She needs a lover to escape her father and mother
She hopes for some other way out of the hole
She's over achieving, chasing her dreams
And coming down slowly, yeah it's out of control
Moaning Lisa Smiles/Woolf Alice
—Feliz año nuevo —leo en los labios de James, aunque no pueda escucharlo debido a la bulla que ha inundado el ambiente, de personas, música y fuegos artificiales.
—¡Salud! —le respondo, alzando una copa invisible a modo de hacer un brindis, aunque no esté segura si tengo motivos para brindar. Solo es otra vuelta al sol, no espero que nada especial pase. Lo único que quiero es precisamente eso, que todo regrese a la normalidad luego del encuentro que tuve esta noche con esa persona cuyo nombre, de ahora en adelante, no pienso pronunciar siquiera para no tener que pensar en su rostro, para dejarlo en donde estaba, como un punto difuso en mi mente, como el recuerdo más doloroso de todos.
James va acercándose a mi hasta rodear mis hombros con su brazo, caricia que por supuesto rehuyo pese a ser año nuevo y de lo más natural ese tipo de demostraciones de afecto. No parece haberle afectado en lo más mínimo mi rechazo, me conoce bien y me acepta de esa manera.
—¿Quieres bajar? —grita alzando la voz por encima de la bulla.
—¿Es necesario?
Sacude la cabeza y me sonríe, no sé si no me escuchó o es que mi sarcasmo no le afecta en lo absoluto. Eso es lo bueno de James, su temperamento es flemático tanto que a veces me es difícil saber lo que en realidad siente.
De repente el dj sube el volumen de la canción amenazando con dejarme sorda. Miro a James de manera espontánea, está cantando y moviendo sus dedos al ritmo de la música.
De nuevo sentados juntos, ahora en el piso de su habitación, bebiendo champaña y comiendo uvas… una, dos, tres… doce uvas, cada una en teoría acompañada por un deseo diferente. Reclino mi cabeza en su hombro, él la acaricia con dulzura. Hay días que pienso en que debí aceptarlo cuando pude, quizá ser menos dura con él en el bar esa noche o no huir de su cama aquella madrugada cuando luego de algunas copias de vino terminamos follando. Creo que el alcohol comienza a afectar mi juicio.
—¡Jimmy¡ —le digo.
Me hace un gesto indicando que no escucha. Debo levantar la voz
—¡Gracias por escucharme…!
—¡Matt, no te…!
Vuelve a hacer el mismo gesto con su mano. No me escucha ni un carajo.
—¡Te quiero! —le digo sabiendo que no puede oirme—. Eres mi mejor amigo.
Toca mi hombro con delicadeza, diría que con miedo, va a decirme algo, pero entonces mira su celular y se levanta de prisa.
Lo tomo del brazo, mi roce siempre logra ponerlo quieto, luego me acerco a su oído.
—¡Gracias por siempre ahí para salvarme la vida, mejor amigo!
—Sí, Matt, eso soy, tu amigo…
No puedo evitar darle un abrazo, el cual responde con gusto como si se tratara de una hermana suya.
—Se está haciendo de noche y tengo frío.
—¿Quieres que te preste algo? Ya sabes, un suéter o mi saco…
—No gracias. Me gusta sentir el frío de todos modos.
Gracias a Dios el Dj le ha quitado volumen a la música. Creo que eso anima a mi amigo para hablar.
—Matt, ¿segura que no quieres bajar conmigo?
—¿De qué es el pastel?
—Banana... —me dice —¿O quizá chocolate?, no lo sé..
—Está bien. bajemos.
En la sala todos los, están reunidos en torno al pastel. Ellos hablan entre sí, sobre lo que pasó con Sebastian hace algunas horas. La multitud se abre como si James fuera moisés y ellos el mar rojo para darle entrada en medio justo frente al pastel mientras los congregados le cantan en coro Feliz cumpleaños…
Así de especial es James Harlow. Vino a este planeta solo un par de días antes del año nuevo. Dice que fue el regalo de Navidad que su mamá nunca esperó tener, pero ella misma dice que ha sido el mejor de todos. No me sorprende que mí amigo tenga lo que Lily llama mamitis, su madre es muy dulce y lo quiere mucho y él a ella. Ya quisiera yo llevarme así con Marta, la mujer que me trajo al mundo.
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Han pasado varios días desde el encuentro con Sebastian y he vuelto a mi vida habitual: mi trabajo, mis casos en la corte y en el despacho…
—¿Quién es papá, nena?
—¡Tú lo eres, León! —respondo, a secas.
—Me encanta que lo digas, Chéri.
De espaldas, reclinada contra la mesa de un escritorio, exhalo despacio por la boca mientras el frío de la madera sobre la piel desnuda de mis muslos me pone la carne de gallina. Tengo el vestido subido por encima de la cintura y una sensación de inconformidad conmigo misma.
Por alguna razón el sexo me ha dejado un mal sabor de boca esta tarde en lugar de relajarme como es lo usual con León. Quizás sea el hecho de que no me acostumbro a tener relaciones en una superficie tan dura, remilgos míos o tal vez restos de la dignidad que perdí hace ya mucho tiempo encima de esta misma mesa.