El Senador

Capítulo 2

—Jefe, ¿Qué hizo? — La señora se puso muy mal — Dice Lucius, entrando a mi despacho, de manera intempestiva, usted y yo sabemos que  esas imágenes, son un montaje y de muy mala calidad. 


No respondo, solo termino el trago de Vodka que tengo en mi mano.  


—Asegúrate que todo esté listo a su llegada a Colombia, que la casa que le compré esté preparada, igual que los sirvientes y que el chofer, la esté esperando en el aeropuerto al aterrizar.  


—Sí, señor— Responde Lucius. 


—¿Usted está bien? — Pregunta, mientras me observa.  


—No y dudo mucho que alguna vez, pueda volver a estarlo — Respondo. 


—No debió, resolver esto así— Dice Lucius.  


Pero mi mirada asesina, hace que se callé.  


—No te atrevas a cuestionar mis decisiones, eso no te lo voy a permitir— Replico serio. 


—Perdone señor, pero…  


—Pero nada, Lucius— Encárgate de lo que te pedí y déjame solo.  


El ruido de la puerta, me indica que ya salió, por lo que cierro mis ojos, acabo de mandar por la borda mi vida, acabo de destruir mi matrimonio y a la mujer que amo, porque negarlo, no tiene sentido, Alana Duarte, es mi vida, mi amor, mi todo, ni siquiera sé qué haré sin ella, como podré vivir sin ella junto a mí.  


Pero en la vida hay altos precios que pagar y perder a Alana, ha sido mi más alto precio, me toca protegerla, de quienes quieren destruirme.  


Aún recuerdo el día que la vi, por primera vez.  


Flash back  


Estaba en el campus universitario dando una ponencia, en la facultad de humanidades, al terminar de hablar, dieron espacio para las preguntas, la vi ponerse de pie y fue inevitable no mirarla, sus exquisitas curvas invitaban a perderse en ellas, ese cabello castaño que llegaba hasta su espalda, con esos rizos naturales se veía sensacional, sus facciones tan delicadas y hermosas, sus ojos verdosos, captaron de inmediato mi atención, pero fue su voz, ese tono de voz seguro e imponente lo que termino de embelesarme, allí si fue verdad que capto por completo mi atención, porque entendí que no solo era una mujer hermosa, sino una chica inteligente y decidida.  


Al final del evento y como si fuera un adolescente, decidí acercarme a ella para presentarme, pero no lo hice solo, busqué a uno de los organizadores que era mi amigo desde hace años y le pedí, que me acompañara. 


—¿En serio? — El gran Farid Harper, pidiendo que le presenten a una mujer, esto es algo nunca antes visto— Contesta divertido, mi amigo Michael— ¿Y quién es la afortunada? — Pregunta Michael. 


La miro y en un gesto discreto la señalo. 


—Wao, te entiendo amigo— No eres el único que quiere con Alana Duarte, así que buena suerte, dice Michael, mientras caminamos hacía ella.  


—Alana te presento a Farid Harper, un gran amigo y un joven político con un futuro prometedor— dice Michael.  
Y justo cuando volteó hacía mí y me sonrió, supe que estaba perdido y que esa hermosa chica, se convertiría en el amor de mi vida.  


Fin del flasback  


Seis meses después y para el asombro de muchos, estábamos frente al altar, dando el sí, según nosotros para toda la vida. De eso hace cinco años y desde allí empezamos a trabajar hombro a hombro, para llegar hasta aquí donde me encuentro hoy a punto de convertirme en el miembro más joven del senado de los Estados Unidos de América, la única diferencia es que ya no llegaré allí, junto a Alana.  


Un dolor que no logró describir se instala en mi pecho, una especie de impotencia, que me dificulta respirar, una sensación de soledad me embarga y como un niño preso del miedo, empiezo a llorar. No sé cuantas horas llevo encerrado aquí, solo sé que ya oscureció.  


Me pongo de pie, lo que es un poco difícil, tomando en cuenta todo el licor que he bebido, intentando ahogar mis penas, pero las muy malditas, son demasiado buenas nadadoras. Salgo, de mi despacho y encamino mis pasos, rumbo a la escalera, para llegar a la planta alta, donde está mi habitación, nuestra habitación.  

Todo aquí huele a Alana, su fragancia, su olor está impregnado en cada rincón de este lugar, pero ella no, Alana no está.  


Me tiro sobre la cama y abrazo la almohada, intentando calmar esta sensación de vacío que me está calando tan profundo, no me doy cuenta en que momento, pero caigo en un sueño profundo, supongo que ayudado en cierta forma, por el exceso de alcohol, en mi cuerpo.  

Tal vez lo mejor, sería no despertar, no si voy a hacerlo sin ella.  


Despierto sobresaltado al escuchar unos gritos. 


—¿Qué demonios hiciste, Farid Harper? — Grita mi madre, entrando como un huracán a mi habitación.  


—No grites madre— Digo sujetándome la cabeza, ya que me duele demasiado. 


—¿Qué significa esto? — Dice tirando sobre la cama, un periódico, con una foto en primera  plana de Alana y mía, que dice “Divorciados”.  


Tomo el periódico y miro el encabezado, así como un foto de Alana, abordando el jet y otra llegando a Colombia.  


¿Cómo consiguen toda esa información esos periodistas?. Mencionan algo de una supuesta infidelidad, pero no definen si fue mía o de ella. Tiro el periódico, al piso y enfilo mis pasos hacía el baño, mientras mi madre, persiste en los gritos y los cuestionamientos. 


—Responde Farid ¿Qué demonios hiciste, para qué Alana se fuera?¿Qué locura es esa del divorcio?—Maldita sea, responde Farid— Grita mi madre histérica.  
Cierro la puerta del baño, ignorando categóricamente a mi madre, entro al baño, me desvisto y tomo una larga ducha, mientras en mis pensamiento solo está Alana.  

        








 




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