El secreto en tus labios

Capítulo 30|Matt

And when I’m in the confines of crawling walls, you hold me in place

The ripples on the ceiling the avenues, unsugared taste

Waste away the evening, the afternoon, the afternoon’s hat

Together we’ll find something to direct some laughter at…

Afternoon's hat/Arctic Monkeys

—Mi amoooor… —gimo.

A horcajadas sobre su cuerpo, jugando con su abundante melena castaña trato de que abre los ojos, pero se niega como quien no quiere despertar de un sueño. Yo estoy igual. Es difícil de creer que ahora tenemos una relación real., Por fin somos libres de amarnos como y cuando nos dé la gana.

—¿Qué dijiste, muñeca? 

—Mi amor. 

—No lo escuché. 

—¡¡Mi amor!!

—Eso quería escuchar —Sonríe complacido—. Mi hermosa Matt, me alegra tanto que por fin seas mía.

—Sí, soy tuya, siempre fui tuya, Sebastian. Y tú mío...

Enredo mis piernas alrededor de su cintura. Él me besa en el cuello haciendo pequeñas succiones que me llevan al éxtasis. Sé que hemos estado acostados en esta pequeña cama toda la tarde desde que vine a la capital, pero es que simplemente no me canso de él, de sus caricias, de su piel, de sus ojos, del sonido de su voz. Son esos pequeños grandes momentos de intimidad los que valoro más que cualquier otra cosa en el mundo. 

—Mi niña, mi amor, no sabes todo lo que me haces sentir… 

Me dejo caer, mi boca aterriza justo en la suya. Toma mi mano, busca la sortija que me dio, no me la he quitado desde que me la puso él mismo. Aprieto mis dedos contra los suyos ¿O los suyos contra los míos? A veces me cuesta diferenciar a quienes pertenecen los dedos cuando nos tomamos de las manos. 

—Sebastian, lindo ¿Qué pasará con nosotros? 

—¿Cómo que qué pasará? 

Suspiro, tengo esa duda desde que me comentó que hace meses le ofrecieron una plaza en una editorial española. 

—¿Te vas a ir?

—Sí, ¿por qué? Quiero decir, Lex dijo que la convocatoria abría en septiembre, no que me tuviera que ir en septiembre. Probablemente sea para iniciar a principios de 2018. Además Lizzie hizo un collage con mi DPI* y ahora tengo que esperar ocho meses para que me entreguen la reposición. Tranquila, muñeca, tenemos suficiente tiempo para…

—¿Tenemos? 

Sonríe. Roza mi vientre con su dedo trazando curvas de diferentes tamaños, lo cual me provoca cosquillas. Soy tan feliz, tanto que a veces creo que todo esto es un sueño.

—¡Diablos, Matt! ¿Cómo crees que me voy a ir sin ti? 

Sus dedos ágiles bajan y suben desde el lunar en medio de mis senos hasta llegar a mi bajo vientre metiéndose por ratos descaradamente entre mis piernas. 

—¿Y Yoda

—También nos llevaremos a Yoda.

Me está mirando con esos ojos de lobo hambriento, pero yo soy más lista que él. Me gusta jugar un poco con su mente antes de dejarlo ganar, vuelve esto mucho más excitante y mucho mejor que solo follar.  

—Nunca preguntó si quería ir con usted, señor Renault ¿Como sabe que…?

Rueda los ojos.

—No me puedo ir sin mí esposa, Matt. Quiero decir, vas a serlo ¿Cierto?

Hago un puchero de niña malcriada solo para molestarlo un poco. Una pequeña discusión siempre nos sirve para avivar aún más las llamas de nuestro amor si es que eso es posible. 

—No te pertenezco, señor cucarachita…

—Ni yo a ti, muñeca…

—Cierto...

Me sonríe de forma irónica, ambos sabemos que no es cierto, sí nos pertenecemos. Luego retira el cabello de mi rostro, gesto que aprovecho para robarle un beso y luego otro y otro. 

—¿Te han dicho los otros que eres una diosa...? 

Me guiñe un ojo, esboza esa sonrisa suya tan confiada y seductora de esas con las que puede dar por sentado, tiene la mitad de la guerra ganada en su bolsillo. 

—Eres un capullo —resoplo—. ¿Cómo lo haces…?

—¿Hacer qué muñeca? 

Le pestañeo. Trazo una curva con mi dedo encima de  su pecho, donde está su corazón. 

—Hacer que te odie... Odio tu piel… —miento obviamente, al compás de mis gemidos de placer incitados por las caricias de sus dedos dentro de en mis muslos—. Y tus besos, y tu cuerpo y tus manos… y...

El repique incesante de una llamada me provoca pánico, tanto que pienso que debo contestar pero Sebastian me detiene. Se coloca encima de mi, pecho contra pecho, roza mi nariz con la suya y me sonríe. Entrelaza sus manos con las mías, estoy lista para seguir cabreandolo, pero al enfrentarme con sus ojos avellana me es difícil pensar en nada coherente excepto en las ganas que tengo de congelar el tiempo para quedarme por siempre así con el hombre amo.




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