El secreto en tus labios

Capítulo 19|Matt

Look for the girl with the broken smile

Ask her if she wants to stay a while

And she will be loved 

She will be loved/Maroon 5. 

¡Soy tan estúpida! 

Si tan solo no me hubiera quedado dormida en mi despacho a causa del exceso de calmantes que tomé para controlar lo que sentí luego de la sórdida conversación que tuve con León en el teléfono en la tarde...

O si hubiera dejado el auto en  el parqueo y no en la esquina con tal de no pagar el ticket de estacionamiento...

—Matt... ¡Mierda!, di algo! ¡Por favor…! 

No me muevo, simplemente no lo hago. No puedo quitarme de la mente el rostro de los malditos que me atacaron. Debí resistirme un poco más. Mordí a uno y no logró abusar de mí; tal vez si hubiera luchado con más fuerza el otro no me habría quitado el bolso y mis joyas. 

—¡Dafne, toma la llave, por favor y ve por el auto!

Pego un grito al sentir el roce de sus manos sobre mí cara, quema como hielo seco. 

—¡Aléjate! 

Sebastian me sostiene de la cintura mientras yo no dejo de dar patadas y golpes al aire,  ¡Él es el culpable de todo esto! ¡Él y lo que me hizo hacer arruinaron mi vida! 

—Al menos aun puedes hablar... —suspira.

Luego llega el auto junto con la tal Dafne, ella y Sebastian insisten en que suba al menos mientra me tranquilizo un poco. Acepto hacerlo, creo que mi cuerpo se ha cansado de tanto luchar y no me refiero solo al asalto. 

—¡Malditos, desgraciados...! —digo a punto de sofocarme debido a mis propias lágrimas—. Me golpearon y luego… se llevaron… 

Se detienen frente a la ventanilla de servicio nocturno de una farmacia a comprar calmantes y una botella de agua. La tal Dafne saca de su bolso un paquete de pañuelos y me los entrega. Ella y Sebastian me observan a través del espejo delantero del auto. Comienzan a hablar en voz baja, supongo que sobre lo que deben hacer conmigo porque no dejan de mirarme. 

—La llevaremos al hospital —dice Dafne—. ¿Se siente bien…? ¿No pasó algo más…?

Sebastian me mira de reojo. 

—No, estoy bien… —respondo arrastrando las palabras—. Déjenme aquí, creo que puedo…

Sebastian sacude la cabeza. 

—Yo creo que no. 

—Yo tampoco. Por favor, deje que la encaminemos hasta su casa. 

Solo quiero escapar de la pesadilla de haber sido atacada, manoseada, golpeada, asaltada, humillada por unos desgraciados que me quitaron el auto y mis cosas y para colmo el dolor de estar en el mismo auto con el hombre que más amé y su nueva novia. 

—No necesito… —trastabillo— a nadie. Quiero decir, soy una mujer fuerte, puedo, en definitiva...

Voy con la cabeza reclinada en la puerta del auto. De repente esta se abre y caigo de costado sobre el pavimento, menos mal el auto aun no arrancaba. 

—Pues yo creo que sí, necesitas ayuda, muñeca… 

Sebastian baja corriendo para ayudarme. Esboza una sonrisa y me extiende su mano. Tengo tantos deseos de morirme. No entiendo por qué intentan ayudarme. 

Poco a poco comienzo a sentir el dolor en mis costillas y en mi rostro y suelto un quejido el cual alerta a mi ex amante, quien gira la cabeza hacia el asiento trasero. De nuevo tiene… ese algo en sus labios como si supiera algo que yo no comprendo y no desea compartirlo con nadie.

—Sebas yo me bajo aquí. 

Sus ojos avellanas se abren sorprendidos al escuchar aquello. 

—¿Cómo..? Dafne, pero si tu vives a dos cuadras de aquí. Si quieres te acompaño a tu puerta. Quiero decir, yo…

La respuesta de la chica es abrir su puerta. Luego se despide desde lejos y se aleja corriendo. 

Como si necesitara más razones para pedirle a la tierra que me trague. 

No hablamos durante el resto del camino, ningún ruido salvo el sonido del playlist de estruendo ollas y sartenes que me parece que trae puesto. Quiero morirme, la cabeza me arde, siento que mi corazón va a detenerse en cualquier momento de tan rápido que ha estado trabajando. 

—No es por allí… —balbuceo intentando no mirarlo—. Ahora vivo en la salida a San Marcos. 

—Okey...

Gracias a Dios llegamos a mí edificio. Solo puedo esperar a que todo esto haya sido un mal sueño. 

—Matt… —pronuncia mi nombre cuando estoy a punto de cruzar la puerta de entrada.

—¿Qué cosa..? 

Volteo de forma involuntaria. Está a punto de meterse en el auto. Observo sus brazos, se nota que se ha esforzado en el gimnasio. 

—¿Segura que estás bien...? 

—Sí. 

—¿Y esa cosa…? —Señala el chupón en mi cuello. Supongo que durante el asalto perdí la mascada con la que he estado tapando la marca. 




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