El secreto en tus labios

Capítulo 14|Sebastian

Take a look in the mirror and what do you see?

Do you see it clearer, or are you deceived

In what you believe?

Human/Rag'n'bone man

Todo lo que pasó esa noche en la boda de León lo recuerdo como fragmentos de una mala película, tan impersonales y tan ajenos a mí que a la fecha no me arrepiento de nada que haya hecho o dicho. El alcohol y yo comenzábamos a llevar nuestro coqueteo a un nuevo nivel en esa época, la abstinencia de tantos meses solo hizo que me desatara en cuanto tuve un motivo para beber, desde lo de mi hermana. 

¡Pero eso que dije frente a todos lo tenían que saber algún día!

 Matt no podía jugar conmigo para siempre. Solo la hice encarar la realidad, no importa si usé el alcohol para ello. 

Recuerdo haber ido a parar a la comisaría, en donde mi abuelo alertado por mi hermana ya había echado mano de su labia y con un par de llamadas, consiguió que no me encerraran. 

Pero en casa, nos esperaba el viejo con una sorpresa para mí. En primer lugar dejó que entrara Violeta. Luego me roció con el agua helada para quitarme la borrachera, agua helada a las tres de la madrugada.

—¿Ya se te quitó lo bolo? —No le respondí, tenía demasiado frío, estaba demasiado aturdido como para poder hablar—. ¡Que, si ya se te quitó lo bolo te pregunté, a vos, animal!

—¡Sí! —respondí fuerte y claro, como sabía, debía de contestarle aunque mis dientes castañeaban y apenas podía abrir la boca. 

—¿Ya viste que la boca sirve para algo que no sea embolarse? 

No le respondí, ahora estaba molesto, empapado, humillado. Mi cerebro poco a poco comenzaba a calcular la magnitud de lo que hice, de lo que podrían acarrear mis acciones. 

—Te hubieras muerto vos, pedazo de mierda y no mi hijo… —me dijo sin alterarse ni nada, con tal desafecto que me dolió más que cualquier otra cosa que hubiera podido decirme. 

Así que lo detuve, harto de él, de Matt, de León, de todos, incluso de mí mismo. 

Le levanté la mano y quizás lo hubiera golpeado de no ser porque el grito de mi hermana me hizo reaccionar a tiempo. El viejo se contrajo, fue la primera vez que lo vi indefenso ante mí. Me miró a los ojos y juraría que se le empañaron los lentes.  

Los hombres no lloran, eso me lo enseñaron desde muy pequeño, pero dadas las circunstancias, solo no podía evitarlo y lloré, me quebré frente al abuelo como cuando era pequeño.

 

Subí a mi habitación hecho una furia. Recuerdo que arranqué el palo de la cortina y destrocé lo que pude para desahogarme: acabé con el ventanal, tiré de un manotazo mis carros de juguete por todas partes, apaleé el espejo, la cama, la televisión y el estéreo, destrocé mis discos y mi computadora. Solo quería que alguien pudiera sentir la ira que me estaba corroyendo por no ser suficientemente bueno ni para el abuelo, ni para Matt ni para nadie.

 ¡No fui bueno ni para mis padres! La puta esa me abandonó y mi padre… se dejó morir.

Encontré una botella de guaro* de las que había estado consumiendo desde la vez que supe que mi hermana estaba embarazada. Estaba a punto de vaciarla en mi garganta cuando vi mi rostro, multiplicado a través de los fragmentos del espejo: ojos rojos, cabello revuelto, la ropa hecha mierdas, mi nariz sangrada, el rostro amoratado y cojeando, y ahora, bebiendo otra vez. 

Solté una carcajada. 

Iba camino a convertirme en aquel sujeto por culpa de quien cuando era niño procuraba que hermana se fuera a la cama más temprano los viernes por la noche para que me gritara a mí y no con ella cuando regresaba borracho. Mi destino si me quedaba era morir en vida haciendo algo que odiaba todos los días, follando con cualquier fulana para intentar llenar el vacío sin ningún éxito, escuchando una y otra vez los reproches del viejo y con la lástima de mi hermana como único paliativo para el dolor, mientras durara y ella no se cansara de mí también. 

Violeta tenía razón, ese no era mi sitio; tenía que largarme de una vez por todas antes de que fuera demasiado tarde y en efecto, acabara conmigo en vida como lo hizo con mi papá. Tomé mi bolsa del gimnasio, metí algo de ropa y una cajetilla de cigarros, después revolví todos los cajones de mi armario en busca del dinero que siempre dejaba en mis bolsillos a propósito como una forma de ahorro y mi billetera con el poco dinero que había conseguido ahorrar durante estos meses. Mientras lo hacía, pensé en llevarme la carpeta azul como recuerdo de Matt, pero decidí no hacerlo, eso me obligaría a volver a ella, más pronto que tarde, con algo que pudiera prometer, eso me haría esforzarme el doble para conseguir hacer algo con mi vida. Una mujer como ella jamás aceptaría a semejante basura de hombre como algo más que una aventura. 

En el pasillo frente a mi habitación estaba mi hermana. 

—Sabes que te amo, cilantro… —sollozaba Violeta rodeando mi cuello con sus brazos de niña—. ¡Mucha suerte!

Al salir de la casa, encontré a mi abuelo esperándome. Pensé que trataría de detenerme, pero no lo hizo y, al contrario, desvió la mirada, creo que intentaba no hacer más grande el lío, pero su indiferencia era aún más hiriente para mí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.