Hace tres días que llegue a casa de mis padres, no he encendido el celular, ni la laptop, mucho menos el televisor, mis padres me han dado mi espacio, solo entran a la habitación a ver como amanecí, traerme la comida, darme un beso y ya. En pocas palabras me he aislado del mundo, la primera noche casi no dormí por estar llorando, además tampoco quería tener sueños calientes, con el infelíz de Farid, las siguientes noches, concilie un poco más el sueño.
Estoy echada sobre la cama, no me he duchado, mi cabello es un desastre, las ojeras que tengo me hacen parecer un mapache, mi aspecto es realmente deprimente, a decir verdad me asusté, cuando me vi hace un rato al espejo. Parezco, una muerta en vida.
De repente la puerta de mi cuarto de abre, de forma violenta, para darle paso a Maria Carmela Pino De Duarte, mi progenitora, quien entra como un huracán a la habitación, va directo al enorme ventanal, que está cubierto por una cortinas oscuras y gruesas, las abre de par, en par y con ambas manos sobre la cintura, se gira para quedar de frente a mí.
—Ya te di tres días, Alana Maribel Duarte Pino, tres días para regodearte en tu dolor, para auto compadecerte, tres días para llorar y sentirte miserable, pero se acabó, te levantas de esa cama, te das una ducha y te pones regia, que vamos a salir.
—No quiero salir mamá— Respondo, mientras me cubro con la gruesa manta, de pie a cabeza.
—¿Tú me escuchaste preguntarte, si querías salir? — Porque yo estoy segura que no lo hice— Responde mi madre, en tono molesto— Así que saca tu lindo trasero de esa cama, hija mía, antes de que yo te saque de allí, a la fuerza.
—¡Mamá! — Digo casi llorando.
—¡Mamá, un carajo!— Sales de esa cama ya mismo, Alana— Que yo no crié, ninguna cobarde, ni ninguna derrotada, yo crie a una mujer fuerte, que hasta hace poco tenía ganas de devorarse al mundo o es que un hijo de su santa madre, se va a dar el lujo de arruinar tu vida, se acabo el matrimonio, pues se acabó, no serás ni la primera, ni la última mujer divorciada, pero hasta allí, eso no significa que tu mundo se acaba y mucho menos tu vida, solo significa que las cosas no salieron, como lo planeaste y listo. Te tumbaron, te lanzaron al piso, bien. Pero ahora usted se para, se limpia y sigue adelante, se acomoda la corona, tal cómo la reina que es y le demuestra a mi ex— querido yerno, todo lo que se pierde por imbécil, porque cuando usted nació, se rompió el molde y una igualita a usted, no se la va a encontrar en ningún lugar— Ah y me vas prendiendo el celularucho ese, que ya me tienen loca llamándote aquí a la casa, tengo una lista como de veinte personas que ocupan, hablar contigo. Además, usted no tiene porque andar escondiéndose, así que andando mija, que allá afuera, me la estan esperando para verla brillar.
Las palabras de mi madre, me hacen reaccionar, me levanto de la cama y me acerco a ella, para abrazarla, definitivamente que lo aguerrida se lo saqué a esta mujer, le doy un beso en la mejilla y tomo una toalla, para darme una ducha, al regresar, me encuentro a mi madre, con dos personas más en la habitación.
—Alana, ella es Annie y el Paul— Annie es maquillista y Paul, estilista, vinieron a arreglarte— Dice mi mamá.
—¿Arreglarme, para qué? — Pregunto intrigada.
—Para que salgas deslumbrante, de esta casa, iremos de compras, tal vez a algún restaurante y de seguro habrán periodistas y fotógrafos, así que debes estar espectacular— Que la tormenta se lleve por dentro, mija— Pero que por fuera, resplandezcas como el sol— Termina diciendo mi madre.
Mientras, me maquillan y peinan, decido encender mi celular, inmediatamente después que lo hago, empiezo a recibir mensajes de textos y notificaciones de mensajes de voz. Reviso detenidamente y solo decido regresar una llamada.
—Hola— Digo al escucharla.
—Mi niña—Dice con la voz entrecortada— Quiero que sepas, que aunque yo parí a Farid, su padre también influyó en la crianza, tal vez por allí fue que mi hijo salió defectuoso, aunque bueno tampoco podemos olvidar, que tiene sus genes— Dice Juliana Scott Harper, mi ex—suegra y mi segunda madre—Quiero que sepas, que no estoy de acuerdo, con lo que hizo Farid, mi niña.
—Lo sé July, pero eso no cambia nada— Respondo.
—Pues claro que lo cambia, no acepto esa locura del divorcio— Tú siempre serás, mi nuera preferida— Dice Juliana.
—Soy la única o bueno, lo era— Digo, en tono triste.
—Todo se va a resolver mi niña, ya lo verás— Dice July, en tono triste.
No respondo nada, solo la escucho, decir una sarta de locuras que intentan animarme y hacerme reír.
Cierro la llamada, con Juliana e inmediatamente, entra una llamada con un código de New York, por lo que un poco indecisa, decido contestar.
—Aló— Digo un poco, alterada.
—Mi querida y hermosa, Alana Duarte— Escucho decir al otro lado del teléfono.
—¿Quién habla? — Pregunto intrigada, al escuchar a la persona, intentando hablar español.
—Jhon Taylor, querida — El próximo senador, por el estado de New York, para el senado de los Estados Unidos de América— Dice el hombre, con tal seguridad que me abruma.