Parecían conocerse de toda la vida, a excepción de uno, quien daba la impresión de ser nuevo. Llamó mi atención por el modo en que su pierna temblaba por debajo de la mesa mientras él, distraído con su teléfono trataba de no mirarme. Luego uno de sus amigos, un tipo del cabello rizado, le agarró por el cuello obligándole a levantar los ojos al frente.
Les regalé una sonrisa ¿Qué más daba? Tenía ganas de sentirme nuevamente, deseada, de coquetear un poco. Hacía tanto tiempo que un hombre no me ponía atención, que hasta había olvidado lo que se sentía. Respecto a Josué, la última vez que vino estuvimos juntos, pero no fue lo que yo esperaba. Habíamos tenido buenos momentos en la cama, pero esa vez entendí que no volverían y quizá fuera mejor. Mi mamá solía decir que la pasión es lo primero que se extingue cuando tienes algo formal con alguien.
—¡YUJU! ¡Te estoy hablando, Matt! —Chasqueó Lily los dedos para llamar mi atención—. ¿Me oyes?
—¡Lily! —gruñí—. ¿Qué quieres?
Pronto se dio cuenta de lo que estaba pasando en la mesa de los chicos y sonrió traviesa.
—¡Lily! Dime, ¿quieres?
—Olvídalo. Oye, ¿Me vas a contar de qué va ese misterioso caso en que están trabajando León y tú?
Vacilé, no sabía si debía contarle o no. Quiero mucho a Lily, es como una hermana, pero siendo realista, es muy boca floja. León me suplicó discreción y confidencialidad en el asunto que estábamos trabajando; no quería que ese caso que, “León solo estaba llevando, y sin cobrar, para quedar bien con el pastor de su iglesia y con Dios sobre todas las cosas”, fuera de conocimiento público. Me advirtió que no deseaba protagonismo en el asunto y, aunque algo en mi no le creyó, respeté su deseo.
—No.
—¿Por qué? —me suplicó—. La gente comienza a murmurar, ¿sabes?
—¿Murmurar qué, Liliana…? ¿Quiénes?
Saltó los ojos, sus enormes ojos grises como de caricatura.
El mesero nos trajo un plato de pinchos de camarón y verduras, de los cuales me apresuré a coger el primero. Eran los tiempos en que no me preocupaba tanto la idea de engordar.
Mientras comíamos decidí contarle a Lily algo solo para que me dejara en paz. Le dije que estábamos tratando de ayudar a una persona muy pobre, una señora mayor, cuyo marido la había despojado de todo su dinero luego de años de un matrimonio tortuoso, a obtener aquello que por justicia le correspondía de ese divorcio.
—Y bien —suspiré—, ¿qué opinas?
—¿Quién lo diría? El gatito tiene conciencia. Oye ¡Amo esta canción! —exclamó, con la boca llena de comida.
Me arrastró a la pista de baile para que hiciera de su pareja y cuando lo consiguió, se puso a cantar, Lady, hear me tonight..., con su inglés mal pronunciado y su voz desafinada. No es que estuviera borracha, es que Lily es así.
—¡Lily, cállate! —refunfuñé— Van a pensar que estamos borrachas y…