El secreto en tus labios

Capítulo 13|Matt

So testosterone boys and harlequin girls

Will you dance to this beat and hold a lover close?

Lying Is the Most Fun a Girl Can Have Without Taking Her Clothes Off

Panic! at the Disco

Yo no quería herir a Josué. 

Luego de esa noche en que discutí con Sebastian decidí que lo mejor era concentrarme en mi futuro, en la vida maravillosa que me esperaba junto a mi novio, pero la realidad era triste. Yo ya no quería tocarlo, ni besarlo, mucho menos entregarle mi cuerpo. 

Lo intenté y fue un desastre. Me negaba a recibirlo, simplemente no podía obligarme a mí misma a abrir las piernas para admitirlo dentro de mi ser.

—¡¡Para!! —le grité por instinto. 

Él lo entendió; era un hombre bueno, ingenuo tal vez, no se dio cuenta que no era que no deseara tener sexo, es que él no era la persona a quien necesitaba. 

—Yo… —sollocé muerta de vergüenza con el rostro entre mis manos. 

—Has estado bajo mucho estrés ¿Cierto, princesa?

Asentí ligeramente con la cabeza. No hizo mayor comentario sobre eso, solo se acurrucó en su lado de la cama y se durmió. 

No, yo no podía casarme con él, mi vida iba ser un infierno si lo hacía, no importaba lo que dijesen mis padres sobre que entre los pilares de un buen matrimonio no se hallaba el sexo...

A la mañana siguiente desperté resuelta. Necesitaba a Sebastian, lo amaba, él debía saberlo. Lo encontré en el almacén, al verme sonrió como si hubiera estado esperando por mí durante todo ese tiempo distantes. Luego como dos adolescentes traviesos con las hormonas en flor nos escabullimos hasta la trastienda conteniendo la risa. Ni bien entramos cerró la puerta de un empujón y me embistió a besos contra una torre de cajas y rollos de tela en ese lugar que honestamente me daba miedo pero en donde me sentí a salvo de entregarle mi corazón. 

—Si supieras —jadeó cegado por el deseo igual que yo—. Las ganas que tengo de hacerte mía… 

—Hazlo —le supliqué—. Lo necesito tanto… 

—Ven aquí… mi diosa, mi niña, mi todo. No sabes cuánto te amo, te amo ¡Te amo, Licenciada Méndez! 

Nos arrancamos la ropa como dos salvajes, pero con la familiaridad de quienes se han conocido por siglos. De pie y sin poder movernos demasiado debido al espacio, nos entregamos con fuerza, o más bien con desesperación. Llegué a la conclusión de que el fin justificaba los medios en algunos casos, que no todo era blanco o negro y yo no era una mala persona por lo que le estaba haciendo a Josué. Todo había sido en nombre del amor. Sus besos, sus caricias sobre mi piel, sus roces que quemaban como el hielo seco me lo decían. Luego lo sentí derramarse dentro de mí y fue hermoso. Sentir su calor, haber llegado a fundirnos en un nuevo nivel de intimidad y de placer.

—Te amo —gemí casi sin voz, aferrada tan fuerte como pude a su ser porque sentía que de soltarlo iba a deshacerme. — Soy tuya, tu muñeca… siempre… siempre… 

Acaricié su cabello. Sebastian tan masculino y exquisito en la cama, tenía el vigor para hacerme sentir como una reina al amarme, sí, pero también era vulnerable y me gustaba eso. Me hacía pensar que él también me estaba dando algo más valioso que su cuerpo cuando estábamos juntos, esa parte de tu alma que usualmente no le muestras a nadie, que nos han enseñado a esconder por temor a ser heridos por cualquiera. Era feliz, simplemente feliz. 

—Matt, Matt, Matt… —repetía mi nombre con los ojos cerrados como si todo se tratara de una pesadilla—. Te quiero ¿Qué quieres tú, muñeca? 

—Te quiero a tí, lindo… 

✝✝✝✝✝✝✝✝✝✝✝✝✝✝✝✝✝✝✝✝✝✝✝✝✝✝✝

La boda de León fue el siguiente sábado. Josué aunque no era muy amante de las fiestas insistió en que fuéramos juntos, seguía dando patadas de ahogado para salvar esa relación nuestra que ya estaba muerta pero yo aún era incapaz de decirle una palabra sobre eso.

El salón estaba hermoso esa noche, era grande, de lujo y lo habían decorado con muy buen gusto con azucenas blancas que conducían a una capilla hecha de tul y cortinas de seda para la ceremonia religiosa que oficiaría el pastor en unos instantes. Luego, en una esquina, estaba el pastel de bodas más grande y apetitoso que había visto en mi vida. Todo adornado con velas y luces tenues de halógeno. 

Me pregunté dónde estaba el padre de León. No lo veía por ningún lado lo cual se me hizo muy raro ¡Ni mi propio padre se perdería la boda de su propio hijo! Luego apareció la madre de León, en la entrada, estaba dando órdenes a todo el mundo, específicamente noté que hablaba con…

¿Doña Connie? 

Mientras el pastor les daba el sermón a los novios yo pensaba en lo que realmente significaba esto para León. Él amaba a Clara ¿Cierto? Si no, por qué otra razón se estaría casando con ella esa noche. Luego, como en las películas la ceremonia terminó con el “puede besar a la novia”. Me pregunté qué seguía después de eso. Se oía tan fácil dar el sí ¿Pero y luego…? 

Ensimismada como estaba no pude advertir a quién tenía enfrente hasta que ella dijo mi nombre, era Violeta Renault intentando llamar mi atención. 

—Vi, hola… 

—¡Matt! ¡qué linda estás…! —me dijo ella y me abrazó con efusividad. 




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