How do you love on a night without feelings?
She says, love, I hear sound, I see fury
She says, love's not a hostile condition
Love me, wherever you are
Wire to Wire/Razorlight
¿Dónde fue que se jodió todo?
Quizás fue en el momento en que tuve ese estúpido sueño donde muy adentro supe que deseaba una vida a su lado, o cuando la cargué encima de mi hombro para que no se lastimara más el tobillo, o quizás siempre estuve jodido.
Mattilda Méndez, aquella que amé, que siempre amaré, una idea abstracta sobre lo que es el amor ideal para mí, nunca existió y eso que me daba no eran más que fantasías. Nicotina con un toque de vainilla, una droga que me consumía por dentro.
—¿Acompañarás a Violeta a la boda de León? —me preguntó mientras acariciaba mi mentón.
No podía dejar de sonreír al sentir sus manos suaves y finas sobre mi rostro. A esas alturas Matt era más que una mujer para mí; era mi todo. La amaba, no tenía duda de aquello.
—¿Quién pregunta, muñeca? Quiero decir, ¿irás tú?
—No lo sé… —vaciló—. Odio las bodas.
Sacudí la cabeza. Esa mujer era una contradicción viviente, odiaba las bodas ¿Y aun así pensaba casarse con el zopenco de su novio?
—¿Eso significa que habrá boda con el zopenco? —Sonreí. Quería creer que había una esperanza de que no lo hiciera, era lo único que daba sentido a nuestros encuentros para mí en ese punto.
No me respondió. Todo lo que supo hacer fue enroscarse en mi pecho como un gato. Cerró los ojos y esbozó un gesto de satisfacción y placer al sentir mis caricias sobre su espalda ¿Cómo reclamarle algo?
—No te vayas… —musitó con esa vocecita tan tierna—. Quédate a dormir, lindo.
—¿Y tú sirvienta? Quiero decir, dijiste…
Tomó mi mano y la llevó hasta su pecho, no sobre sus senos, sino en la parte donde quedaba su corazón. Luego puso su palma sobre el mío. Nos quedamos en silencio solo escuchando nuestras pulsaciones aceleradas ya no solo por el deseo, sino por el amor que estaba creciendo cada vez más entre nosotros. Fue el momento más íntimo que viví con Matt.
—Por favor, lindo… —musitó, tan bajito que, de no haber estado lo suficientemente cerca, no hubiera podido escuchar una palabra.
La besé en la frente y luego la envolví en mis brazos. Ella me miró y parpadeó, fue su forma de darme las gracias. Esa noche recuerdo que volví a soñar esa maldita casa, niños, perros, pericos, colibríes dorados y la música hermosa que se ha compuesto, todo gracias a ella. Matt era la indicada para mí, algo me lo decía.
—Te amo —gruñí—. Nunca supe si llegó a escucharlo.
De repente, un sonido cortó ese silencio lleno de paz.
—Sebastian… —balbuceó con los ojos cerrados—. Apaga esa cosa…
Mentalmente busqué mis pantalones, en dónde habían quedado junto con mi teléfono dentro de ellos. Quise levantarme, pero ella me lo impidió.
—No contestes, lindo —me pidió—. No quiero que esto acabe tan pronto.
—Yo tampoco, muñeca. Matt, yo quiero…
Decidí ignorar mi teléfono. Levanté su mano izquierda, siempre buscando ese estúpido anillo. Noté que no lo traía puesto y sonreí ¡Ella no iba a casarse con ese tipo! Comencé a besar sus dedos uno por uno, era mi forma de evadir la realidad, pero mi teléfono me lo impedía.
—Contesta, lindo —Sonrió—. Mis besos te estarán esperando.
Desnudo y a tientas caminé en la obscuridad de su casa haciendo todo lo posible por no hacer ruido de modo que Yoda no me confundiese con un ladrón y me mordiera. Resultó ser una llamada de Marilú.
—Bastian…
—¿Qué, Lu? ¿Tiene que ser a las tres de la mañana?
—Es sobre Violeta…
—¡Diablos!
Lo que me dijo Marilú hizo que los huevos se me fueran a la garganta.
Violeta me había estado mintiendo todos esos meses, sí, sí había seguido viendo a Eric. Resulta que intentaron huir juntos, pero en la carrera chocaron con un camión repartidor de aguas gaseosas. No sé si llamarlo destino o casualidad, Dios o del demonio, pero el del camión llamó a Marilú por lo del choque… y ella a mí. A mi hermana se la habían llevado al hospital. Aparentemente le dio una crisis nerviosa a raíz del accidente. aunque no fuera la gran cosa en sí, pero mi ex pensó que debía saberlo.
Tenía que ir con Violeta, me debía una explicación.
Encontré a Matt en medio del pasillo, fisgoneando para variar. Rodé los ojos.
—Ahora no, Matt… —le solté.
—¿Así que sigues viendo a Marilú?
Rodé los ojos. No estaba de humor para dramas. Tenía que encontrar mis cosas y largarme cuanto antes.
—No.
—Entonces, ¿qué fue eso?
—¡Vamos, Matt! No te pongas celosa. Quiero decir, ella y yo solo somos amigos. Llamó para…
—No son celos —dijo con tranquilidad, pero sus ojos decían otra cosa; estaba echando rayos.
Me vestí al tiempo que avanzaba hasta su habitación. Necesitaba mi camisa.
—¿Entonces, Matt?. Quiero decir, no te incumbe que la tenga en mi lista de contactos del celular, ¿o sí?
Tomó mi camisa y la escondió tras su espalda. No estaba de humor para sus juegos, pero verla hacer eso era algo demasiado sugerente.
—¡No son celos! Es solo, solo que dijiste que ya no sentías nada por ella, ¿cómo es que la tienes en tu lista de contactos?
Sonreí. La abracé por detrás y comencé a soplar su nuca. La deseaba tanto, aun enojado con ella.
—Eres la primera mujer en mi lista, muñeca…
Su semblante cambió. Es lo más cercano que he visto a la transformación de Bruce Banner en Hulk en la vida real, solo faltó que se pusiera verde.
—¡Qué! —vociferó—. ¡Soy solo otra zorra para ti!