El secreto en tus labios

Capítulo extra #2 James

I hitched a ride with my soul
By the side of the road
Just as the sky turned black
I took a walk with my fame
Down memory lane
I never did find my way back

Hey now!/Oasis

Yo creo en el destino, en aquel hilo rojo que nos conecta con ciertas personas, aunque estemos lejos, ese que por más que estire, en algún punto los hará volver ¡Sueno tan cursi, lo sé! Pero no me importa. He visto con mis propios ojos cómo es que cosas así pueden pasar en la vida real.

Algunas personas están destinadas a estar juntas y otras somos comodines para que esas cosas ocurran. Está bien, ya acepté mi realidad. Algunos somos agente y no actores en algunas historias. 

Todo comenzó hace relativamente poco tiempo, aunque parezca que ha pasado una vida desde aquello y pese a que en realidad no sepa precisar la fecha. No soy tan bueno con las fechas como debería, solo sé que fue en lo que aquí se conoce como verano, la estación seca entre los meses de abril y marzo que precede a la semana santa y a la época de lluvia. 

Andaba de paso otra vez por la Capital, era solo otro fin de semana de visita en el hogar de mi madre, con David, mi padrastro y mi media hermana Kathleen. Un paseo por la nostalgia mirando álbumes de fotos viejas, comiendo pasteles y palomitas mientras miramos películas caseras que aún están en VHS.

—¿Quiénes son ellos? —pregunta mi hermanita, señalando una foto vieja en donde se apreciaba a tres niños, dos chicos y una chica, recostados al pie de un árbol, comiendo helado. Los dos muchachos, magullados, con la ropa llena de polvo; y la muchacha, despeinada, con un vestido a rayas azul marino y el cabello adornado con una flor amarilla a medio caerse. 

—Ese de la gorra es tu hermano James cuando era algo más pequeño que tú. 

Entendí el mensaje a la perfección.

—¿Y el niño? ¿Y la niña?

—Son unos amigos de cuando era niño. Ya sabes, de cuando mamá y yo vivíamos en Xela —le respondí.  

Unos amigos en quienes no había pensado en muchos años, Sebastian y Violeta Renault. Mis compañeros de la infancia. 

Kate, inconforme con mi respuesta, torció la boca.

—Son los hijos de un viejo amigo —suspiró mi madre. 

—El chico que no es James tiene bonitos ojos —señaló mi hermana, refiriéndose a Sebastian.

Sebastian, mi compañero de batallas en la primaria, el chico con quien hacía mancuerna para defendernos de los abusivos. Demasiado inteligente, pero un poco tímido para ser popular, y al mismo tiempo demasiado inseguro para quedarse con los nerds. El que les gustaba a las niñas del colegio hermano del nuestro en donde estudiaba su hermana, pero no lo había descubierto. 

Renault.

Qué lejos estaba de saber que entre él y yo quedaba una última guerra por pelear en aras de demostrar. Eso, por lo que siempre competimos cuando niños, eso que al final ganó él y que no tenía nada que ver con el quién, sino con lo que significaba en sí para ambos en nuestro camino hacia la verdadera hombría.

Me pasé las siguientes semanas inmerso en mis recuerdos, en aquellas cosas que parecían olvidadas, viviendo mi presente, pero con la cabeza en el ayer. Con la intención de despejar mi mente de todo aquello, fue que acepté la invitación a cenar de un colega mío, León Ross a la cual acudí más por estrategia que por gusto y sin entender bien por qué me estaba invitando si nunca le caí bien. 

León dijo que sería una reunión íntima en un pequeño restaurante, con algunos de sus amigos, con motivo de su cumpleaños. Le pregunté si Matt estaría, él dijo que sí y eso terminó de convencerme.

Tal y como lo sospechaba, la pequeña reunión en un sencillo restaurante, era todo menos modesta pese a que en realidad éramos pocos. El Rey León, había reservado un ala del restaurante, bastante exclusivo en la zona viva de la ciudad, por cierto. Me invitó esa misma mañana, dijo que era importante que asistiera, yo no entendía el por qué. 

Recuerdo las risas, la champaña, la música, el jazz. Todo, perfecto, impecable, nítido y meticuloso como él sólo sabe ser. Tenía de todo en esa fiesta, salvo una cosa: Ella no estaba, lo cual era comprensible. Nadie en la posición de Matt, habría asistido a menos que quisiera problemas; Clara Montenegro, la esposa de León quien estaba allí. No creo que fuera lo más cómodo para el cumpleañero tener bajo el mismo techo a la esposa y a la... Querida. Detesto ese término, en especial para referirme a la relación que sostenían ellos dos. Matt no quiere a León, ni un poco; ella no puede querer a ninguno, o al menos no de esa forma. Excepto a uno, como comprobaría más adelante. 

León también había contratado su propia flota de meseros para atender en exclusiva la pequeña reunión. Un grupo de hombres y mujeres ataviados con chaleco negro y delantal blanco, prestos a nuestras órdenes. Entre todas una de las camareras llamó mi atención. Su piel era mulata y su cabello rizado, sus senos redondos y grandes se antojaban debajo de esa camisa del uniforme. Empujaba el carrito con comida, de modo que sus caderas se balanceaban al compás de sus pasos. Era, en definitiva, una chica muy agradable a la vista.




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