—¿Donde pongo ésto? —pregunta la pelirroja sosteniendo mi copia del álbum Bad de Michael Jackson—. ¿Tirar, donar o conservar?
—Conservar.
Al final decidí dejar mi departamento, era la mejor opción, no quería nada que tuviese que ver con León y por desgracia el lugar lo conseguí gracias a sus contactos, además necesito un sitio donde no me encuentre, estoy harta de su acoso constante, sus llamadas, sus flores, sus mensajes. Mi única opción viable, al menos mientras consigo otro departamento es quedarme en el cuarto extra que tiene Lily en su casa, así que necesito depurar mis cosas, no puedo llevarme todas.
—¿Y esto…?
Me muestra la carpeta de Sebastian.
—Basura, Lily.
—¿Estás segura?
—Sí.
No puedo seguir aferrada a un imposible, alimentando esperanzas vacías cuando él ya tiene otra. Aunque le di todas las pistas esa noche en el bar, ni se movió. A veces, supongo que el amor no basta. Sí, en definitiva nos amamos con locura, pero ¿Quien dijo que por eso debíamos estar juntos?
—Matt… —susurra la pelirroja—. Una cosa…
Mira a Yoda, no hace falta que lo mencione, su esposo es alergico a los canes, lo sé. Chris se ofreció a cuidar a mi perro mientras consigo mi propio lugar, el único problema es que vive en San Cristóbal Totonicapán, a casi una hora de camino, eso significa que no podré ver tanto a Yoda como me gustaría.
Le doy un último vistazo al departamento antes de cerrar esa puerta con llave. Tal vez sea mejor así, empezar de nuevo, caer y volver a levantarme. Hay algo que no puede arrebatarme ni León ni Sebastian ni Clara ni nadie y eso soy yo misma.
He decidido trabajar en mi, empezar a quererme un poco más. La prima de Lily es psicóloga, aceptó atenderme en mi oficina cada martes, gracias a Dios. Me está ayudando a enfrentar algunas cosas a las que estuve huyendo desde mucho antes de Sebastian, como la cuestión con mi padre y con mi madre, o mi fobia a cometer errores y a decidir lo que en realidad siento. También le hablo sobre la forma en que perdí mi virginidad y las pesadillas que de vez en nunca tengo con esa noche, sugiere que denuncie, ya que califica como una violación y lo sé mejor que nadie como abogada pero como mujer es algo que me tomará demasiado tiempo aceptar si es que algún día logro hacerlo y mucho más reunir el valor para denunciarlo siendo que León y su familia tienen suficiente dinero, poder e influencias como para lograr que mi denuncia no proceda y al contrario, contra demandar por difamación.
Al final la vida no es mala después de todo, con o sin el amor de mi vida, las cosas siguen su curso y yo también.
—Me encanta tu cabello así —me dice Lily—. Hace mucho que no lo veía sin planchar y tan corto ¡Luces tan cool!
—La plancha lo estaba maltratando mucho y las puntas estaban todas quemadas por el tinte. Además había tenido el cabello así durante demasiado tiempo.
Sé que es un cliché, pero esta mañana pasé frente a un salón de belleza. Vi un corte hasta los hombros en un póster colgado en la pared y entré. Supe que muchas cosas iban a cambiar desde ese momento. No quería seguir teniendo en la cabeza aquello que dejé que tantos hombres jalonearon en la cama solo para no sentirme sola y vacía. No sé trata de cerrar ningún ciclo, como dice la gente, sino de empezar con uno nuevo en mi vida.
—Creo que me va encantar esta nueva tu ¡Hasta estás comiendo carbohidratos! ¿O es que al fin me quedaron buenas las galletas? —me pregunta emocionada—. ¿Ustedes qué opinan, niños?
—Más bien al panadero —ironizo.
Los hijos de Lily, Santi y Alex Jr. Juegan con la hija de Violeta en el piso de la cocina a los carritos. Verlos aún me revuelve algunas fibras sensibles, heridas sobre el bebé que no fui capaz de llevar en mi vientre, pero lucho por callar a esa vocecita que amenaza con joderme la vida y algún día lo lograré del todo.
De repente tocan el timbre, una y otra y otra vez. Resulta ser Violeta, llorando y temblando del miedo. Detrás de ella viene un hombre muy raro, del pelo negro, ropa muy floja y una gorra hacia atrás. Violeta me ve pero no dice nada, ni me saluda. Miro a Lily, creo que ya voy entendiendo qué ocurre.
—Lily, vengo por Lizzie… —balbucea la hermana de Sebastian.
—¿Vi, que pasa?
No responde.
—¿Quien se los tres es mi wiro? —pregunta el hombre, quien ahora entiendo, debe ser el tal Eric.
Entran a la cocina donde están los niños. Al ver a ese hombre con maneras toscas y esa ropa holgada con la apariencia de la de un rapero, los niños corren a esconderse detrás de Lily.
—Vengan… —les dice.
Carga al más pequeño y yo la ayudo llevando de la manita al mayor hasta la sala para que no oiga cosas que seguro van a decir pero que ellos no deberían escuchar. Trato de llevarme a la pequeña rubia conmigo pero Violeta me la quita. —Mi amor… —solloza la castaña inclinándose a la altura de su hijita—. Él es tu papi.
Lizzie comienza a inquietarse.
—¿Papi…? —repite la pequeña con tanta inocencia que me conmueve—. Pero dijiste que mi papi eras tú, mami…