El secreto en tus labios

Capítulo 18|Sebastian

—¡Bastian! —grita Violeta. 

—¿Qué? ¿Cómo? —tartamudeo. 

De una, abro los ojos, sobresaltado por el gas-neón que cuelga del techo. Acabo de tener una pesadilla, la misma maldita pesadilla que he tenido desde el funeral del abuelo, esa donde estoy en un ataúd siendo enterrado vivo. Creo  que debo dejar de leer a Poe, está haciendo estragos en mi cerebro.

O quizás se trate de algo más...

—¡Demonios! —regaño a mi hermana—. Vi, no hagas eso. Quiero decir, me provocarás un infarto.

—Es increíble que puedas dormir en este lugar —replica, paseando sus dedos por una cómoda empolvada—. El olor a quemado que viene de la fábrica de abajo es insoportable y tú con las ventanas cerradas ¡Te vas a intoxicar!

No es hasta ese momento que soy consciente de que mi hermana está aquí. 

—Un momento, Violeta Isabel, ¿qué demonios haces aquí? ¿Cómo entraste? 

Coloca un mechón de pelo tras de su oreja, como siempre que va a decir algo importante. 

—Fácil, con una llave, Bastian. Tengo copia de todas las llaves del edificio. En fin quería ver si deseas cenar conmigo. Lizzie ya está dormida por si te lo preguntas...

Ruedo los ojos. Está hablando como carreta otra vez, lo hace cada que está impaciente y lo odio, me pone nervioso. 

—Vi, deja de hablar tan rápido, vas a morderte la lengua.    

—Lo sé, pero es que estoy ansiosa con todo lo que ha pasado ya que ahora yo estoy al frente de la empresa y hay mil cosas por hacer sin el abuelo con nosotros. Cosas que no pueden… 

Enarco una ceja, mi hermana está muy extraña esta noche, ella quien de los dos es la más equilibrada.

—¿Esperar? ¿Qué mosca te picó a ti, Violeta Isabel? 

Cruza sus brazos encima del pecho.

—No me picó ninguna mosca, Bastian  Solo que… ¡No puedo partirme en muchos pedazos! Esa es la verdad. 

Rodeo sus hombros con mi brazo para tranquilizarla. Sé que aunque no lo admita, es demasiada responsabilidad para ella. Nunca imaginó que iba a tener que hacerse cargo de la empresa de la noche a la mañana y  debe estar asustada. 

—Puedo ayudarte si quieres,  vendría los viernes y me quedaría el sábado para regresar el domingo en la tarde para apoyarte en lo que necesites.

Tuerce la boca en un gesto de inconformidad respecto a mi oferta. 

—¿En serio? Creí que odiabas todo lo que se refería a la empresa, Bastian.

Le sonrío y ella rápidamente adivina lo que eso significa.

—Sería algo temporal mientras…

—¿Mientras se lee el testamento donde dice que todo es tuyo, hijo pródigo? 

De nuevo ruedo los ojos. No entiendo por qué el resentimiento a estas alturas. Violeta sabe de sobra que no me interesa en lo absoluto ser el dueño de Maya’m. Me prepararon desde pequeño para algún día dirigir yo la empresa, como mi padre lo hizo cuando tuvo la edad hasta que murió, no contaban conque mis planes eran otros y que mi hermana era más apta que yo para eso.

—Olvídalo, Bastian. No necesito tu ayuda. Tú sigue con tus… cosas en la capital. Yo estaré bien aquí mientras tú tomas posesión de todo...

—Al menos déjame ayudarte en lo que consigues una mano derecha. 

—Pues, para tu información, Bastian, me gradué con honores en la universidad. Tengo una licenciatura en Administración y un diplomado en comercio internacional. Puedo hacerlo todo sola. Además, yo ya tengo quien me ayude. 

—Ok, ¿y quién es? 

Esboza una bochornosa sonrisa, creo saber de quién se trata.

—Sí, es él… Quiero decir, me está ayudando hasta que  contrate más personal a ordenar los asuntos del abuelo. En fin. Solo venía a invitarte a cenar. Te parece bien una...

—¿Tregua? 

—Hice espagueti con albóndigas. Supuse que no tenías nada que comer en este… 

Frunce el entrecejo y carraspea, a pasar de ahogarse con el olor a quemado el cual a mí no me afecta; de tanto ir y venir en la cocina del restaurante donde trabajo ya hasta me acostumbré a ese hedor. Mira de refilón hacia la estufa, sabe que no tengo nada que comer en este lugar y que la comida rápida no me encanta.   

—¡Es con albóndigas! —insiste—. También invité a Harlow. Sé que te mueres por hablar con él. Me contó lo que ocurrió en la fiesta de año nuevo con….

—No me lo recuerdes, Violeta Isabel.

Tira de mi brazo intentando hacer que me levante del sofá en donde sigo acostado.

—¡Vamos, Bastian! No me digas que le tienes miedo al fantasma del abuelo. 

Me carcajeo.

—¿Fantasma? No. Quiero decir, los fantasmas no existen. 

Vuelve a recorrer con la vista el lugar, es una porquería, lo sé: polvoriento, húmedo, huele a quemado y casi no tiene muebles a excepción de la estufa de gas y un viejo sofá cama, pero es tranquilo y muy privado. Para mí abuelo la discreción era importante si alguien iba a vivir aquí. Mandó a construir este piso para mí papá, quien de hecho vivió aquí con mí mamá hasta que ella se largó con otro. El viejo por seguridad mandó a poner vidrios de espejo, la entrada está en medio del local de abajo, hay que atravesar una escalera que pasa por el almacén y la fábrica para llegar hasta la puerta; no hay forma de que las personas desde afuera sepan si hay alguien viviendo aquí.




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