Llegas tú, sueño imposible, tú
mírame, siempre esperaré
no es demasiado tarde
si quieres búscame
Llegas tú/Nek
Dios ve que traté de ponerle freno a mis instintos, creí que podía estar en paz habiendo ya tenido su cuerpo al menos una vez en mi vida. Por eso no busqué a Matt luego de lo que pasó entre nosotros. Sí, quedaba como un bastardo ante ella que solo deseaba meterse entre sus piernas para luego esfumarse, pero era mejor que llegar a más con un sueño imposible que me atormentaba por las noches y por las mañanas metiéndose en mis fantasías.
—¿Estás bien, Bastian? —me despertó de mi ensoñación la voz de Marilú.
Mi ex esposa, hasta la fecha detesto el término. Quiero decir, me hace sentir un viejo calvo y pensar en ella como una vieja cacatúa con más cirugías encima que orgasmos en toda su vida. Marilú no es así y yo tampoco, al menos no todavía.
—Mejor que nunca, Lu.
Traté de sonreír mostrándole el pulgar hacia arriba en señal de que todo estaba bien, aunque en realidad no fuera así. De cientos de sitios, el último donde no hubiera querido estar en ese momento… era en la cama de un motel con mi ex esposa.
Sentada en una esquina del somier, sosteniendo su espejo de mano, se maquillaba y peinaba de nuevo. Me miró a través del espejo e hizo una mueca.
—¿Quieres un café o vas a tomar una ducha primero?
—Te acepto el café, tesorito.
—Mejor vete a bañar —me ordenó—. Prepararé tu café favorito mientras veo al bebé…
Junté mi ropa desparramada en el piso. El juego de pretender ser la feliz pareja que ya no éramos, si alguna vez lo fuimos, con cada año se hacía más duro, aún a sabiendas que estábamos bromeando y solo nos servía para enmascarar el dolor que a ambos nos causaba la efeméride.
—¿Crees que te tomará tanto tiempo preparar café instantáneo con leche… amor? —le grité a Marilú desde la ducha.
Bastian, mi bebé. Hasta hacía poco tiempo, mi hijo había sido la única cosa que en algún punto le dio sentido a mi vida. Cuando se fue, también se llevó mi brújula, mi timón, me dejó a la deriva sin saber bien qué hacer conmigo mismo. No sabía que en ese momento dentro de mí existía ya una nueva razón para despertarme en la mañana y esmerarme en no ser tan zopenco.
—¡Le estoy dando el biberón al… bebé! —respondió ella, me pareció escuchar que por un momento su voz se quebró—. ¿También quieres huevos…?
Salimos del motel, no sé ella, pero yo daba gracias a Dios que el día hubiera llegado a su fin. Me sentía sucio y estúpido, necesitaría más que una ducha para limpiarme. Como si aquello no pudiera empeorar, del otro lado de la calle la pelirroja agitaba la mano para saludarme, imaginé que a propósito para luego quemarme con Matt, así que intenté ignorarla.
Luego cruzó la calle.
—¡Señor Cucarachita! —me dijo de entrada, dándole la espalda a Marilú.
—También me da gusto verte, Lobos… —Sonrió mi ex.
Lily le saltó los ojos. Marilú retrocedió, los ojos de la pelirroja daban miedo.
—Como sea. Necesito decirte algo a ti, Renault ¿Podríamos hablar a solas sin la señorita…?
—Señora de Renault para ti, Lobos —puntualizó Marilú.
—¡Uy! Pues disculpa. No sabía que luego de un divorcio uno se quedaba con el apellido de su marido. En fin, no es contigo con quien quiero hablar sino con él ¿Nos dejas solos, por favor? No voy a morder a tu hombre; solo a comérmelo…
La pelirroja soltó la carcajada.
Marilú creo que trató de morderse la lengua para no contestarle a la pelirroja quien claramente se burló de ella. Al final mi ex se marchó, ofendida, pero prometiendo llamar pronto.
Lily me invitó a desayunar panqueques esa mañana en una cafetería cerca de su casa. No había comido nada en doce horas, por lo cual sentí las tortas como caídas del cielo.
—¡Tú sí que tienes apetito, pelirroja! Quiero decir, te has comido más panqueques que yo.
—El camino al corazón de una mujer es en su estómago… —me respondió con la boca llena de comida.
—¿No era su cuenta bancaria? —ironicé, solo para molestarla.
—No, a menos que estés tratando de conquistar a una como tu ex…
—¡Oye! ¿Por qué tanta agresividad, Lil Wayne? Creía que éramos amigos.
—Nada… Solo que ya me enteré con lujo de detalles sobre lo que pasó entre ustedes dos ¡Marranos! —dijo seria, mientras partía sus panqueques—. ¿Recuerdas que quedamos, señor cucarachita, en que no le ibas a romper el corazón a mi amiga o tu… cosita, me las iba a pagar?
No sé qué cara puse, pero imagino que una de bebé asustado. El ver a Lily hablando sobre cortarme el pene mientras sostenía un cuchillo es de las cosas más incómodas que me han pasado, aunque sé que la pelirroja no hablaba en serio por cómo se carcajeó cuando vio mi cara.