El secreto en tus labios

Capítulo 35|Sebastian (2°a Parte)

Close your eyes, give me your hand

Do you feel my heart beating

Do you understand?

Do you feel the same

Am I only dreaming

Or is this burning an eternal flame?

Eternal Flame/Bangles

Termino de hacer mis maletas, gracias a Dios los trámites del seguro salieron todos en un día, lo cual significa que puedo marcharme mañana, así que oficialmente esta fue mi última noche en este maldito departamento, o quizás me quede en lo de Lex. Quiero decir, también tengo que llevarme la moto y mi amigo ofreció pedirle favor a un amigo suyo que hace fletes. 

Planeo volver a emborracharme como anoche y quizás solo por eso sea mejor quedarme en su casa. De todos modos ya había hablado con el administrador para cancelar el contrato el cual se vence en ocho días, por suerte. 

La cita de Lex, el tal Edward, quedó de juntarse con él en una discoteca, no gay, en donde se supone que es DJ. Según Lex el plan es sencillo, llegar hasta la consola a pedir cierta mezcla de una canción ochentosa, esa es la señal y en eso debo ayudarlo guardando sus espaldas de modo que logre llegar hasta allí sin que lo detenga el guardia y tampoco sospechen de ambos ya que al parecer el tal Edward no ha salido de closet todavía. La verdad yo no le encuentro sentido a eso que voy a hacer y ni siquiera me gustan las discotecas, pero al menos me ayuda a distraerme un rato y a tener un pretexto legítimo para entrarle de lleno al alcohol esta noche. 

—¡¿Puedes verlo desde aquí?! —Grito, esforzándome porque mi voz resuene por encima de Despacito

Estira el cuello, pero luego sacude la cabeza. Creo que cuando suba a esa tarima a pedir su canción vieja no habrá forma que el tipo no lo reconozca, se la ha pasado poniendo requesón, como le llama James al reggaeton, desde que llegamos. El lugar está abarrotado, es viernes en la noche, así que supongo que es normal. 

—¡Oye! —me quejo, alguien acaba de empujarme, creo que es el mismo sujeto que me empujó en la fiesta de James en año nuevo, pero no tengo forma de comprobarlo ya que de nuevo está corriendo tras una chica.

—¡¿Lo ves?! —vuelvo a preguntarle un poco desesperado de estar aquí ya que apenas puedo oírme a mí mismo.

Mi amigo niega con la cabeza, distraído mirando hacia un punto impreciso en la multitud. Le pregunto qué está mirando, pero recibo otra sacudida de su cabeza como respuesta. 

Siento una nueva embestida. Juro que estoy  harto, odio las multitudes, odio todo esto ¿En qué demonios estaba pensando cuando se me ocurrió decirle que sí a Lex? El empujón se repite, es un tipo que no sabe bailar, o quizás esté borracho. 

—¡¡Hijo de puta!! —le grito mientras lo sostengo de la camisa. 

Lex voltea, alertado por mi grito. 

—¡Ah…! Eres tú ¿No deberías estar con la Señora Robinson*? —ironiza el chico moviendo los dedos para saludar. 

Lo suelto avergonzado, sé que Matt no querría que lo tratara así, después de todo Chris es su amigo, ha estado yendo a verla y a cantarle casi todos los días desde que fue lo del incendio. De repente alguien vuelve a empujarme, esta vez es Lex, quien deja caer la quijada, literalmente. Me da miedo su cara, se ha puesto pálido, incluso sus manos tiemblan. Creo que el tamaño de Lex le intimida un poco al chico y piensa que mi amigo va a golpearlo, porque se va corriendo sin despedirse. 

Lex corre tras él abriéndose paso a través de la multitud ¿Qué carajos le pasa a todo el mundo? Da igual, ya que estoy aquí, a lo que vine, a olvidarme del mundo otra noche, creo que así será de ahora en adelante. 

¿En serio para esto peleaste todos estos años, Renault? 

Me siento en la barra a pedir un trago de algo fuerte. No llevo mucho dinero, pese a que Violeta  me dio una tarjeta de crédito de la empresa para mis gastos, no creo correcto desperdiciar el dinero que no tiene la empresa en mis vicios, así que solo serán unos tragos para luego seguir en un lugar más barato donde sí me alcance el dinero que tengo de mi liquidación en el restaurante y quizás luego vaya a mi ex departamento a terminar de matarme yo solo. 

 Mientras espero por mi brandy, noto que hay un grupo de chicas mirándome y riendo entre ellas como si yo fuera Ryan Gosling. El hombre que creí que era no dudaría en cerrarles un ojo o en sonreír de esa manera con que sabe, puede ganarse a cualquier mujer, pero simplemente no, ya no soy él; tampoco soy el que era hace unas semanas, ese que veía la vida color de rosa y el futuro a prueba de balas al pensar que todo era al lado del amor de su vida.

Miro el fondo del vaso con desesperación, no había sentido tanta desde que murió Bastian. Recuerdo haberme emborrachado una semana entera, siete días en los que dejé a Marilú cuando más  necesitaba de mí y ahora voy a dejar a mi hermana cargar conmigo y con la empresa y de paso con Lizzie, completamente sola. Soy un hijo de puta y lo peor es que a estas alturas ya ni siquiera me importa. El psicólogo dijo que estaba atravesando una fase del duelo, que ya se me pasaría; yo sé que no va ser así.

—No llores, papito… —susurra una voz de mujer grave y sensual en mi oído—. Yo  no me iré… 

Limpia mis lágrimas con sus dedos. Estoy a punto de decirle que se vaya al demonio por milésima vez, pero ella me silencia con su abrazo. Es Helena, la devoradora de hombres, sabe donde morder a una presa herida para llevarla a su casa, y a estas alturas ya no me importa y tampoco el hecho de dejarme derrumbar en sus brazos.  




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