El secreto en tus labios

Capítulo 27|Matt

 

—¿Qué tanto se supone que sabes, Méndez.—me pregunta el rubio con las manos entrelazadas sobre la mesa, en la sencilla cafetería 502, intentando parecer el mismo impenetrable y seguro de sí mismo León Ross de siempre.

Sonrío con los brazos cruzados. Comienzo a sentirme como en El Padrino.

—Doña Connie me lo contó todo por 1000 quetzales y un pulmón de guaro, León. Dice que ella y tú abuelo tuvieron una aventura y que le quitó a su bebé y la única forma de estar a su lado era haciendo de su nana. Sabe muchas cosas sobre tu familia, como que tú padre se viste de mujer y que en realidad no eres rubio natural. Y yo también sé mucho ¿Recuerdas, colega lo del caso Ludwig Pérez...? Me pregunto qué diría tu iglesia si sabe que sobornaste a un juez para que...

Sisea.

—Será mi palabra contra la de ustedes...

—¿Y si te digo que tiene fotos?

—Truqueadas, es fácil.

—ADN.

—¡Ja! ¿Quién le va dar una orden para un reconocimiento de ADN a esa vieja india borracha y demente?

Entrelazo los dedos de la mano con una sonrisa en los labios fingiendo que nada pasa ante la gente de la cafetería. Nunca había ganado una negociación de esta manera tan baja, pero supongo que todo vale en la guerra y en el amor

—El juez cuando yo se la pida, León ——. El director del INACIF, el Doctor Mornoy fue mi primer jefe y es amigo de mi padre. No eres el único que tiene contactos, gatito...

Se queda en silencio.

—Haré lo que sea, solo dime —me dice, luego de pensarlo un poco.

—Que dejes de asesorar a Eric Reyes y te asegures que su caso quede archivado.

Me mira, serio.

—Hecho, Chéri —se sonríe—. ¿Sabes algo? Nunca creí que aprenderías el juego de esa manera. Creo que después de todo te enseñé bien, al parecer eres más lista que Clara.

—Una última cosa... —le digo—. Déjame en paz.

Déjame en paz

 

Violeta como una cortesía de su parte por resolver su problema, me ofreció el departamento que están en la tercera planta del edificio donde está el almacén Maya'm y una de las tres fábricas que tienen, la más antigua.

—Y esta es la estancia cocina y comedor compartidos —me señala—. El lugar en sí es un poco frío y se escuchan ruidos de noche, pero es tranquilo y hay una chimenea. Quiero decir, te puedes quedar, estarás segura. León nunca te va buscar aquí.

Seguimos recorriendo cada rincón del pequeño lugar con paredes de ladrillos y una alfombra en el piso que al parecer tiene demasiadas historias que contar. Se ve que es una construcción antigua. Violeta me contó que a su abuelo le tomó quince años construir este edificio en el mismo sitio donde estuvo la venta de telas de su tío. Llegamos a la habitación, al abrirla siento ese olor a tabaco y el olor almizclado a colonia cara. Sebastian durmió aquí, en definitiva, su esencia se respira en todo el cuarto.

—Sé lo que estás pensando... —me dice la castaña, los colores se me suben al rostro de solo imaginar que ella sabe que fantaseaba con su hermano—. Piensas en si puedes traer a Yoda. Te tengo una sorpresa, Matt ¡Puedes traer a Yoda! Quiero decir, arriba hay una azotea bastante amplia y una casa para perros. Por supuesto que también se puede quedar adentro.

Me sonríe. Esta situación es surreal, todos estos años pensé que Violeta me odiaba y ahora, es tan linda conmigo. No es que dude de sus buenas intenciones, pero soy algo desconfiada por naturaleza.

—¿Cuánto es de renta? —le pregunto.

—¡Ay no, no es nada! Quiero decir, eres mi amiga. Además no nos sirve, al contrario. Cuando mi hermano viene a Xela ya ni viene aquí sino que se queda donde Dafne.

Contengo un suspiro. Es ridículo pero aún siento un poco de celos de Dafne. Solo espero que sean felices como él y yo nunca pudimos serlo.

—Yo insisto en pagar, Vi. En definitiva, odio vivir de gorrona.

Tuerce la boca.

—Está bien, Matt. Solo una cosa más...

Me entrega un llavero con un peluche de Hello Kitty del cual cuelga la llave del departamento, a donde se entra a través de la escalera de caracol que está en medio del almacén, así que también resulto con una llave de la tienda.

—¿Qué?

Se lleva un mechón de pelo tras la oreja. Luego toma mi mano y nuevamente me lleva hasta la puerta de la habitación de nuevo y me enseña la perilla.

—Nunca cierres del todo esta puerta. La perilla es vieja y corres el riesgo de quedar atrapada. Quiero decir, a Bastian le ha pasado algunas veces, solo yo y el abuelo le sabíamos el modo.

Al otro día comienzo a mudar mis cosas a mi nuevo lugar. Como el hijo de Lily está enfermo y James tiene que cuidar a su mamá, recibo la ayuda de mi amigo Chris, quien por cierto también trae a mí bebé, Yoda.




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