El secreto en tus labios

Capítulo 34|Matt

And the value of destiny comes to nothing

I can't tell you where we're going

I guess there was just no way of knowing

True Faith/New Order

—Abre los ojos, Mattilda —me pide—. No está tan oscuro afuera como dentro de tus párpados.

—¡¡No lo haré, me niego…!! Y no me digas así...

Tengo mucho miedo. Está oscuro, pero aún así el interior de mis párpados se siente más seguro que allá afuera. Desde que mis ojos se cerraron ya no siento frío ni calor ni ninguna otra cosa, excepto miedo a lo que no sé, al tiempo que estoy encerrada en este lugar sin aire y sin alma y sin tiempo ni espacio ni piso ni nada.

 

—Si quieres recuperar tu collar, la salida está a dos pasos nada más. Afuera, hacia la luz… —me dice la de la voz dulce.

Nadie sabe la proeza que representa  dar un solo paso cuando ya no tienes nada excepto el miedo a todo, incluso a quedarte aquí con el resto de voces que lloran y aún no son capaces de tomar una decisión sobre sí mismas.

¿Qué hay si no logro llegar? Otra incógnita sobre a dónde pertenezco

¿Hay alguien esperándome allá afuera? 

Tal vez no o tal vez sí, pero solo estoy cansada de luchar o quiero quedarme aquí otro rato. No había sentido tanta paz desde que cerré los ojos. De todos modos ella dice que nosotros no podemos elegir el momento, son asuntos que se debaten entre los seres de arriba y los de abajo que se debaten, es nuestro destino y si decido no moverme de aquí, ellos decidirán por mí en última instancia cuándo y cómo mover los hilos para encontrar una excusa apropiada de por qué mi estancia en transición ha concluido y sortearse mi alma entre ellos.

También están los ladridos de ese perro que no deja de jalar mi brazo para que avance, recordando quien soy o más bien dicho quién era. Me explica que cuidó de mí durante mucho tiempo, que no fue casualidad que llegara a mí, él de antemano sabía que esto iba pasar y su misión era estar alerta a las señales para traerme aquí y darme la oportunidad de escoger. 

Escucho el sonido de disparos y gritos. Alguien nuevo acaba de llegar aquí.

Aún con los ojos cerrados, puedo escuchar cómo un par de ojos lloran amargamente lamentando lo que acaba de provocarse a sí mismo su dueño, consumido al fin por el odio y el miedo que albergaba en su alma. 

Abro los párpados. Es solo un niño asustado igual que yo. Quisiera abrazarlo incluso, pero no puedo, aquí no soy cuerpo, solo alma y mis movimientos son como los de una medusa.

—Niño sol, ya no llores él es más valiente que yo y no tardará en tomar la decisión de volver… —le digo. 

Sus ojos azules se van llenando de odio hacia mí, la culpable de que todo esto ocurriera. Me ha buscado durante siglos, encontrado y siempre perdido por nuestra propia culpa. Esta vez no estaba dispuesto a perder, hizo todo lo que estaba en sus manos para poseerme aún en contra de mí voluntad, pero las cosas no salieron como él quería ¡¿Qué culpa tengo yo de las circunstancias?! Mi corazón nunca fue suyo.

—Las leyes del universo obedecen a cierta lógica —le recuerdo—. No podías esperar rosas si solo me lanzaste espinas. Tuviste la oportunidad hasta de ganar esta vez, pero no quisiste escuchar. 

—¿Y tú sí...? —me cuestiona el niño de cabellos de sol, ahora furioso conmigo—. Por algo terminaste aquí conmigo. Somos iguales.

Escucho los ladridos de mí guardián.

—¡Estúpido perro...! —le grito al can, que ahora que he abierto los ojos ladra más insistente que nunca en que de el primer paso. 

—No puedes quedarte aquí una vez ya has abierto los ojos, Mattilda —me recuerda la de la voz dulce—. Tienes que escoger o ellos lo harán por ti.

—¡No!

La voz dulce me obliga a mirar sus ojos cafés, idénticos a los míos en todo sentido.

—¿Qué hay del resto de las cuentas del hilo? ¿No crees que si un abalorio se cae de un collar rompe la continuidad y provoca que los demás queden en suspenso?

—¡Si me caigo ellos también caerán conmigo! Y sufrirán. 

—Es mejor que vivir en suspenso —interviene el sol con toda su arrogancia—. Quizá después puedan formar otra cadena sin ti. No te creas tan importante. 

—¿Por qué no avanzas tú, entonces? —replico.

—Las leyes del universo obedecen a cierta lógica, Chérie. No puedo volver hasta que del otro lado encuentren una explicación que puedan atribuirse a sí mismos. En cuanto ellos lo solucionen, León volverá…

—¿A seguir yendo tras de mí hasta el fin de la eternidad? 

—Posiblemente sí o posiblemente no. Como digo, no te sientas tan importante, que tengo otras cosas que resolver.

—¿Y si te caes?

—No caeré, no le tengo miedo a nada. 

El perro continúa insistiendo, tratando de jalar de mi brazo, no sé si en su cerebro canino entienda que aquí no somos más que aire.

El niño de cabellos color sol desaparece junto con el resto de almas que se van desvaneciendo poco a poco y todo se vuelve en un resplandor blanco. Creo que a esto se referían los ojos dulces cuando dijeron que ellos elegirían por mí. 




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