El secreto en tus labios

Capítulo 22|Sebastian

 

†††††††††

However far away I will always love you

However long I stay I will always love you

Whatever words I say I will always love you

I will always love you

Love Song/The cure

Todo el camino en autobús hacia Xela me la paso construyendo castillos en el aire respecto a nuestra vida juntos. Voy cruzando los dedos para que Matt acepte ser mi esposa, aunque algo en el fondo me dice que lo hará. 

¿Es amor? 

Sí, sí lo es y Matt y yo nos casaremos algún día y luego nos iremos a España los dos juntos. Ella puede trabajar allá si quiere, tiene un título  por la universidad de Barcelona, mientras yo hago lo mío en la editorial y con mis libros. Luego tendremos hijos, dos niñas, una se parecerá a ella y otra a mi… 

Mi niña hermosa ¡Si supieras cuánto te amo! 

Saludo al portero, el mismo de cuando fui a prestarle la llave del departamento de Matt aquella noche. El hombre al verme sacude la cabeza, no sé si es porque ha tenido un mal día o yo no le agrado, pero creo que le molestó verme. 

Subo al departamento, la puerta está sin cerrojo, lo cual es un poco extraño. Adentro está oscuro, hay algunas velas en el piso formando un caminito y la mesa está servida. Asumo que Matt debe estar esperando por mi en su recámara.

Y allí está, sentada en la cama llorando.

—Matt, ¿Qué te pasó? 

Se pone de pie y me a abraza. Su cuerpo sigue oliendo a vainilla y sus lágrimas aún queman sobre mi piel.

—¿Me amabas? 

—Sabes que sí, muñeca…

—¿Y ahora…? 

Se seca los ojos con la manga de su bata. Luego se dirige al esquinero. Noto como le tiemblan las manos. Me entrega mi carpeta azul, la misma con la que me rompió el corazón hace tantos años.

—¿Por qué…? —le reclamo—. ¿Por qué no la arrojaste a la basura.

—Era la única prueba que tenía de que quizás sí me amaste de verdad… —solloza—. De que podías volver algún día aunque fuera solo por esto y que quizás…

Presiona su vientre. Me da una mezcla de ternura y tristeza, de amor y de odio a la vez verla así. Una especie de batalla interna se está librando dentro de mí y no sé quién gane al final de cuentas. 

Temblando todavía, Matt jala del cordón de su bata dejándome ver su cuerpo  apenas cubierto por la delicada tela de encaje de sus prendas. Roza mis labios con algo de timidez, invitándome a descubrirla de nuevo como en los viejos tiempos. Llevo su mano a mí pecho y la suya al mío. Su corazón late de prisa; el mío creo que ha dejado de funcionar por un momento. 

¡Esto es amor!

La tomo de los hombros para quitarle la bata. Delineo con mis manos su hermoso cuerpo de guitarra, su rostro, su cuello, sus caderas, sus senos. Siempre tuvo complejos con sus pechos, solo porque los de Lily son enormes. Si ella supiera cuánto me gustaban a mi, en mis manos, en mi boca, encima de mi piel, al desnudo, cubiertos, como sea porque sé que tiemblan al tenerme cerca.

—Sebastian… —suspira mi nombre una y otra vez. 

Beso su cuello, largo y delicado. No como lo hizo quien sea que le haya dejado aquel chupón, sino con finura. Mete sus manos bajo mi camiseta y comienza a subirla a la vez que sus dedos juegan en mi abdomen provocándome risas de cosquillas y verdadera felicidad.

De repente me aparta.

—Ya vuelvo... —murmura.

Tengo dos opciones, quedarme aquí ardiendo de deseo con un erección a punto de estallar bajo mis pantalones mientras ella regresa o seguirla como el esclavo suyo que soy esta noche. Escojo la segunda. 

La encuentro en su comedor llenando dos copas de vino. La abrazo por detrás. Quiero volver a sentir su esencia que me vuelve loco y a la vez ubicar el broche de su sujetador. Responde a mí roce frotando mi mentón con su cabeza poniéndome la piel de gallina.

—Matt, mi Matt, mi niña hermosa... —musito en su oído—. Tu eras la única razón que tenía para quedarme en este maldito lugar…

Bebe un sorbo de vino y luego lame sus labios. La acerco más a mí, comienzo a acariciar su espalda, sus caderas, su trasero. Se da la vuelta, me invita a beber el vino de sus labios. 

—¿Y ya no es así…? —me pregunta.

—Sólo si tú quieres, muñeca…

Me quito la camiseta. Ella besa mi mentón dando pequeños y suaves roces hasta llegar a mi abdomen.

—Eso quiero… 

Intento tumbarla encima de la mesa, necesito tenerla ahora mismo, pero ella se resiste poniendo su dedo sobre mi boca.

—¡Aquí no! —se carcajea—. Me costó mucho… 

La dejo tomar el control. Tentándome con el broche delantero de su sostén, mientras roza mi boca, alternadamente, me conduce de nuevo hasta su habitación. Ni bien cruzamos el umbral del cuarto mi juicio se nubla y todo lo que me importa es ella, su placer y el mío, dejarla feliz y satisfecha hasta que rendida caiga sobre mi pecho.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.