Tal como lo vaticinó mi madre, mis números van en picada, hasta hace una semana superaba por alrededor de veinte mil votos a Jhon Taylor, mi mayor contrincante. En política ciertamente no hay enemigos, a puertas cerradas siempre será necesario mantener la cordialidad y honrar los acuerdos, pero en el caso específico de Taylor y yo, si lo somos y no precisamente, por esa codiciada silla en el senado, sino por mi mujer, por Alana.
El muy infelíz, siempre hizo evidente su fascinación por ella, aún desde antes de casarnos, mientras era mi novia y me acompañaba a los eventos políticos, el muy desgraciado se la comía con la mirada, cosa que no cambió en lo absoluto al casarnos.
Alana es una mujer realmente bella, su cabello es castaño claro, su piel blanca, sus ojos verdosos, sus facciones son delicadas y hermosas, como buena latina sus curvas son de infarto además, la elegancia y sofisticación son parte de su personalidad, parece haber sido criada para ser una reina, bueno excepto cuando se enoja, que dice malas palabras y maldice como loca, pero el resto del tiempo, se comporta como una dama de la alta sociedad.
La extraño, ni siquiera he podido escuchar su voz, porque su teléfono está apagado, llamé a mi suegra para saber de ella y me mando a freír espárragos, supongo que tanto ella, como mi suegro me odian.
Alana no sabe, pero tiene dos guardaespaldas en Colombia, son hombres con instrucciones de dar la vida por ella si es necesario, deben cuidar a mi muñeca de ojos verdes.
Cierro los ojos y me remonto a la noche anterior a que todo este caos se desatará, entre a nuestra habitación y allí estaba mi muñeca, acostada sobre la cama, con un juego de lencería roja, que no dejaba nada a la imaginación, su cabello cayendo en hermosas ondas la hacían ver sexy y salvaje, sus labios rojos, que combinaban a la perfección con su atuendo, me invitaban a devorarlos.
Flash Back
—Llegaste cariño— Dice pasando su mano de manera sensual, por la curvatura que se forma de su cintura a su cadera.
—Así es muñeca— Respondo mientras me suelto la corbata, sin apartar los ojos de la sensual vista que me regala mi mujer.
Gatea sobre la cama, hasta quedar justo frente a mi, que estoy de pie, junto a la parte inferior de la enorme cama.
—¿Será que puedes atenderme? — Dice mientras, muerde su labio inferior—Cosa que ella sabe, me pone a mil— Lleva ambas manos a los botones de mi camisa, y empieza a desabotonarla, de forma lenta y sin apartar su mirada de mi.
—¿Y qué necesitas? —Digo tragando grueso, al tenerla tan cerca, vestida así.
—A ti, guapo— Contesta mi muñeca, abriendo mi camisa para empezar a lamer y a besar mi pecho.
—¿Ya? — Digo preso del deseo, que sus caricias han logrado incrementar.
—Aún no— responde, mientras empieza a devorar mi boca, en un beso que se vuelve feroz.
Intento deshacerme de su ropa, pero me lo impide.
—No cariño, esta noche mando yo— Dice mirándome con esos ojos verdes que me hipnotizan.
La veo bajarse de la cama y buscar su teléfono celular, para luego poner una melodía, me empuja hacía la cama para que me siente, se para frente a mí, solo que no tan cerca y empieza a mover su hermoso cuerpo, de manera sensual, al ritmo de la música y al mismo tiempo, empieza a deshacerse de la poca ropa que trae puesta, un par de minutos después, ese cuerpo de diosa se encuentra completamente desnudo frente mí. Después de semejante despliegue de sensualidad, estoy más que listo, por lo que al terminar la canción, me lanzo sobre ella, como un lobo hambriento dispuesto a devorar su presa y eso fue precisamente lo que hicimos, devorarnos, como unos hambrientos.
Fin del flasback
Alana tiene la facilidad de calentar mi sangre de una vez, de alborotar mis sentidos, su toque hace que mi cuerpo reaccione inmediatamente y su cercanía, activa mis sentidos.
Me vuelvo un ser irracional, cuando se trata de poseerla, es como si ella despertara en mi un especie de hambre brutal, que solo ella es capaz de aplacar.
No tengo idea de como haré, para no volverme loco, sin poder tocarla, tenerla y besarla. Alana Duarte no solo es la mujer que amo, ella es mi necesidad, mi locura, mi deseo y mi talón de Aquiles, por eso me amenazaron con hacerle daño, porque esos infelice saben, que si algo le pasa a Alana, yo sería menos que nada.
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—Buenas tardes, futuro senador Taylor — Contesto, en tono cortes— ¿A que debo el honor de su llamada?.
— Llámame jhon, hermosa— Ya te lo he pedido en otras ocasiones— Contesta Taylor de manera coqueta—Te llamé para pedirte algo— Responde el hombre.
—¿Pedirme algo? — pregunto intrigada.
—Sí, es de dominio público que Harper y tú ya no están juntos, ni como esposos, ni como equipo, bueno al menos eso es lo que acaban de anunciar, en una rueda de prensa. Por eso decidí llamarte, para pedirte que seas mi nueva Asesora de imagen y jefa de campaña— Termina diciendo Taylor.
Me quedo muda al escuchar lo de la rueda de prensa, si Farid hizo el anuncio, ya no hay marcha atrás, tal vez en algún huequito de mi enamorado corazón, tenía la esperanza de que se arrepintiera y me buscara para darme una explicación, pero por lo visto eso no pasará.
—Yo, quisiera poder pensarlo— Respondo finalmente.
—Me parece bien, este es mi número— Cuando tengas las respuesta llámame, de igual forma iré preparando todo para tu llegada, estoy seguro que dirás que sí— Responde Taylor.